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Su teléfono sonó tantas, tantas veces... incluso a plena madrugada las llamadas de Naruto eran constantes, pero Sasuke no estaba preparado para hablar. Las palabras que escucharía serían suficientes para convencerlo, sabía que lo haría y no quería ceder.

Confundido, roto, derrotado; solo se sentó a llorar en la cama, con el celular en su mano.

Muchas veces en su adolescencia deseó ser diferente, una persona "normal"; sentir... pero solo recordaba haber llorado con la muerte de sus padres, de ahí en más, se volvió completamente a ajeno a todo. Ahora quería volver atrás, no sufrir por nada, no llorar y que le diera igual lo que sucedía a su alrededor... ¿Por qué dolía tanto? Tal vez porque le creyó con los ojos cerrados, y ahora estaba dudando de la persona que amaba. Pero aunque era Naruto de quién hablaba, no podía simplemente dejar pasar lo que vió.

¿Para qué le había dicho que le avisara antes de llegar? ¿Para esconderla? ¿Para borrar las huellas? Tal vez todo no era más que una simple trampa de Hinata Hyuga, sin embargo no habían pruebas de ello, como no había tampoco pruebas de que Naruto estaba diciendo la verdad. Quizás irse era mejor, dejar New York y lo que soñó por cuatro años, atrás, regresar con su hermano a Japón; pero no podía alejarse.

Sin tener opciones, se quedó en medio de ninguna parte, no sabiendo que hacer, hacia donde girarse... completamente solo.

Despertó al mediodía, desorientado, no recordando cuando se había quedado dormido. Sus ojos estaban hinchados y su cabello hecho un desastre; tampoco tenía ropa para cambiarse, había olvidado su maleta al salir tan apresurado del departamento. Por suerte guardaba la billetera en sus jeans, y podía simplemente bajar a la tienda del hotel y comprar lo que necesitaba en lo que decidía qué hacer con su vida.

Entró al baño con la intención de arreglarse un poco, pero su imagen en el espejo lo deprimió más.

"Mírate"

"¿No es ésta la expresión que querías?"

"¿No te sientes desbordado de sensaciones?"

—¡Así no...! ¡Yo no quiero éstoo...!— gritó enloquecido y tiró de la liga que ataba su coleta.

En las gavetas de la encimera rebuscó entre los pequeños pomos de champú y cremas del hotel, y encontró una rasuradora con cuchillas intercambiables. Tomando uno de los repuestos con una mano y un mechón de cabello en la otra, cortó las hebras negras y éstas cayeron en el suelo de granito pulido. Con cada corte salían más y más lágrimas. En realidad no sabía lo que hacía, solo estaba desahogándose, dejando ir la enorme y desconocida pena que lo estaba consumiendo.

Cuando terminó, su pelo apenas le llegaba a los hombros en un corte desprolijo y desordenado. Arrojó la cuchilla sin prestarle atención a los varios cortes que tenían sus dedos y se dejó caer, hasta sentarse en el frío suelo del baño.

—¿Qué haces, hijo?

Una voz cálida y conocida lo hizo levantar la cabeza y mirar a la puerta de la habitación de baño. Minato estaba ahí, luciendo extraño al no llevar el acostumbrado traje con corbata, solo un suéter de lana sobre un camisa blanca y pantalones oscuros; haciéndolo lucir más viejo. Sasuke no supo por qué la presencia de ese hombre lo hizo sentir aliviado de alguna manera; cuando Minato caminó hasta él, y luego se agachó con un quejido para tocar las puntas recién cortadas de su cabello, se arrojó a sus brazos, buscando algún tipo de protección o apoyo.

—Ya, ya... tranquilo...— murmuró lentamente, dándole palmaditas en la espalda —Salgamos de éste desastre— dijo, y después se puso de pie junto a Sasuke. Sacudió los cabellos sueltos en sus hombros y ropa, y después secó su rostro con un pañuelo de su bolsillo que olía a lavanda.

—¿Cómo... cómo entraste?— balbuceó, sorbiendo por su nariz.

—El dueño es amigo mío— explicó —Me dejaba ver a mi yerno o lo hacía caer en quiebra— rió y Sasuke hizo un mal intento de imitarlo. Con un suspiro Minato se sentó en la cama y tomó las manos del chico, quién se había quedado frente a él —Naruto no estará contento con eso— señaló su corte de pelo y luego de mirar la sangre en sus manos, comenzó a limpiarlas con el pañuelo.

—No me importa...— siseó, conteniendo las lágrimas.

—¿Serás infantil ahora? ¿Dónde está el muchacho de convicciones que señaló mis errores sin siquiera pestañear?— preguntó haciéndolo bajar la cabeza, y luego lo guió para que se sentara a su lado —Naruto estuvo hoy temprano en la casa y me contó todo. Jamás, ni siquiera cuando niño, me pidió consejo; siempre fué independiente para resolver sus problemas y salía victorioso... Pero hoy solo llegó hecho un desastre y oliendo a alcohol, preguntándome qué hacer, porque no sabía como recuperarte.

—Yo no puedo simplemente dejar pasar ésto.

—Lo sé, y no te pido que vayas corriendo a buscarlo, solo que pienses bien las cosas. A pesar de los problemas que tuve con él, Naruto siempre fué sincero si le preguntaba directamente. Nunca temió el ser reprendido por sus actos, por eso confío en mi hijo en todo aspecto. Aún así me equivoqué una vez, no lo apoyé cuando me necesitó, pero no es tarde todavía— suspiró y luego se quedó pensativo unos minutos antes de reanudar sus palabras —Por eso quiero ayudarlos... Tiene su versión de lo que ocurrió, tú tienes la tuya y necesitan hablar, pero no ahora;— sonrió —cuando estén calmados y tengan la cabeza fría.

—Nunca lo he visto borracho...— murmuró dolido.

—Yo tampoco— confesó Minato —Vamos a olvidarnos de Naruto un rato ¿Sí?— tomó su mano y la palmeó dos veces entre las suyas —Demos una vuelta y comamos en un lugar bonito. Yo invito.

—Debo ir a comprar algo de ropa y...— pasó la mano por su cabello, deteniéndose en su nuca.

—Entonces primero vamos a un salón y luego de compras; pasemos un rato divertido.

—No estoy de humor— murmuró.

—Vamos, deja a éste viejo consentir a su hijo— protestó y se puso de pie, dándole una espléndida sonrisa que le recordó demasiado a Naruto.

—Está bien...

SWEET (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora