Capítulo 95.

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26 de octubre de 1952.

Los tres días siguientes me recupere de mis heridas dentro de la propiedad del señor Torricelli, el general trajo a medio ejército para custodiar mi seguridad, considero que no era necesario, pero respeto la decisión del anciano que se mantiene muy atento a mis necesidades. No se porque me da la impresión de que quiere compartir conmigo más que una relación laboral... es como si su instinto paterno se active cada vez que estoy en problemas.

Cuando fue el momento de partir le agradecí al personal todo lo que hicieron por mí, el señor Torricelli no quería que me marchara tan rápido, pero al final comprendido que debo regresar a mis deberes. El camino de regreso fue un duro golpe a mis costillas ya que al permanecer tanto tiempo sentado sentía mucha incomodidad y el dolor no me permitía respirar con normalidad. La extensa carretera no tenía fin, varias veces al día nos deteníamos a comer y obviamente a satisfacer las necesidades básicas del cuerpo.

Valore mi comodidad cuando aborde el barco militar que nos llevaría de regreso, me recosté en una de las camas y mire por la ventana el movimiento del mar preguntándome cual es la cantidad exacta que deberé pagar por mi libertad... ese azul tan intenso con el que mece al destino convirtiéndolo en uno más de sus discípulos, la inmensidad del tiempo no se compara con la belleza de las olas y el calor del sol. El sonido de las aves era placentero para mis oídos, muy parecido a una sesión de masajes con ruidos de la naturaleza.

—Te reunirás con los superiores en cuanto lleguemos a la base —el general me entrego una cerveza.

—No bebo —me recargue en el marco de la puerta — ¿Para que requieren mi presencia?

—No me informaron nada al respecto, pero me imagino que reconocerán tu trabajo.

—Mmh —dije malhumorado.

—¿Qué paso con Esther? —le dio un trago a la cerveza.

—Me fue infiel.

—¿Con quién?

—Con el jardinero. Fornicaron en mi propia cama y adquirieron un departamento con mi dinero—sonreí de lado —. Prefiere quedarse en la miseria que disfrutar de todas las comodidades que le ofrecí.

—Antes de recibir tu llamada, Esther se comunicó conmigo para pedirme un préstamo de diez mil dólares —gire el rostro para mirarlo —. Necesitaba el dinero con urgencia y también me pregunto por ti.

—¿Qué quiere conmigo? —presione la colilla del cigarrillo entre mis labios.

—Dice que está embarazada y no sabe de quien es el niño.

—¡Que estupidez! —me reí con ganas al escuchar el chiste.

—¿Por qué la risa Leroy? —pregunto con curiosidad.

—Porque la judía piensa que voy a caer en su juego —saque el humo por la nariz —. Antes de que todo se fuera a la mierda, le hice el amor como ella quería, sin rasguños, ni mordidas... algo más "romántico"—fruncí el ceño al darle otra calada al cigarro —. Jamás eyacule en su interior. Así que esta mas claro que el agua.

—¿Seguro?

—Jamás bromearía con algo así.

—¿Qué vas a hacer al respecto?

—Nada... ella está en el pasado y allí debe quedarse.

Estaba amaneciendo cuando llegamos a la base, en el interior de mi habitación me desnude y entre a la ducha, deje que el agua relajara mis adoloridos músculos. Limpie mis heridas y coloque vendas nuevas. Con el uniforme limpio me reuní con los altos mandos del ejército en la sala de guerra, se pusieron de pie cuando me vieron entrar.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora