Capitulo 45.

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Junio de 1944.

—¡Muévete! —mis gritos se podían escuchar por todo el patio de entrenamiento. Los cabos que pasaban cerca del lugar miraban con perplejidad la serie de ejercicios que su compañero realizaba.

La fuerte lluvia no impidió que me encuentre de pie mirando al cabo Polzl hacer su trabajo. No me conmueve su estado físico, al contrario, es un arma a mi favor que me motiva para seguir torturándolo de una manera gentil a comparación de todo el daño irreparable que me hizo.

<< Que horrible seria quedar cojo>>

—¡Rápido cabo Polzl! ¡Mueve el jodido culo! —mi abrigo y mi gorra están mojadas pero no pienso moverme hasta no haber comprobado con mis propios ojos que el idiota que se mueve con lentitud entre los obstáculos con los que cuenta el circuito.

—Coronel —escuche la voz de Willy a mi espalda.

—¿Qué quieres?

—Tengo información importante para usted.

—Mmh—miré a Polzl — ¡Ya lárgate cabo, eres una basura para el entrenamiento! —lo vi desplomarse de cansancio en el lodo —Habla —comencé a caminar junto al teniente.

—Se ha abierto una carpeta de investigación a su nombre, algunos de los altos mandos piensan que esta cometiendo traición ya que varios uniformados han desaparecido desde que usted se colocó a la cabeza del campo —tomo aire —. Uno de los oficiales que está a su cargo es el responsable de proporcionarle información al Fuhrer.

—¿Qué más? —lo mire a los ojos.

—Hasta el momento el general Himmler está tratando de convencer al líder para que deje a un lado la investigación y se concentre en ganar la guerra.

—Hijos de puta —mire hacia las barracas de los prisioneros —. Revisaremos cada correspondencia que sea enviada a Berlín, me temo que no podre controlar las llamadas ni mucho menos los viajes que realizan los oficiales —suspire —. Estoy seguro que las evidencias son enviadas en sobres que van dirigidos a el Fuhrer. Solo espero poder encontrar al maldito soplón antes de que me jodan a mi primero.

—Investigare quienes han enviado cartas en estos últimos meses.

—Mantente alerta —seguí mi camino hasta llegar a mi oficina.

Uno de los cabos discutía con un judío que está a mi disposición, el pobre hombre se mantenía con la cabeza agachada y sosteniendo un sucio gorro. Pellizque el puente de mi nariz con algo de frustración, siempre es lo mismo con estos soldados, no pueden dejar de molestar a los prisioneros ni un maldito segundo.

—¡Estúpido judío! —dijo el uniformado.

El joven de cabello castaño se acercó a la jarra que se encontraba encima de la mesa tomo un vaso y se sirvió un poco de agua, la bebió con normalidad y después comenzó a ponerse rojo, pensé que se estaba asfixiando con el líquido, pero me temo que sus mismos fluidos se regresaron por su garganta. Espuma blanca mancho los labios de su boca y una gota de sangre salió de su nariz. No hice nada el respecto me limite a mirar el dolor ajeno, los judíos que estaban dentro de la oficina miraron con horror la escena. El cabo intentaba con desesperación tomar aire rasguñándose la garganta, su muerte fue bastante lenta... su cuerpo cayó al piso después de haber luchado por varios segundos para sobrevivir. Sus ojos se mantuvieron abiertos durante todo el tormento reflejando el horror que debió sentir al morir.

<< Que lastima, creo que me pondré a llorar>>

—¿Quién deposito veneno de sapo en la jarra de agua? —dije tranquilamente. Nadie contesto, solo se miraban entre ellos —. El veneno que utilizo para drogarme no es apto para cualquier humano. Puede provocar la muerte, creo que ese aspecto les quedo bastante claro a todos —encendí un cigarrillo —. Espero que comiencen a decidir que van hacer con el cuerpo, no quiero que empiece a descomponerse dentro de mi oficina.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora