KIHYUN

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El jardín de casa estaba decorado con guirnaldas entre las ramas de los árboles iluminando la mesa rectangular de madera.

Era mi cumpleaños número diecisiete. Ya lo había celebrado con mis amigos la semana anterior, pero mamá quiso hacer también algo más familiar e invitó a los Chae a cenar.
Aunque acababan de verse esa misma tarde, al llegar hubo abrazos y besos antes de que fuesen a preparar los platos a la cocina. Yo me quedé en el jardín porque Emily me tendió sonriente el regalo que me habían traído ella y Hyunwoo. Lo desenvolví rápido rompiendo el papel. Eran unos libros sobre dibujo. Preciosos. Perfectos.

—¡Gracias, Emily! —La abracé.

—¡Eh, los elegí yo! —se quejó Hyunwoo.

Lo abracé también a él.

—Dejad paso al rey —se pavoneó Hyungwon—. Ha llegado la hora de darle su regalo de verdad.

Hoseok, a su lado, puso los ojos en blanco.

—Todavía no sé por qué soy su amigo.

—Toma —Hyungwon me tendió un sobre. Sin envolver. Le di la vuelta. En la parte trasera había un dibujo hecho por él bajo el mensaje «Feliz cumpleaños, Kihyun»: un chico de rostro infantil con el pelo rubio pintando delante de un lienzo y con la ropa llena de coloridas manchas de pintura. Era yo.
—Vamos, ábrelo. El regalo está dentro.

No podía dejar de mirar el dibujo. Había algo íntimo en la idea de verme dibujado por sus dedos, esos tan largos y masculinos que tantas veces había mirado embobado. Que hubiese hecho cada trazo pensando en mí y solo en mí…

—Kihyun, o lo haces tú o lo hago yo.

Levanté la mirada hacia él aún nervioso.

—Sí, perdona. —Lo abrí. Y por primera vez, lo hice muy despacio, para no estropear el papel y quedarme el dibujo, ese que llevaría tiempo después dentro de la cartera y que miraría hasta desgastarlo—. Son… ¡entradas para el concierto! ¡No me lo puedo creer! —Salté al ver el logo de un grupo de música al que seguía desde hacía meses—. ¡Gracias, gracias, gracias!

—¿Qué es eso que acabo de oír? ¿Un concierto? —Mi madre dejó un par de platos en la mesa—. ¿Dónde es?

—En Brisbane… —susurré.

—¿Y pretendes ir tú solo?

—No. Hay dos entradas, se lo diré a Blair.

—¿A qué hora es? —insistió preocupada.

—Yo puedo llevarlas, Rose. —Mi padre le dio un beso en la mejilla y ella se calmó de inmediato, cerrando los ojos antes de asentir.
Sonreí cuando papá me guiñó un ojo.
Nos sentamos a la mesa. Danïel abrió una botella de vino y nos contó una anécdota que había ocurrido esa mañana en la cafetería. Mi cena de cumpleaños fue animada y tranquila. Emily y Hyunwoo acostaron a los gemelos en la cama de mis padres hasta la hora de marcharse, porque se caían de sueño después de pasar la velada corriendo de un lado para otro.

Mi madre sacó la tarta y todos corearon Cumpleaños feliz. La dejó delante de mí, con esa sonrisa suya llena de orgullo que a mí me hacía sentirme inmensamente afortunado y querido. Y entonces pedí el deseo que tiempo después recordaría. Pedí un beso de Hyungwon mientras soplaba las velas con fuerza.

—Ya está puesto el temporizador —dijo mi padre colocando la cámara encima de la valla del porche—. ¡Rápido! ¡Un, dos, tres y… sonreíd!

Sonó el chasquido del flash y ese momento quedó inmortalizado. El de después, en cambio, solo se registró en mi memoria.

—Así que irás a ese concierto con una amiga. —Hyungwon lamía la cucharilla tras llevarse un trozo de tarta a la boca—. ¿Ya no sales con ese chico?

—¿Qué chico? —Daniël frunció el ceño.

—Se llama Kevin Jax, ¿no, cielo? —preguntó mamá.

—Ya no estamos juntos —aclaré.

—¿El que tenía pinta de cortar el césped? ¿Qué pasó? ¿Cometió el error de dejar una brizna de hierba más alta que la otra y sus padres lo castigaron sin salir? —se burló Hyungwon.

—Hijo, cierra esa boca que tienes —lo reprendió Georgia y alejó la botella de él—. No le hagas caso, esta noche se ha pasado con el vino. Aún eres muy joven, seguro que conocerás a alguien mejor.

—Lo que tiene que hacer es estudiar y olvidarse de novios —atajó Hoseok al tiempo que se levantaba y ayudaba a mi padre con los platos.

Odiaba que todos hablasen de mí, como si fuese un crío y tuviesen derecho a opinar.
Distinguí de fondo a los Beatles, sonando bajito. Imaginé el disco girando y girando y girando…

—No le hagas ni caso a tu hermano. —Hyungwon tenía los ojos brillantes—. Lo que tienes que hacer es disfrutar. También estudiar, claro. El resto del tiempo, sal, conoce gente, foll… —se mordió la lengua—, diviértete con ellos y no te pongas límites ni ataduras.

—¿Qué tienen de malo las ataduras? —intervino Hyunwoo.

—Bueno, como indica la palabra, atan.

Hyungwon y Hyunwoo se pasaron los siguientes veinte minutos discutiendo, a pesar de los intentos de Georgia por cortar la desavenencia entre sus hijos.

Yo me dediqué a observarlo bajo la luz de las guirnaldas en aquella noche de verano. La sombra de la barba le acariciaba la mandíbula y llevaba el pelo más largo de lo habitual, las puntas casi le rozaban las orejas.

Cuando todos se marcharon, subí a mi habitación, me puse el pijama, me tumbé en la cama y miré el sobre en el que Hyungwon había metido las entradas del concierto. Deslicé los dedos por el dibujo, lo imaginé haciéndolo en su escritorio, ese que estaba lleno de trastos… —¿Puedo pasar? —mamá llamó a la puerta.

—Claro. Entra. —Dejé el sobre en la mesilla.

—¿Te lo has pasado bien? —Remetió la sábana de colores porque siempre solía destaparme a media noche. Luego se sentó al borde de la cama.

—Sí, gracias, mamá. Ha sido genial.

—Venía a darte un regalo...

—Pero si ya me lo diste.

—Un regalo diferente, Ki. Un consejo. —Me apartó de la cara algunos mechones—. Dale tiempo a Hyungwon, cielo.

—¿Qué quieres decir?

—Ya lo sabes. En la vida, cada cosa tiene su momento, lo entiendes, ¿verdad?

—Pero, mamá, no sé de qué estás…

—Kihyun, no pretendo que hablemos de esto como si fuese uno de tus amigos. Solo es un consejo porque no quiero que sufras. Y sé cómo eres. Sé cómo sientes. Somos más parecidos de lo que crees, ¿sabes? Quizá aún no te hayas dado cuenta, pero Hyungwon es… complicado. Y tú, muy impaciente. No es una buena combinación.

—Da igual. Nunca me mirará de otra forma.

—No lo culpes por eso, Kihyun. Aún eres un niño…  —Mamá tenía la sonrisa más bonita y dulce del mundo—. Mi pequeño príncipe…, cada vez que te miro solo puedo pensar, ¿cómo es posible que ya hayan pasado diecisiete años desde que eras una bolita adorable y diminuta? —Tenía los ojos húmedos; ella era así, tan emocional, tan frágil…—. Descansa, cariño. Mañana podemos hacer algo juntos si nos levantamos pronto, ¿te parece?

Asentí y ella se inclinó para darme un beso antes de apagar la luz.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora