Capítulo 2.

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La aguja se desliza por mi piel causándome una punzada constante de dolor. Las sábanas blancas de mi cama ahora están teñidas de un rojo carmesí. Tuve que suturar la puñalada, uní los dos extremos de la carne formando una sola pieza y aunque mis manos tiemblan cada vez que jalo el delgado hilo no sentía ni una mínima pizca de dolor. Sin ningún remordimiento albergo los restos de mi compañero en mi estómago y muy probablemente serán digeridos antes del anochecer.

<< Que lamentable situación. Era mierda y en mierda se convertirá>>

Ahora soy consciente que el hombre que me adiestro en la medicina tenía razón, nunca imagine que lo utilizaría en momentos críticos como este. Bernard Leroy, mi padre, es el mejor médico que ejerce en Berlín. Muchos de los camaradas de la SS acuden a él para ser sanados de los males que los aquejan y no les permiten llevar una vida con normalidad. Es de los pocos profesionistas privilegiados que gozan de la seguridad de tan temida organización militar.

<< Un hombre francés en medio de una civilización alemana>>

Aún recuerdo mis primeros años de vida, precisamente cuando apenas tenía cinco años. Al señor Leroy se le ocurrió la brillante idea de comenzar con mi aprendizaje en medicina mostrándome un cuerpo sin vida de uno de nuestros vecinos que había fallecido de causas naturales, concretamente un infarto fulminante. No tuve miedo de sujetar el bisturí entre mis pequeñas manos infantiles y realizar una primera incisión a lo largo de su cuello. Me pareció sorprendente apreciar todo lo que un ser humano guarda en su interior. Conocí cada uno de los órganos que nos componen y comprendí su función al igual que su maravilloso resultado en colaboración con el cerebro, la máquina de todo funcionamiento.

Al pasar los días y los años fui adquiriendo mucho más conocimiento a tal grado que mi padre ya me ocupaba para ayudar a parir a las mujeres que llegaban en labor de parto al consultorio de la residencia. A mi corta edad de dieciséis años sabia más de lo que muchos estudiantes de medicina al concluir sus estudios. Parece ser que es mejor la práctica que la teoría. Por un momento pensé que llegaría a seguir los pasos de mi maestro, pero me temo que no fue así. Mi vida y mis decisiones tomaron un rumbo totalmente distinto. Sin pensarlo me enlisté a la SS en cuanto tuve la oportunidad, olvidándome un poco de todo lo que había aprendido con la noble profesión de mi padre.

Afortunadamente lo que bien se aprende jamás se olvida o al menos, no en su totalidad y no solo es por mi capacidad por ser diferente a los demás, sino que gracias a ello se han abierto infinidad de oportunidades que jamás dejaría pasar por un descuido por temor al crecimiento personal. Como por ejemplo cuando fui ascendido a coronel. Antes de continuar con lo que hace un par de segundos estaba narrando, me gustaría explicarles cómo fue que llegue a al cargo que poseo dentro de la milicia. La escuela de oficiales solo fue el comienzo de una tortuosa vida en el frente de la guerra. Fui testigo de todas las atrocidades que se viven día a día en un campo minado en donde ni siquiera puedes dar un paso por temor a la muerte. Muchos de mis camaradas y amigos fallecieron con honor enfrentándose al enemigo, allí, en ese instante es donde mi mundo cambio, no solo porque lleve a mi cuerpo al punto de quiebre, deje de comer y de beber y solamente me concentre en proteger el bunker que se me fue asignado por mis superiores. Recibí varios impactos de bala en el abdomen y en la pierna derecha pero jamás, abandone mi posición. Motive a los pocos soldados que aún se mantenían de pie a que siguieran el curso. Hombro a hombro resguardamos la seguridad de los uniformados que desde el interior de aquel espacio hecho de hierro y hormigón enviaban mensajes en código morse. Cada segundo valió la pena. Arriesgue mi integridad física solamente para demostrarme a mi mente que nada puede vencerme.

Respire profundo antes de regresar a la realidad. Después de que termine con mi propio problema continúe limpiando todo lo que quedo de la noche de ayer. No fue mucho el trabajo que realice, pero me cerciore que no quedaran evidencias del crimen y muy posiblemente evitaría en un futuro hacer estupideces en el lugar donde se concentran militares armados.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora