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Central Park siempre se veía hermoso, pero en otoño, cuando las hojas se teñían de colores cálidos y el viento las hacía volar por todos lados, podía sentirse por duplicado la tranquilidad del parque neoyorquino.

En el Bow Bridge, recostado a la baranda, observaba al niño a su lado arrojar ramas, piedras y lo que encontrara, al agua. Había accedido a cuidarlo por un rato, cosa que le extrañó, su amigo pudo contratar a una niñera, pero cuando escuchó su justificación, no tuvo más remedio que ceder.

—"No le menciones nada al respecto, yo le diré después"— fueron sus palabras.

Sabía que si la prensa lo encontraba, el pequeño pasaría un mal rato.

Hey Kid, (Oye, niño) deja eso. Asustarás a los patos— le dijo serio. Ciertamente no era el mejor para lidiar con la situación.

Él no lo miró, se sacudió las manos y se quedó quieto, mirando el lago bajo el puente. Al menos era obediente. Poco después vió venir a su amigo por el lado contrario y levantó una mano en saludo. Aunque había terminado la universidad, Itachi conservaba ese cabello largo tan hippie.

—Gracias por hacerte cargo— dijo, incluso antes de llegar —¿Te comportaste, Sasuke?— le preguntó al chico.

—Siempre me comporto— dijo éste, con un tono de seriedad muy poco adecuado para su edad, que lo hizo levantar una ceja.

—¿Entonces, regresas a Japón?— le preguntó.

—No tengo opción— dijo Itachi —Me hubiese gustado trabajar contigo un tiempo, pero no todo puede ser como uno desea— explicó.

Don't worry, I won't stop bothering you (Tranquilo, no dejaré de fastidiarte)— señaló, haciéndolo reír.

—Espero que no— suspiró y le tendió una mano —Adiós, Naruto...

—Adiós, Uchiha— correspondió el saludo —No te esfuerces en cumplir sus expectativas. Tú las sobrepasas— Itachi asintió y le dió un fuerte abrazo.

—No tengo arrepentimientos, amigo mío. Cumplí con mis deberes como hijo, solo lamento que no estuvieran para él— dijo en voz baja, refiriéndose al pequeño que los ignoraba.

—Pues te toca a tí.

—Así es... Mantente en contacto.

Of course (Por supuesto). Bye Sasuke... (Adiós, Sasuke...) — exclamó, despeinando el cabello oscuro del pequeño y riendo cuando éste le hizo una mueca de molestia.

Los vió alejarse por el sendero adoquinado y sonrió con melancolía. Agradecía haber conocido a alguien como Itachi, sus años en la universidad habían sido más amenos de lo que imaginó. A pesar de ser heredero del conglomerado más importante de todo Japón, él lo sorprendió con su sencillez.

Le deseó lo mejor, hacerse cargo de las empresas y de un hermano pequeño tras la muerte repentina de sus padres, apenas graduado de la universidad, era una titánica tarea. Pero si alguien podía hacerlo, era Itachi Uchiha.

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First time in Japan, sir? (¿Primera vez en Japón, señor?)

La voz del chófer lo hizo mirar el frente, el hombre de cabello blanco le parecía bastante jóven. Sonrió levemente y asintió.

So much notice? (¿Tanto se nota?)

You keep looking out the window (No deja de mirar por la ventana)

—Es hermoso— concedió —Aunque me alegra que el señor Uchiha no viva en una de esas casas tradicionales. Temo que soy demasiado alto para estar cómodo.

—Habla bien el japonés...— halagó el chófer —Ya casi llegamos.

Asintió por segunda vez y estiró las mangas de su saco gris. Cuando recibió la invitación de Itachi, no dudó en aceptar. Se habían mantenido en contacto durante diez años, siempre con la idea de hacer una alianza comercial entre sus empresas. Su padre, Minato Namikaze, presidente de Sílex, una de las compañías americanas de tecnología más grandes; le había dado el visto bueno a la sociedad que pretendían formar. Después de que los abogados y especialistas hicieron su parte, Naruto no tardó en viajar a Japón para observar el "imperio" automotriz de su amigo, y evaluar más detenidamente el ambiente, antes de firmar el acuerdo.

La mansión era sin duda lujosa, una amplia construcción colonial del siglo XVIII, pero maravillosamente modernizada. Aunque su departamento valía millones, vivir en el centro de New York tenía sus desventajas, por ejemplo, no poder tener un jardín tan extraordinario como el que estaba atravesando en ese instante.

—¡Diablos, no cambiaste nada!— exclamó al bajar, viendo a Itachi delante de la puerta principal.

—No puedo decir lo mismo— señaló éste, descendiendo las escaleras para estrecharlo en brazos —¿Qué estás comiendo?— golpeó su pecho, haciéndolo reír.

—El ejercicio me ayuda con el estrés— justificó —Invítame a pasar y dame un tour, llevo horas con el culo pegado a un asiento.

Con dos palmadas en su espalda, Itachi lo guió al interior.

—Mi casa es tu casa, por el tiempo que decidas quedarte, que espero sea bastante.

—Sabes que no depende de nosotros— dijo y silbó, mirando al rededor —Está linda tu choza— bromeó y escuchó la carcajada de Itachi resonar en el salón.

—No cambiaste tu sentido del humor— observó y vió a Naruto encogerse de hombros.

—¿Y tu hermanito? A ese no le he visto el pelo ni en las redes sociales.

—A Sasuke no le atraen esas cosas. Solo se concentra en la carrera y los ensayos. Está en su estudio, ven...

Siguió a Itachi por los largos pasillos de la mansión y después de atravesar un enorme jardín trasero, divisó una pequeña casa apartada, pero muy bien construída. Incluso desde afuera, escuchó la música clásica que en el interior sonaba. Su amigo abrió la puerta y después de un pequeño recibidor, deslizó otra corrediza, para descubrir un salón de baile lleno de espejos y con barras de apoyo a los laterales.

En medio de la estancia, danzaba un chico delgado y de figura delicada. Sus mallas y zapatillas eran negras, pero el suéter rojo que llevaba era un farol que se robaba toda su atención.

—Sasuke...— llamó Itachi, pero Naruto no lo escuchó.

¿Ese jovencito era el niño que tiraba piedras al lago? Se preguntó, con los ojos desbocados, viajando desde la piel tan blanca y delicada de su rostro, hasta las apretadas medias que llevaba y enmarcaban sus piernas de manera pecaminosa.

—No me gusta que me interrumpan, hermano...— dijo. También su voz había cambiado, pero seguía teniendo, aunque seria, ese tono dulce.

—¿Recuerdas a Naruto?— señaló al invitado, y los ojos negros del chico lo enfocaron.

Lo miró por un momento bastante largo, mientras rotaba uno de sus tobillos con la punta del pie presionada contra el tabloncillo.

—Apenas— señaló sin emoción y regresó a sus ensayos.

SWEET (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora