Capitulo 47.

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—¿Coronel? —no podía abrir los ojos en su totalidad pero puede percibir una sombra entre la oscuridad —¿Coronel?

—Ve... vete —escupí más sangre.

—Santo Dios ¿Qué fue lo que le hicieron? —dijo Willy al detenerse frente a mí —¡Malditos hijos de puta!

—¿Cómo está? —lo único que me importa es saber de la mujer de cabello rubio.

—Ella está bien, está segura —dijo —. Déjeme ayudarlo coronel.

—No —mi respiración era complicada, me faltaba el aire —. Mantente en tu puesto, no debes... no debes alejarte de la judía.

—Coronel —suspiro —. Van a matarlo coronel —su voz se quebró a causa del llanto.

—Eso no importa. No le temo a la muerte.

—No quiero que muera —recargo su cabeza en mi destrozado abdomen —. Usted fue mi maestro. Me enseño todo lo que se.

—Olvida eso —nuevamente escupí la sangre que se acumuló dentro de mi boca.

—Permítame sacarlo de aquí. Sé cómo hacerlo sin que los oficiales de la SS se den cuenta.

—Ya dije que... que no —me cuesta mucho trabajo hablar.

—Está bien coronel —se quitó la gorra —. Por lo menos permítame darle un poco de agua.

Tomo un recipiente y saco agua del interior de un barril. Con ayuda de una silla pudo alcanzar mi boca y depositar el chorro de líquido que mojo toda mi cabeza. Me hidraté con pocas gotas ya que el dolor que sentí en las entrañas me hizo retorcerme.

—Regresé... a su... puesto... teniente —tosí.

—Hare lo posible por ayudarle coronel. No lo dejare solo... se lo prometo.

No escuche cuando salió de la habitación, los mareos que consumen mi cabeza me impiden mantenerme alerta. La luz del sol se refleja en mis ojos causándome molestia. La puerta nuevamente se abrió y cuatro sombras me miraban fijamente.

—Buen día Cyrille — la maldita voz de Mengele me fastidia tanto —. Hoy es el día de divertirnos.

—Jodete —eche la cabeza atrás. Mis brazos estaban tan adormecidos que ya no sentía nada más que dolor en todo el cuerpo.

—Bájenlo —dijo Mengele. Dos de los uniformados abrieron las esposas y me dejaron caer al suelo, el impacto provoco que varias de mis costillas crujieran.

—Me niego a que te lo lleves, debe ser torturado por más tiempo —dijo Polzl —¡Es mi prisionero!

—El monstruo come carne es mío desde ahora, si sigues torturándolo lo dejaras en pésimas condiciones para que los experimentos tengan un buen resultado. No pienso perder tan buena genética por caprichos de un simple cojo de mierda.

—Sí, lo que digas Mengele —el idiota de Polzl estaba molesto.

Un par de oficiales tomaron mis brazos y comenzaron a jalarme por el piso. Las piedras rasgaron la piel de mi espalda, la enorme mancha de sangre que deje en la tierra era el cruel ejemplo que esta vez no podría salir con vida de esto. Los judíos que se encontraban cerca sollozaban con la brutal escena... un coronel nazi estaba siendo torturado por sus camaradas.

Mi judía... mi bella judía me miraba desde la barraca que ahora sería su nuevo dormitorio, ya no tendría la protección del gran coronel Leroy... el francés que se atrevió a violar las leyes de los alemanes. El teniente Müller sostenía con fuerza mi asistente evitando que corriera hacia mí para ayudarme. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su dolor era un más grande que el mío.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora