Septiembre de 1945.
Prisión de Erlangen.
No he visto el exterior desde hace dos meses, aunque imagino que el clima debe estar igual o peor que antes. Los días lluviosos han incrementado y el olor a tierra mojada se cuela por los barrotes de metal. Los rayos del sol siguen iluminando mi celda y brindándome pequeños destellos de calor. El proceso de desintoxicación es duro y doloroso, he pasado de los simples malestares a tener crisis extremas de ansiedad.
<< No soporto más esta situación>>
Las manos me tiemblan y ya no puedo pasar saliva con normalidad. El abdomen me duele al igual que las piernas, mis horas de sueño se modificaron considerablemente, la mayoría de las noches me mantengo despierto mirando la nada y escuchando los ruidos que hacen las ratas al roer las puertas de madera. La oscuridad me trae dolorosos recuerdos... algunos que me causan rencor y remordimiento. Me he descubierto sentado en una esquina mirando mis manos y en ellas encuentro el rostro de mi madre. Fueron muchas cosas que me hubiera gustado decirle antes de que la asesinaran... presencie su muerte sin poder hacer nada por ella, eso... eso me pesa tanto que ya me es difícil vivir con esa carga sobre mis hombros.
—¡Leroy! —dijo un guardia al iluminar mi celda — ¡Se requiere tu presencia en la sala de reuniones!
Con calma me puse de pie y tambalee un poco debido a que no me he estado alimentando bien estos días, la comida no es bien recibida en mi organismo, me cuesta trabajo tragarla y después digerirla, así que he optado por solo comer los vegetales y beber la poca agua que me proporcionan.
Esposaron mis manos y dos militares me sujetaron de cada uno de mis brazos. Camine junto a ellos, al momento de salir de la oscuridad la luz de las lámparas me lastimo tanto los ojos que pensé que había quedado ciego, la incomodidad provoco que comenzara a lagrimear por el dolor.
—Carajo —me sentaron de golpe en una silla, ni siquiera me fije en donde estaba, me concentre tanto en cubrir mis ojos que no me importo lo demás.
—¿Cómo se encuentra señor Leroy? —reconocí la voz del general.
—¿Mi estado físico no le da una idea de cómo me encuentro? Nunca me imaginé que fuera tan ingenuo como para no darse cuenta de lo que lo rodea—no le preste atención a sus gestos.
—En fin —dijo molesto —. Tengo información que me gustaría compartir con usted—extendió un folder amarillo —. Hágame el favor de leerlo y aclararme unos puntos que están subrayados —cruzo los brazos a la altura de sus pectorales.
Tomé el expediente y comencé a leerlo. La información que habían recopilado era correcta y demasiado concreta, lo único que pude pensar es que un alto mando fue el que proporciono estos datos. Tenían conocimiento de la muerte de Dalila y de la existencia de mis hijos no natos al igual que el fallecimiento de mis padres y de la forma en la que los castigaron por traicionar al régimen ayudando a judíos a escapar. También detallaron la manera en la que devore a la hija del ex mariscal de campo y bueno... a las demás víctimas les faltaron más detalles que dudo mucho que puedan descubrir si no soy yo el que les brinde esa información. Agregaron fotografías y algunos detalles privados. Se activó la alerta que tengo dentro de mi cabeza cuando llegué al punto donde la judía 809 era mencionada entre todas las cosas que hice y es obvio que su hijo era el principal objetivo.
—¿Y bien? ¿Tiene algo que decir?
—Mmh —le regrese el sobre.
—¿Todo lo escrito en esas hojas de papel son reales?
—Si —dije sin tapujos.
—¿También los aspectos donde claramente tenemos la evidencia de que usted es un caníbal? —me miró fijamente.
ESTÁS LEYENDO
Voraz.
FantasyDurante la época de 1933 el coronel Cyrille Leroy se enfrenta a innumerables cuestiones personales, pero al encontrarse con una bella mujer de piel como la noche queda fascinado con la elegancia de su personalidad. Jamás se imaginaria que su vida c...