Capítulo 10.

108 30 4
                                    

Mayo de 1933.

Lave mis manos con el agua que se encontraba en una pequeña vasija extendida de metal. El doctor Mengele me miraba desde la silla donde se encontraba, está claro que disfrutaba del espectáculo que estaba a punto de comenzar.

Sujete el bisturí con fuerza y me acerque a la mujer que descansaba en la camilla, su cuerpo estaba completamente desnudo y su abultado vientre se movía constantemente. Con las manos y pies sujetos a las esquinas de la estructura de la cama, mi víctima me miraba con horror mientras me acercaba a ella.

Limpie la piel de su vientre y comencé a realizar la incisión. El corte fue preciso, casi milimétrico. La primera capa de piel se abrió dejando unos hilos rojos deslizarse por su cuerpo hasta llegar a las sábanas, manchándolas de sangre.

Seguí con el trabajo hasta que llegue a los músculos, donde los abrí con la ayuda de mis dos dedos, la mujer gritaba con fuerza por el dolor que le estaba causando. A pesar de ver su sufrimiento no podía sentir absolutamente nada por ella, era como si mi instinto de pronto se activara para evitar que mi conciencia entrara al rescate de la poca humanidad que aún me queda.

Detuve el corte en cuanto observe que llegue al útero. Realice una incisión transversa con la ayuda del bisturí para después ayudarme con mis dos manos para abrir el órgano lo bastante para poder observar la placenta que cubría al producto. Quedé anonadado con lo que apreciaba. Él bebé se movía como si fuese un pez en el agua.

—Abre más la incisión, debemos observar el desarrollo del producto —dijo Mengele cuando se acercó a mí.

Abrí mas la herida, dejando casi una abertura de lado a lado. La sangre era constante y si seguía a ese ritmo perderíamos a la madre y también al bebé. Me apresure a colocar las fórceps y coci ambas partes de carne, las dos quedaron separadas para que dejaran al descubierto la vida que se estaba formando en el interior del útero. Acaricie el pie del pequeño cuando paso a través de la placenta. No podía creer que estuviera viviendo este tipo de cosas en este lugar.

Se cubrió la pequeña área donde se llevó a cabo el procedimiento para evitar que bacterias se alojaran en el cuerpo de la paciente y evitaran que pudiéramos analizarlos con más detenimiento.

Desde hace un mes nos hemos dedicado el médico Mengele y yo a realizar algunos experimentos a las seis mujeres embarazadas que se encuentran dentro de esta área de medicina. Afortunadamente no hemos perdido vidas humanas y nos estamos preparando para recibir a dos recién nacidos para la semana que se aproxima.

—Tenemos que registrar todo lo que ocurra dentro de los últimos meses de gestación —dijo Mengele anotando en su pequeña libreta de color negro —.Estos experimentos ayudarán a que nuestra sociedad crezca en el ámbito de medicina.

—Standortenfuhrer —un cabo entró a la sala —.Ha llegado una carta dirigida a usted, la deje sobre el escritorio de su oficina.

—Regreso enseguida —le dije a Mengele.

—No tenga pendiente —sonrió.

Aun con las manos llenas de sangre fui directamente a mi oficina y encontré el sobre marrón junto al abrecartas. Mire el remitente y enseguida destroce el pequeño sobre.

Estimado coronel Leroy.

Espero que se encuentre con buena salud, me gustaría darle buenas noticias pero me temo que no podrá ser así, hace dos noches la señorita... prefiero no colocar su nombre y apellido, tuvo una fuerte crisis. Me vi en la necesidad de llamar a su padre para que pudiera revisarla. Me dio la triste noticia de que su novia y futura madre de su hijo necesita cuidados especiales y en las condiciones en las que se encuentra es obvio que no podrá soportar mucho tiempo más, ni ella ni el bebé que está creciendo en su vientre. Es por ello que he tomado el atrevimiento de pedirle que en cuanto pueda regrese a Berlín y me ayude a resolver este asunto, no deseo que nada malo le suceda a la señorita ni mucho menos a esa criatura que viene en camino.

Voraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora