Desperté por el sonido de la alarma de la base, es la responsable de quitarles el sueño a los soldados y despertarlos antes de que el gallo cante. El cuerpo de Abigail estaba arriba de mí, su calor era extraño como si fuera una pequeña vela encendida que te puede mantener estable en una noche fría de invierno. Su melena cubría gran parte de mi pecho y no dude en llevar mi mano hasta su espalda y acariciarla con suavidad.
—Despierta. Tenemos que levantarnos—susurre en su oído.
—No quiero —dijo con los ojos abiertos.
—Tienes que ir a la enfermería.
—Y tú tienes que ir al horrible entrenamiento—sonrió.
—No puedo hacer nada al respecto.
—¿Te veré más tarde?
—Si—me puse de pie.
—¿Puedes ir a mi habitación?
—Está bien —le di un beso en los labios.
—¿Sabes cuál es?
—No.
—Entonces ¿Cómo vas a encontrarme?
—Tu olor me guiara hasta ti —bese su cuello.
—¡Eres un loco, tienes que contarme cómo puedes hacer eso!
—Eso es un secreto —salí de mi habitación—. Cuídese señorita Abigail.
Me reuní con Müller en las duchas. El alboroto de los soldados podía escucharse en los pasillos y el vapor que cubría gran parte del panorama era algo incómodo para mi piel. Abrí la llave y al instante el agua se llevó toda la suciedad de la noche anterior.
—Miren quien está aquí—un rubio fijo la mirada en mi rostro —. El maldito caníbal nazi.
—Coronel—Müller se colocó la toalla alrededor de la cintura al ver que el hombre y cinco más se aproximaban a nosotros.
—Silencio teniente —le dije casi en un susurro.
—El gigante está ignorándonos—dijo el americano—. Desde aquí puedo oler que tienes miedo y que solo eres valiente con las mujeres, aprovechándote que son débiles para poder asesinarlas.
—¿Disculpa? ¿Me estás hablando a mí? —fruncí el ceño—. Últimamente creo escuchar a perros lambe botas ladrar sin intensiones de morder.
—¡¿Qué dijiste?!
—¿Eres sordo? O no entiendes el idioma—sonreí de lado.
—¡Imbécil! —se acercó a mí y levanto la cabeza para poder mirarme—. Aquí no tienes ningún derecho de nada, Estados Unidos no es igual que la mierda de donde saliste.
—Veo que amas a tu país, una cualidad muy propia de un soldado que soñó con seguir los pasos de su padre, aunque a pesar de sus esfuerzos no ha podido hacerlo ya que no da el ancho —comencé a reírme —. Retomando el punto que acabas de decir déjame aclararte algo, el ejército alemán es uno de los mejores en armamento, estrategia militar, uniformes y adestramiento de oficiales desde la academia sin mencionar que la economía es excelente y cada ciudadano goza de un empleo estable que está bien remunerado y todo esto gracias a las brillantes ideas de un Fuhrer que deseaba a toda costa gobernar el mundo entero para enriquecer a una raza pura de alemanes ¿quieres que siga describiendo al gobierno al que serví por años?
—Cierra la boca cariño, puede meterse una verga en su interior—dijo Müller con burla al ver que el idiota que me provoco no supo que decirme.
Se alejaron con lentitud, no tenían más argumentos que decirme y solo se limitaron a murmurar cosas que ni ellos mismos comprendían. Me apresure a bañarme para después colocarme el uniforme. Llegue corriendo al campo de entrenamiento y tome mi lugar junto a Müller. El coronel gritaba las indicaciones mientras me concentraba en mirar a la mujer que atendía a un soldado en el área de enfermería. Llevaba el cabello recogido pero la figura de su cuerpo me recordaba todo lo que le hice anoche.
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Voraz.
FantasyDurante la época de 1933 el coronel Cyrille Leroy se enfrenta a innumerables cuestiones personales, pero al encontrarse con una bella mujer de piel como la noche queda fascinado con la elegancia de su personalidad. Jamás se imaginaria que su vida c...