Capitulo 58.

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Me bañe con agua helada antes de colocarme el traje que me entrego el general. Nuevamente ocupe mi lugar en la sala donde se llevaban a cabo los juicios. Mis compañeros me miraban con algo de lastima y temor, saben muy bien que su destino puede ser igual o peor que el mío.

<< Maldita vida>>

—Es un honor estar frente al jurado —dijo el abogado que ha estado llevando mi caso —. Tuvimos el privilegio de escuchar a muchos testigos que declararon. Algunos de los relatos que fueron escuchados en esta sala son los peores que la humanidad ha registrado en grandes libros. Es lamentable que miles de personas sufrieran atrocidades a manos de solados nazis que no tenían compasión —camino alrededor del pequeño espacio que tenía entre el estrado y la audiencia —. Sé que para muchos la sentencia que se dictara esta mañana no es la adecuada pero cabe mencionar que al menos se está dando justica a las víctimas. Por favor señor juez háganos el honor de tomar la palabra.

—Muchas gracias abogado —se puso de pie el juez—. Con todas las evidencias que se presentaron en contra del ex coronel general de la SS Cyrille Francios Leroy, el jurado a determinado una sentencia por todos los delitos cometidos. El acusado está sentenciado a morir en la orca.

—Por Dios —dijeron los presentes cubriéndose el rostro con las manos.

—¿Tiene algo que decir?

—No —respondí con fuerza.

—Espero que se arrepienta de todo lo que cometió y que en las alturas cuando se encuentre con el creador pueda recibir la penitencia que el divino crea conveniente.

Dos guardias soviéticos me sujetaron de los brazos y me llevaron hasta la oficina de uno de los altos mandos del ejército americano. El hombre rubio ni siquiera me miro y comenzó a escribir en la maquina todos mis datos personales, nombre completo, edad, dedicación, nombre de los padres, enfermedades que padezco entre otras cosas. Cuando termino el oficio me indico que lo leyera para después colocar mi nombre y mi firma.

<< La sentencia de muerte debe aprobarse por la victima que sufrirá en la orca>>

En el exterior la luz me lastimo los ojos y el viento movió mi ropa refrescando mi piel. La estructura de madera estaba en su lugar y una extensa soga pendía de uno de los pilares superiores. Había muchos rostros desconocidos que presenciarían mi muerte.

—¿Qué haces aquí? —le pregunte a Abigail cuando coloco una liga en mi brazo para inyectarme una sustancia.

—Debo estar presente ya que requieren mis servicios —dijo con tristeza.

—¿Qué me suministraras?

—Un poco de morfina... para que no sienta tanto dolor —acaricio mi mano antes de perforar mi vena—¿No tiene miedo señor Leroy?

—No.

Subí a un banco y un oficial soviético posiciono la cuerda alrededor de mi cuello...

—Cyrille François Leroy está sentenciado a morir por ahorcamiento. Se retirará la soga en cuanto deje de respirar. Su cuerpo se enviará a una fosa común, no se le colocará lapida para que nadie pueda gozar del privilegio de reconocerlo. Que Dios lo reciba en su gloria —dijo un hombre.

—¡Leroy! ¡¿Tienes algo que decir?! —dijo el general.

—No.

Patearon el banco con fuerza. La cuerda presiono mi cuello cuando mi cuerpo cayó al vacío, busque con desesperación zafar mis manos de las esposas pero ningún esfuerzo fue suficiente, mis pies buscaban un apoyo para sostenerme... El aire me faltaba... todo dolía, hasta el corazón... mi cabeza estaba a punto de desprenderse de mi cuerpo... la vista se me nublo y todo comenzó a oscurecerse.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora