La helada agua limpio los restos de semen y fluidos que aún tenía mi pene, también deslizo los ríos rojos que se dibujaron en mi piel tras disfrutar de las delicias de una sangre dulce y casta. Me limpie a conciencia, restregando mi cuerpo con un pedazo de tela limpia y llena de jabón. Fueron más de tres veces las que me enjabone y enjuague con agua limpia, mi adicción sobre la limpieza me impide que pueda salvarme de esta tan cruel rutina. Sequé mi cuerpo con una toalla y después comencé a vestirme. Salí del baño para colocarme las botas. Emma ya se encontraba despierta y cubría su cuerpo con las sabanas. Me recorrió todo el dorso desnudo con la mirada, dudaba en lo que trataba de decirme.
—¿Te vas? —dijo casi en un susurro.
—Tengo que regresar al trabajo.
—¿Podre verte otro día?
—Posiblemente —abotone la camisa —. Sabes dónde encontrarme.
—Gracias.
No respondí absolutamente nada y tomé mi abrigo para después salir de la alcoba. Regrese a la habitación del Fuhrer y toque la puerta. Los oficiales que aún se encontraban en su puesto me informaron que nadie había salido y que escucharon ruidos al interior. Nuevamente llamé a la puerta esta vez sí hubo respuesta.
—¡Adelante! —grito el líder. Encontré a la señora Richter hincada mamándole la verga al asqueroso Fuhrer, los dientes de la mujer se encontraban dentro de un vaso lleno de agua —. Necesito varias botellas de coñac, será una larga noche —levanto ambas cejas en señal de complicidad.
Tuve que ir a vomitar al baño no pude soportar ver tan asqueroso acto, estoy seguro que no podrá borrarlo de mi mente por mucho tiempo. Le pedí a una de las camareras que trajera la botella que había ordenado el Fuhrer. No intente entrar de nuevo a ese infierno así que envié a uno de mis hombres de confianza para que entregara el paquete. Me mantuve de pie mirando la cicatriz que tenía en la palma de la mano, por una extraña razón estaba sanando demasiado rápido y en algunos lugares ya no quedaba rastro visible de lo que había sucedido ni mucho menos que un chichillo me había atravesado la carne.
—Coronel Leroy —la voz de la sobrina del coronel mayor llamo mi atención —. Veo que sigues igual de guapo que cuando te conocí. Hasta puedo afirmar que estas más musculoso y atractivo.
—Gracias por el cumplido —me coloque un cigarro en medio de los labios.
—Me entere de muchas cosas sobre ti, algunas buenas y otras desagradables.
—También me entere que te casaste con tu tío, en hora buena, me alegro por ustedes. Espero que sus horribles hijos no tengan deformidades —sonríe de lado.
—No pensamos tener hijos —dijo molesta.
—Convence a tu esposo sobre eso.
—¡Imbécil! —intento darme una bofetada, pero sostuve su mano.
—Evita dar espectáculos querida, ya todos sabemos lo vulgar que eres —le dije muy cerca del oído.
—¿Coronel? —la voz de Emma me hizo alejarme de la zorra que sostenía por su muñeca.
—¿Una nueva víctima?
—¿Disculpe? —la pelirroja la miro con extrañeza.
—Lárgate y evita molestarme en mi área de trabajo.
—Aléjate de este hombre. Es un hijo de puta que solo le gusta utilizar a las mujeres —la loca dio media vuelta y siguió con su camino.
—¿Qué es lo que necesitas? —le pregunte a Emma.
—Solo quería pedirle que me llevé a casa o que asigne alguno de sus soldados para que lo haga. No quiero regresar sola.
—Anda, yo te llevare —le indique el pasillo para que caminara.
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Voraz.
FantasyDurante la época de 1933 el coronel Cyrille Leroy se enfrenta a innumerables cuestiones personales, pero al encontrarse con una bella mujer de piel como la noche queda fascinado con la elegancia de su personalidad. Jamás se imaginaria que su vida c...