HYUNGWON

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Ya había amanecido cuando me desperté.

Abrí los ojos un poco desorientado. No estaba acostumbrado a seguir en la cama cuando el sol brillaba en lo alto del cielo. Claro que, por lo general, tampoco estaba acostumbrado a empalmarme viendo a un niño desnudo ni a dormirme pasadas las cinco de la madrugada dándole vueltas a lo ocurrido.

Me incorporé despacio, suspirando. Mientras iba al cuarto de baño empecé a pensar en todo lo que tenía que hablar con él. Iba a ser complicado; para empezar, porque ni siquiera sabía qué cojones decir. «Primera prohibición: nada de besos.» Chasqueé la lengua enfadado. «Y también lo de emborracharte y terminar vomitando en mi salón.» En cuanto a lo de salir así de la ducha, bueno, también tenía un par de puntos que discutir con él.
Las cosas iban a ser diferentes, sí. Y él tenía que empezar a cooperar.

Abrí la puerta decidido y furioso, pero en cuanto levanté la mirada me quedé congelado en el sitio, con la vista fija en el ventanal que daba a la terraza trasera.

Kihyun estaba allí, delante de un lienzo que ya no era blanco y estaba lleno de marcas caóticas negras y grises. Me acerqué sigiloso hasta el marco de la ventana, como si cada trazo tirase de mí hacia él. Lo observé mientras deslizaba el pincel de un lado a otro con la mano temblorosa.
No sé cuánto tiempo estuve parado al otro lado de la ventana hasta que me decidí a salir a la terraza. Kihyun alzó la vista hacia mí y me zambullí en sus ojos enrojecidos; en el miedo, en la vergüenza, en las ganas que tenía de salir corriendo.

—Lo de anoche nunca ocurrió —dije.

—Vale. Lo siento… Lo siento mucho.

—No puedes sentir algo que nunca ha ocurrido.

Agradecido, Kihyun bajó la cabeza y yo me paré a su lado, con la mirada fija en el lienzo. Entonces pude verlo bien. Las salpicaduras grises que eran estrellas sobre el cielo oscuro, las rayas que se deslizaban hacia abajo y se curvaban en las puntas como si la noche estuviese hecha de humo. Todo era humo, en realidad. Lo entendí al ver cómo se enroscaba en los bordes de los laterales, como si aquella lobreguez intentase escapar de los límites del lienzo.

—Es jodidamente siniestro —dije admirado.

—Iba…, iba a ser un regalo —titubeó.

—¿Un regalo?

—Un regalo, un «lo siento» para ti. Pintar.

—¿Has vuelto a pintar por mí, Kihyun?

—No. Yo solo… —Le tembló el pincel en la mano e intentó dejarlo encima de la madera, pero lo sujeté de la muñeca y se lo impedí.

—No quiero que dejes de hacerlo. Y no porque estés arrepentido de eso que nunca ha ocurrido, sino porque lo necesito, aunque solo sea en blanco y negro, no me importa. Necesito lo de antes —repetí—. Ver a través de ti lo que nunca encontraré en mí. Mírame, cariño. ¿Estás entendiendo lo que intento decirte?

—Sí. Creo que sí.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora