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Mentiría si dijera que logró conciliar el sueño, la habitación de invitados se sentía impersonal, fría, sin tener a alguien para abrazar como ya estaba acostumbrado.

Incluso antes del amanecer se levantó, estaba renuente a permitirle a su pareja mantener esa discusión por más de un día. Sabía que esa invitación implicaba exponerlo a los "trucos" y miradas lascivas de otros dominantes. El que Hinata estuviera en esa fiesta era lo que menos le preocupaban ¿Pero cómo hacerlo entender? Quizás debían sentarse y conversar, llegar a un acuerdo... uno que no fuese entrenarlo como sumiso ni ir al club. Amaba a Sasuke como era, con sus caprichos y su independencia, no quería cambiarlo en ningún aspecto y no tenía dudas que un entrenamiento así haría mella en él, sobre todo recordando su llanto la primera vez que lo azotó. Rompería su confianza, afectaría lo que ya creía perfecto.

Se ocupó en preparar el desayuno con la intención de llevárselo. Intentaría hacer las pases antes de tener que ir a trabajar, pero cuando terminaba de hacer unos panqueques, desde la cocina lo vió bajar las escaleras, ya vestido y listo para salir.

—Hice desayuno— anunció con naturalidad, pero Sasuke no volteó a verlo.

—Comeré afuera— espetó y se encaminó a la puerta de salida.

—Déjame llevarte al menos— ofreció Naruto, ignorando el pinchazo de decepción.

—Tomaré un taxi— respondió y salió sin más.

El rubio gruñó y de pura rabia, tomó el plato y lo arrojó a la basura. Lo había intentado, pero no insistiría si era tratado de esa manera, sobre todo cuando tenía la razón.

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La pelea había durado varios días en los que apenas se hablaban. Naruto había dormido en la otra habitación todo ese tiempo, e incluso ya no se preocupaba de llegar temprano; para ser tratado con frialdad, era mejor trabajar hasta la noche.

Sasuke por su parte estaba renuente a ceder, Naruto no entendía su necesidad de demostrar que él era el indicado, el que lo hacía feliz más que cualquier otra persona, pero al mismo tiempo se empezaba a dar cuenta de que ambos sufrían con la lejanía. Pero no lo iba a reconocer, no le gustaba ser tratado como un niño, como un ignorante.

Esa tarde llegó temprano del local donde ensayaba, aún tenía que repasar los pasos de una nueva coreografía que llevarían a la próxima gira, pero decidió hacerlo en casa. Naruto por supuesto no había llegado, así que solamente saludó a la mucama que se encargaba de la limpieza y después de que ella se fué, se dió un baño largo y relajante.

Suspiró al notar que se había quedado mirando la puerta del baño, quizás esperando que su pareja entrara en cualquier momento, pero por supuesto no lo hizo. Cenó, leyó un rato, revisó sus mensajes, pero Naruto no llegaba. Muy tarde en la noche y para quitar un poco su ansiedad, al fin decidió empezar con las prácticas y a falta de un lugar amplio, tuvo que rodar los muebles del salón para hacerse de espacio suficiente para bailar.

Solo quince minutos después se detuvo, al escuchar la puerta abrirse. Frunció el ceño al ver a Shikamaru, sujetándo a un Naruto muy ebrio. El asistente forzó una sonrisa avergonzada.

—¿De fiesta?— preguntó Sasuke con sarcasmo, y visiblemente enojado.

—No, no, el tonto se emborrachó en la oficina— rodó los ojos —Llevo más de diez años trabajando para él y nunca lo había visto así— el pelinegro apretó los labios de manera inconsciente y miró a un lado, sintiéndose culpable —¿Dónde lo dejo?

—Ayúdame a subirlo a la habitación— pidió, y a tropezones Shikamaru subió las escaleras y lo arrojó a la cama, jadeando de cansancio.

—Maldición, pesa una tonelada— se quejó, frotándose la espalda baja —Me voy entonces, dile que aplasaré la primera reunión de mañana temprano, no creo que con resaca le resulte divertido asistir— rió.

—Se lo diré, gracias— el asistente asintió y dejó la habitación.

Sasuke miró a Naruto, su rostro se veía cansado, con ojeras debajo de los ojos y ni siquiera se había rasurado. Le quitó los zapatos y luego se sentó a su lado, para aflojar su corbata. El rubio se removió y abrazó la almohada, haciéndolo sonreír con melancolía. En verdad lo extrañaba, pero también necesitaba saber que era suficiente, que Naruto no estaba sacrificando cosas que le gustaban por estar a su lado.

Regresó al salón y siguió con sus ensayos, buscando una forma de distraerse de las confusas emociones. Danzó y danzó, repitiéndo la coreografía más de seis veces, luego de un breve descanso de media hora reanudó los ejercicios, y tras un giro que ya tenía más que ensayado, no se dió cuenta de que se le había terminado el espacio y acabó tropezado con uno de los sillones y cayendo al suelo alfombrado. Suspiró en medio de una maldición y luego se volteó, aún acostado en el piso.

Quedó helado al notar que Naruto lo miraba desde la baranda del segundo nivel, apoyado en ésta y ya vistiendo ropa más cómoda, aunque su rostro lucía aún agotado. Rojo de vergüenza, se sentó y masajeó sus piernas, dónde estaban atadas sus zapatillas y escuchando como descendía por la escalera.

—¿Te hiciste daño?— preguntó, su voz grave, aún después de vivir con él durante meses, le seguía impresionando.

—No, estoy bien— respondió sin mirarlo y se puso de pie. Naruto solo asintió y se giró con la intención de alejarse, pero Sasuke, en un impulso, estiró la mano y agarró el bajo de su pullover.

—¿Ocurre algo?— preguntó, viendo que no se atrevía a decir nada. Cuando el chico al final negó con la cabeza y lo soltó, Naruto emitió un profundo suspiro —¿De verdad lo necesitas, Sasuke?— preguntó dolido —¿Tanto como para ponernos en ésta posición?

—Tú no lo entiendes...

—¡No, no lo entiendo!— interrumpió —Me duele todo ésto, y a tí también, pero sigues con esa actitud y yo ya no sé que hacer para remediarlo.

—No te cuesta enseñarme...— protestó.

—Sí me cuesta, porque no quiero cambiar nada en ésta relación— señaló severo —Pero no lo entiendes... y es en éstos momentos en los que me doy cuenta de cuántos años te llevo.

Sasuke bajó la cabeza cuando su barbilla comenzó a temblar, para ocultar lo tanto que lo habían afectado sus palabras. Pronto se encontró rodeado por los brazos de Naruto, y no resistió el abrazarlo de vuelta.

—Yo lo necesito...— balbuceó contra su pecho y lo sintió tenzarse.

—No darás tu brazo a torcer ¿Verdad?— gruñó aún sin soltarlo —Bien, Sasuke...— siseó después de unos minutos —cumpliré tu petición— el pelinegro se alejó un poco para mirarlo a la cara, y notó unos ojos fríos y el ceño fruncido, implacable —Quedan cuatro días para la fiesta, y en ese tiempo te entrenaré como sumiso— dejó de abrazarlo para sujetar su barbilla con rudeza —Pero cada vez que estés a punto de llorar, cada vez que sientas que no puedes seguir, solo recuerda... tú lo pediste.

—Lo sé...— murmuró y Naruto asintió una vez.

—Yo solo espero que no me odies después de todo ésto— confesó y lo soltó, para volver a la habitación.

SWEET (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora