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Se quitó los lentes y después de dejarlos sobre el escritorio, masajeó el puente de su nariz, tratando de aliviar su vista cansada. Con un suspiro se recostó en el espaldar de su sillón y giró solo un poco, para ver el paisaje urbano de New York, con esas mañanas nubladas acostumbradas.

Había permanecido toda la noche en la oficina, pero para Naruto eso ya era recurrente. Ocupar su cabeza en trabajo era lo único que lo alejaba. Sasuke se había vuelto una pesadilla para él, a lo largo de cuatro años. Justo como le había dicho la última noche que estuvieron juntos; cada día, cada hora, cada segundo veía su rostro, escuchaba su voz. Era un castigo por sus errores, una condena que no lo dejó seguir con su vida, que cambió algo en su interior y le quitó toda gana de satisfacción, de disfrute.

Naruto era un fantasma de lo que una vez fué, un hombre que vivía por vivir, que solo le importaba su trabajo.

El trato con Itachi por supuesto que se había roto, nunca le explicó a su padre la verdadera razón, y después de un tiempo, Minato dejó de insistir. Cuando regresó de Japón tuvieron una larga conversación, escuchó recriminaciones, hasta insultos, mientras permanecía callado y pensando en si Sasuke había llorado demasiado, si lo odiaba... si sentía asco de él. Porque estaba seguro de que su hermano utilizaría todos los métodos para que "abriera los ojos".

Pero no fué un juego; no fué un juego porque... ¿Cómo podía doler tanto una supuesta mentira? Ese chico dulce permanecía en su corazón como una herida abierta.

No volteó cuando escuchó la puerta de su oficina abrirse, luego los tacones casi imperceptibles en el suelo alfombrado.

—Eres un desastre— escuchó.

—¿Qué quieres, madre?— preguntó, mirando con desgane a la mujer pelirroja y de ropa fina que había entrado.

—Ver a mi hijo. Saber si sigue vivo después de que no me llama hace un mes, y ni hablar de dignarse a pasar por la casa— bufó, sentándose con las piernas cruzadas.

—He estado ocupado— justificó, regresando a los documentos.

—Siempre estás ocupado para tu familia, Naruto— exclamó.

—¿Viniste a joderme el día?

—Desde tu... cambio,— dijo en tono despectivo, ignorando su reclamo —eres así, que no te importa nada.

—Ser gay no tiene nada que ver con eso.

—No sé cuál es tu definición de "ser gay"— dijo sarcástica —Nunca te he visto con ningún tipo de esos. Gracias a Dios— el rubio rodó los ojos con astío, ya estaba cansado de escuchar la misma frase —Tal vez solo estás confundido, pasando una etapa.

—Tengo casi cuarenta, Kushina, sé muy bien lo que me gusta y lo que no— dijo con seriedad y la vió apretar sus labios pintados en dura línea, marcando las arrugas que siempre quería esconder.

—¿Sabes quién regresó de Corea?— preguntó, cambiando de tema rápidamente y fingiendo entusiasmo —Hinata...— Naruto no reaccionó a la información —¿No te alegra? Invítala cenar, por los viejos tiempos.

—No me apetece.

—Deberías, fueron más de cinco años juntos. Es cuestión de educación.

—Cena tú con ella si quieres— se encogió de hombros.

—¿Acaso me odias, hijo ingrato?— inquirió furiosa —¿No tomarás en serio nada de lo que te digo?

—No empecemos. Simplemente no tengo deseos de salir— exclamó, señalando el bulto de documentos y su computadora, haciendo parecer obvio que estaba ocupado.

SWEET (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora