Capítulo 166.

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Un año después.

Paris, Francia.

Cyrille.

—Ven mi amor, ven con papá —Amandine ha comenzado a dar sus primeros pasos, se ve tan hermosa con sus risos castaños cubriendo sus hombros. Estos últimos meses he pasado más tiempo con mi hija y con mi esposa ya que ambas mujercitas me necesitan más que nunca —. Eso es amor... despacio —estoy feliz de ver como sus piecitos se mueven en mi dirección mientras que sus bracitos se mantienen extendidos —. Ya falta poco amor, sigue así — perdió el equilibrio cuando intento moverse con rapidez —¡Eso es mi amor, lo hiciste muy bien! —la atrape entre mis brazos y bese sus mejillas —. Papá está muy orgulloso de ti.

—Pa... —un sonido salió de su boquita. Sorprendido y con el corazón acelerado me mantuve expectante y atento a lo que quería decir —. Pa... —cubrió su boca con su manitas —. Pa...pa.

—¡Dijiste papá! —salí corriendo de la biblioteca —¡Alem! —subí las escaleras.

—¿Qué sucede? —mi esposa asomó la cabeza por el marco de la puerta.

—¡Amandine dijo papá!

—¡¿En serio?! —mi esposa estaba sorprendida.

—Dile a tu madre lo que me dijiste amor.

—Pa...pa —Amandine movió sus manitas.

—¡Que belleza! —Alem no contuvo el llanto.

—Papá —Amandine siguió hablando —. Papá —sonrió.

—Esto es increíble.

—Me quiere más que a ti —dije burlonamente.

—No te atrevas Cyrille —me lanzo un cojín de la cama —¡Estas jugando sucio!

—Estas loca, mujer.

—¡¿Qué dijiste?!

—¡Lo que escuchaste! —Amandine reía mientras que corría con ella en mis brazos. Antes de entrar a la biblioteca recibí un mensaje de Juliette, dejé a mi hija en la alfombra junto a los dos felinos. Mi pequeña se recostó en el lomo de la hembra y el macho enseguida comenzó a lamer sus rosados piecitos. Con toda seguridad puedo dejar a mi cría junto a los dos felinos, sé muy bien que no se atreverían a hacerle absolutamente nada —. Amandine —se quedó quieta cuando escucho su nombre, traía la cola de la hembra en la boca —. Suelta eso cariño, lastimaras a la pantera —frunció el ceño con fastidio y dejo lo que estaba haciendo para caminar entre los sofás y llegar a los libros. Los bajo del último estante y comenzó a mirar las imágenes de los tomos.

—Señor, le traigo su café —dijo Guadalupe al entrar con una bandeja.

—Merci —mire la hora en el relejo.

—Ven mi vida, deja a tu padre trabajar en paz —mi hija se puso a llorar cuando observo a la mexicana aproximarse a ella.

—Déjala —le dije con fuerza.

—¿No quiere que me la lleve?

—No.

—Como ordene.

—Llama a mi esposa y dile que baje a alimentar a mi hija.

—Si señor Leroy —sonrió —. Si me disculpa.

—No llores mi amor —levante a Amandine y bese sus mejillas —. Enseguida viene tu madre para que te alimente.

—¿Qué le paso? ¿Por qué lloras amor? —al instante que mi hija miro a su madre extendió los bracitos y busco la leche entre sus tetas —. Ya voy... ya voy —Amandine atrapo el pezón y comenzó a succionar —¿Por qué lloraba?

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora