Capitulo 37.

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Diciembre de 1941.

Auschwitz.

La nieve cubrió gran parte de los prados verdes que rodean al campo, los árboles se han marchitado al igual que las pocas flores que florecen en este lúgubre lugar. Aun con el inmenso abrigo que cubre mi cuerpo puedo sentir el frio deslizándose por mi carne y helándola a tal grado de no poder moverme con rapidez. Los guantes de piel ya no son suficientes para mantener mis dedos calientes, constantemente tengo que moverlos para hacerlos entrar en calor.

<< Maldito clima>>

—Buenos días coronel —mi asistente traía una taza de café caliente entre las manos.

—No deberías estar afuera, el clima esta horrible. Vas a congelarte — le acomode la gorra de algodón que traía en la cabeza.

—Espero que no —sonrió de oreja a oreja —. Se quedaría sin asistente si eso ocurriera.

—Mmh.

—Lo veré en la oficina. Que tenga un lindo día en la enfermería —sorbió el líquido caliente antes de irse.

En el interior me quite el abrigo y los guantes. Me registre en la libreta que descansa en la entrada, es un protocolo que debemos seguir para mantener el orden. Me dirigí hasta el área de experimentación. Los dos judíos que están a mi cargo ya estaban comenzando a trabajar con los diez hombres que decidieron voluntariamente ayudarnos con el trabajo. Desde hace un tiempo sus cuerpos nos pertenecen, aunque algunos han perecido al intentar mejorar su genética.

He descubierto muchas cosas interesantes, la primera y mi favorita fue cuando logre estabilizar a un hombre que sufrió un derrame cerebral después de practicarle una cirugía de emergencia en el intestino. Su cerebro dejo de funcionar por varios días, tras inyectarle infinidad de sustancias que alteraban su ritmo cardiaco. El opio fue uno de los que estimulo considerablemente los músculos. Con el tratamiento adecuado en dos semanas comenzó a realizar sonidos y ligeramente movía los dedos de las manos y pies. Ahora ya mantiene una conversación estable, su lengua es torpe, pero al menos ya se le comprende lo que quiere externar. Aun no se puede poner de pie, su rehabilitación lleva un poco más de tiempo. Sigo experimentando los movimientos de las extremidades del paciente dentro de agua helada y caliente.

—¿Cómo te encuentras? —me coloque la bata.

—Bi...bi... bi...biennn —dijo con bastante dificultad.

—Coronel —el judío 201 se acercó y me entrego un reporte —. En la madrugada el individuo 10 ha tenido demasiado dolor en la parte derecha del abdomen, creemos que puede ser el apéndice.

—¿Creen? —fruncí el ceño con algo de enojo —. Se supone que son médicos más experimentados que yo y aun así con todos los años que los preceden me dicen que aun conjeturan diagnósticos. Que ridículo, pensé que el conocimiento que tenían sobre medicina era más amplio, ahora veo que no tienen ni la menor idea de esto —comencé a reírme.

—Solo... —no lo deje que terminara la oración.

—Ahórrese el comentario, ya me demostraron su incompetencia —dije molesto —. Indícame donde te duele —le dije al sujeto que se encontraba recostado en la camilla.

—Aquí —señalo el lugar.

—¿Cómo es el dolor?

—Punzante y constante —se quejó.

Procedí a revisarlo. Ejercí un poco de fuerza en la piel del sujeto, a pesar de que mis dedos casi lo atraviesan de lado a lado pude notar que el apéndice no estaba inflamado, se encontraba en perfectas condiciones. El intestino estaba un poco irritable. Con mi pulgar levante los parpados del hombre y la esclerótica tenía un color amarillento al igual que el resto de la piel, las piernas presentaban hinchazón y los tobillos parecían una pelota recién inflada.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora