Capitulo 32.

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—Envía a la mujer a mi alcoba —la Mirada del Fuhrer se mantenía encima de una mujer mucho mayor que él.

—Si Fuhrer —respondí.

En esta larga semana he descubierto muchas cosas sobre el líder, una de ellas es que tiene un jodido justo por las mujeres de entre sesenta y setenta años, específicamente aquellas de que poseen la piel tan blanca como una vela y que sus ojos sean de color azul. También se encarga personalmente de investigar si las damas tienen un nivel económico demasiado alto.

<< Que asco>>

—Mademoiselle —me acerque a la mujer. A estas alturas el Fuhrer prefiere que hable con sus conquistas en francés, al parecer piensa que mi asentó puede ayudarle a convencerlas más rápido.

—¿En qué puedo ayudarlo coronel? —sonrió.

—El Fuhrer desea verla en un lugar más privado. Por favor acompáñeme —la sujete con suavidad del brazo.

Al subir las escaleras de la residencia del líder muchas de las personas que se encuentran reunidas en la parte de abajo fijan la mirada en nosotros tratando de descubrir la razón exacta de lo que pretendemos hacer. La gran mayoría de los curiosos que se reúne en este lugar es para brindarle su apoyo total al Fuhrer y donarle voluntariamente recursos que se ocuparan para ganar la guerra.

Al abrir la puerta encuentro al líder de pie con una copa de vino entre sus manos. La mirada de satisfacción que le dirige a la señora que me acompaña me provoca unas horribles nauseas que posiblemente no podre contener.

—Fuhrer —me dirijo a él con propiedad.

—Gracias coronel Leroy —sonrió.

Después de lo que sucedió en Polonia el líder decidió regresarme mi cargo y me otorgo los más altos honores en medallas, ahora poseo un cargo como Oberstgruppenfuhrer. En el cuello del uniforme descansan dos emblemas dorados y en mis hombros porto el galón de la SS que acredita mi nuevo rango.

—Fuhrer es un honor reunirme con usted en sus aposentos —la mujer tomo asiento en una pequeña silla.

—El honor es mío señora Richter —le entrego una copa de vino.

—Por favor dígame ¿en qué puedo ayudarlo?

—Su belleza fue la que cautivo mis pensamientos. Desde que la vi no he dejado de pensar en usted. Tiene algo en su rostro que me impide dormir bien.

<< Que jodido asco y pensar que debo escuchar esto>>

—Me siento halagada, jamás imagine que un hombre como usted se fijara en mi —la señora Richter se puso de pie y se acercó al líder.

—Eres hermosa —acaricio su mejilla y después los resecos labios de la mujer.

<< Maldita sea, esto me está provocando un fuerte dolor de cabeza>>

—Puede retirarse coronel general —me dijo el Fuhrer sin ni siquiera mirarme.

—Como ordené señor —respondí.

—¡Espere! —dijo la mujer —. Creo que su guardaespaldas también tiene el derecho a divertirse.

—¡Buena idea! ¡¿Qué tiene en mente?!

<< No pienso estar en la misma cama que estos dos sacos añejos. Qué asco>>

—Mi nieta está esperándome en el salón, es una chica de diecisiete años, pero... bueno... no ha tenido relaciones con nadie y considero que sería un lindo regalo para el coronel general.

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