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—Deja de mirarme, no puedo comer así— rechistó el pelinegro, sentado en la barra de la cocina.

Naruto estaba frente a él, sonrió y siguió comiendo hasta que lo vió removerse en su lugar.

—¿Te molesta?— preguntó, tomando un sorbo de vino.

—No, estoy bien— respondió Sasuke y alcanzó su mano, después de que soltó la copa —Fué intenso...— admitió.

—¿Intenso?— preguntó el rubio con sarcasmo —Si te lo pareció...— se encogió de hombros.

—No compares, tú tienes toda esa experiencia de gente vieja, yo solo tengo veinte— picó.

—Te ganarás unas nalgadas— advirtió y negó con diversión al verlo morderse el labio —Chiquillo del demonio, como te amo— apretó su mano y luego se inclinó para besarla.

—Yo también te amo, mi sugar daddy (l.t/ papá de azúcar).

Naruto soltó una carcajada estruendosa y luego se cubrió el rostro, dándose por vencido.

—Termina de comer, necesitas energía— señaló después y se lo pensó un momento antes de continuar —Hablé con mi padre...

—¿Sí?— preguntó Sasuke, tragando el bocado de carne.

—Quiere que vayamos a cenar mañana.

—Está bien— contestó con simpleza, sin parecer afectado por la noticia.

—Lleva un cambio de ropa para el teatro, saldremos directo de allí, en cuanto termine tu función— Sasuke asintió —No creo que sea muy agradable— mencionó, apareciendo una expresión de incomodidad en su rostro.

—Estaré bien— tranquilizó.

—Solo recuerda que es conmigo con quién tienes una relación, lo que piense mi familia no va a influir en nosotros, Sasuke. Yo siempre voy a velar por lo nuestro— el pelinegro asintió y le regaló una leve sonrisa.

—Lo sé. No te preocupes tanto.

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—¿Debí ponerme un traje?— preguntó, entrando al auto ya en la noche. Naruto lo observó y negó.

—Usa lo que quieras, te ves precioso— halagó.

Sasuke había elegido una camisa blanca y ancha, con los puños abotonados y en el cuello un encaje blanco muy fino. Con un pantalón negro, elastizado y de talle alto, completó el atuendo. Seguía siendo un chico, pero ese aire de delicadeza y feminidad era claramente evidente. Su cabello lo trenzó y elevó en un moño, dejando siempre su flequillo oscuro caer a los costados de su rostro y su frente.

Cruzaron el río Hudson por el G.W Bridge, dejando Manhatan con rumbo a New Jersey. Tras varios kilómetros las recidencias comenzaron a verse grandes y costosas, hasta que Naruto detuvo su auto frente a un portón, detrás del cuál ni siquiera se observaba la casa de los Namikaze.

Un largo camino condujo por la propiedad, hasta que apareció la construcción, una enorme mansión iluminada hasta los jardines, rompiendo la oscuridad de la noche, pero Sasuke no se sorprendió, acostumbrado a la opulencia toda su vida.

Justo antes de bajar, y por casualidad, los celulares de ambos sonaron. El chico miró la pantalla del suyo y colgó, bajo la vista intrigada del rubio, quién si respondió la llamada.

Todo listo, justo como pediste— escuchó a Shikamaru.

—Bien— concedió y luego colgó.

De la mano subieron la escalera de la entrada y a quien primero se encontró después de las mucamas, fué a Ino, junto a su esposo. Ella sonrió amplio y lo abrazó.

SWEET (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora