Capitulo 17.

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A primera hora de la mañana la carga de trabajo ya era gigantesca, nuevos prisioneros estaban entrando en el campo justo cuando mi asistente me entrego una pila de oficiosos que debía revisar. El resto de la tarde me mantuve en la oficina, leyendo y corrigiendo los informes de los hombres que están a mi cargo. Cuando llegue al último documento me puse de pie, no podía creer lo que estaba leyendo. Dos oficiales a cargo de las investigaciones de rastreo dieron con el paradero de Dalila y su madre, hoy llevarían a cabo el operativo.

<< Maldita sea>>

Salí del lugar corriendo, intente subir a mi auto pero no lo encontré por ningún lado le pregunte a uno de los cabos pero no pudo darme respuesta.

—Coronel —dijo mi asistente.

—¡¿Dónde está mi auto?! —le dije gritando.

—Sí, se lo llevo el teniente hace un par de minutos.

<< Joder>>

—¡Unterstumfuherer! — llame al subteniente en cuanto lo vi muy cerca de la barraca 12.

—Dígame ¿en qué puedo ayudarlo coronel?

—¡Présteme su auto!

—Claro que si —corrió junto a mí —¿Todo está bien?

—¡No, puta madre, no!

—¿Qué pasa?

—¡Dieron con la ubicación de las dos judías que están a mi cargo!

—Por Dios —suspiro —.Espero que pueda ayudarlas. Mucha suerte, coronel.

Subí al auto y encendí el motor, estaba a escasos metros de la entrada del campo cuando escuche un disparo y comencé a perder el control, la bala se enterró en el neumático delantero izquierdo. Me golpee la ceja derecha al recibir el impacto cuando se detuvo por completo el vehículo, a lo lejos el mariscal de campo me miraba con una enorme sonrisa.

—¡¿A dónde con tanta prisa, coronel?! —comenzó a reírse.

Varios de sus hombres me ayudaron a bajar del coche, sus armas descansaban en mi cabeza, me guiaron hasta la sala de reuniones y me dejaron caer en una silla de metal. La sangre se deslizaba por un costado de mi rostro a pesar del fuerte golpe que recibí me sentía lo bastante consiente como para saber de lo que se trataba todo este asunto.

—Coronel Leroy —dijo el mariscal con su asquerosa sonrisa —.Es usted un hombre bastante astuto. Es increíble que un francés haya llegado tan lejos.

—Este francés sabe muchas cosas —el odio en mis palabras era latente.

—Es bueno que este consiente y espero que se mantenga así por mucho más tiempo —golpeo mi hombro —.Le espera una linda noche —me susurro al oído.

Me desarmaron dos de los cabos para después enviar a quince hombres a vigilarme. La angustia que sentía en el corazón era insoportable, me quitaba el aire y en ocasiones sentía desfallecer. No sé cómo los cerdos de la SS lograron ubicarlas, siempre fui muy cuidadoso en todos los aspectos, aun no entiendo en que falle.

<< Carajo>>

Las horas parecían pasar lentamente, se fueron haciendo eternas mientras mi mente estaba colapsando. La lluvia comenzó a mojar el exterior, el olor a tierra mojada me recordaba tantas cosas de un pasado que ahora solo quedaría en mi memoria. Escuche el ruido de varios autos al aparcar cerca de donde me encontraba.

—Sáquenlo —dijo el mariscal al entrar a la sala.

—¿Dónde están? —lo mire con odio.

—Muy pronto podrá verlas.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora