HYUNGWON

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Acababa de cumplir siete años cuando a mi padre lo despidieron del trabajo y nos mudamos a una ciudad bohemia llamada Byron Bay. Hasta entonces, siempre habíamos vivido en Melbourne, en el tercer piso de un bloque de edificios. Cuando llegamos a nuestro nuevo hogar, tuve la sensación de que era como estar permanentemente de vacaciones. En Byron Bay no era extraño ver a gente caminando descalza por las calles o el supermercado; se respiraba un ambiente relajado, casi sin horarios, y creo que me enamoré de cada uno de sus rincones antes incluso de abrir la puerta del coche y golpear con ella al niño con cara de malas pulgas que, a partir de entonces, iba a convertirse en mi vecino. Hoseok llevaba el pelo despeinado, la ropa holgada y parecía un salvaje.

Georgia, mi madre, solía relatar ese momento con frecuencia, en las reuniones familiares, cuando se tomaba una copa de vino de más, diciendo que estuvo a punto de cogerlo y arrastrarlo a nuestra nueva casa para darle un baño de espuma. Por suerte, los Yoo salieron justo cuando ella ya estaba sujetándolo por la manga de la camiseta. Lo soltó en cuanto comprendió que tenía enfrente la raíz del problema. El señor Yoo, sonriente y con un poncho manchado de pintura de colores, le tendió una mano. Y la señora Yoo la abrazó, dejándola congelada en el sitio. Mi padre, mi hermano y yo nos reímos al ver la estupefacción que cruzaba su rostro.

-Imagino que sois los nuevos vecinos -dijo la madre de Hoseok.

-Sí, acabamos de llegar -mi padre se presentó.

La charla se alargó unos minutos más, pero Hoseok no parecía demasiado interesado en darnos la bienvenida, así que, con cara de aburrido, vi cómo se sacaba del bolsillo un tirachinas y una piedra, y apuntaba con él a mi hermano Hyunwoo. Acertó a la primera. Yo sonreí, porque supe que íbamos a llevarnos muy bien.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora