Capitulo 22.

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—¡Judía 809, ven acá! —le entregue los registros a uno de los cabos y tome del brazo al señor Schmidt.

—¿A dónde me lleva coronel? —estaba asustado.

—Lo sacare de este lugar —le dije sin mirarlo.

—¿Qué necesita coronel? —dijo la judía.

—Llévalo a tu habitación, procura que nadie te vea. Dale varias vueltas a las barracas como si quisieras acomodarlo dentro de una de ellas. Se lo mas cautelosa posible.

—Si coronel —miro en todas las direcciones antes de sujetar la mano del señor Schmidt y correr hacia las barracas.

—¡Standortenfuhrer! —un cabo me hizo una señal con las manos —¡Se necesita su presencia!

—¡¿Qué sucede?! —me detuve junto al uniformado.

—Esta mujer no quiere entregar sus pertenencias.

—Le recuerdo que su puesto dentro de la burguesía alemana desapareció en el preciso instante en el que sus sucios pies pisaron este campo —la mire con severidad.

—¿Usted es el hijo del doctor Leroy? —entrecerró los ojos para enfocar con más precisión —. Claro que si es el joven Cyrille Leroy —sonrió —. Por favor, conozco a su padre, ha sido el medico de toda mi familia por años.

—Eso no me interesa, acate las jodidas órdenes.

—Por favor —sujeto mi brazo con sus deformes manos.

—Lo que sucedió en un pasado no debe repercutir en el ahora. Si conoció a mi padre eso no es asunto mío ya que somos completos desconocidos y dudo mucho que pueda socializar con personas de su clase —con un ligero manotazo aleje sus horribles manos de mi —. Usted y yo no somos iguales, recuerde eso en su estadía dentro del campo de Dachau.

Continúe con mis labores hasta las tres de la madrugada, se le entrego el uniforme a los prisioneros del clero al igual que el número que ahora portarían en el pecho como su identificación. Se trasladaron sus pertenencias personales a las bodegas para después ser seleccionadas y enviadas a casas de subasta donde serían vendidas a la clase alta de Berlín.

Encontré a la judía y al señor Schmidt temblando de miedo en el interior de la sucia alcoba. Recorrí un poco las cortinas para observar el exterior y confirmar que los guardias no estaban lo suficientemente cerca como para que pudieran vernos al salir.

<< Me molesta tanto estar en estas circunstancias>>

Cruzamos la barraca 15 para entrar al taller donde se seleccionaba el cabello que estaba en perfectas condiciones para después ser enviado a un taller textil donde fabricarían abrigos con esos mechones rubios y castaños.

—Levanta la tapa —le dije a mi asistente mientras aseguraba la puerta por dentro para que nadie pudiera entrar.

—Si coronel —tomo una varilla del suelo para hacer palanca y que la tapa cediera más rápido.

—Se ira a Polonia y desde ahí se moverá a otro lugar del mundo. No me importa a donde vaya después de esto, pero necesito que constantemente este cambiándose de domicilio hasta que las cosas se tranquilicen —saque los paquetes del interior de una caja de madera para hacer espacio y que el cuerpo de Eldwin entrara con mayor facilidad —. Me enviara una carta en cuanto se encuentre seguro, no antes, no después.

—Muchas gracias coronel —beso el dorso de mi mano.

—Escúcheme —acune su rostro con mis manos —. No haga ruido, no se mueva. La caja llegara a su destino a media noche, aproveche la oscuridad para salir del interior y muévase lo más rápido que pueda —le entregue la misma varilla que se usó para abrir la tapa —. Ahora depende de usted seguir vivo si sigue mis indicaciones, trate de ser más astuto.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora