KIHYUN

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Recuerdo la primera vez que me rompieron el corazón. Yo había imaginado que sería como un crac seco, contundente, de golpe. Pero no ocurrió de esa manera, sino trozo a trozo; pedacitos pequeños, casi diminutos, punzantes.

Así fue como di la bienvenida a un año nuevo.
Tenía quince años y mis padres se habían ido a celebrar esa noche con los Chae a Brisbane, a una fiesta de unos amigos que tenían una galería de arte con la que, a veces, papá había colaborado. Estuve suplicando durante semanas, y al final me permitieron quedarme con Hoseok y Hyungwon, que iban a estar en casa con unos amigos.

Nunca antes me había "arreglado", pero ese día Blair me ayudó: un delineado casi inexistente y labial casi transparente. Estrené una camisa negra y ajustada y me dejé el cabello en ondas. Al mirarme en el espejo, me vi mayor y guapo. Sonreí hasta que Blair empezó a reírse a mi espalda.

-¿En qué estás pensando? -me preguntó.

-En que me gustaría que fuese mi primer beso.

Blair suspiró sonoramente y me arrebató el brillo de labios para aplicarse un poco delante del espejo. Se dio la vuelta y me colocó bien el pelo por el frente.

-Podrías besar a cualquier chico de clase.

-Ninguno me gusta -contesté decidido.

-Kevin Jax está loco por ti y es guapísimo, cualquiera desearía salir con él. ¿Te has fijado en sus ojos? Son de dos colores distintos.

No me importaba nada Kevin ni tampoco que Hyungwon fuese diez años más mayor. Solo podía pensar en él; en el cosquilleo que me acompañaba desde que había vuelto a Byron Bay, en lo mucho que me afectaba una mirada suya o verlo sonreír, como si todo lo demás se congelase.

Hoseok me miró ceñudo cuando salí al comedor.

-¿Qué llevas puesto?

-Un camisa.

-Un camisa muy ajustada.

-Se llevan así -repliqué y, al ver que no parecía convencido, fui hacia él y lo abracé-. Vamos, Hoseok, no seas aguafiestas, que es mi primera noche de fin de año sin los papás.

-Más te vale no darme trabajo.

-No lo haré. Te lo prometo.

Él sonrió y me dio un beso en la frente.
Me despedí de Blair y ayudé a mi hermano con los preparativos de la cena, aunque casi todo era precocinado. Hoseok puso la mesa grande en el centro del salón y yo extendí un mantel y llevé los cubiertos y los vasos. El timbre sonó mientras colocaba bien un tenedor encima de la servilleta de color amarillo. Recuerdo ese detalle porque, en ese momento, oí la voz de Hyungwon y me dio un vuelco el estómago, así que centré la mirada en los pequeños cuadraditos del estampado.

-¿Dónde dejo la bebida? -preguntó.

-Mejor ya en el comedor -le dijo Hoseok.

Me di la vuelta hacia él con las rodillas temblorosas.

No sé qué esperaba. No sé si pensaba que él me vería con aquella camisa negra y los ojos pintados y de repente dejaría de parecerle un niño pequeño, aunque siguiera siéndolo. Se fijó. Sí que lo hizo. Lo sé porque Hyungwon siempre ha sido muy transparente en sus gestos, pero no pareció sorprendido.
Dejó las botellas y me dio un beso en la mejilla.

-Cariño, ¿puedes poner un cubierto más?

Lo odié. Odié ese «cariño» con el que solía dirigirse a mí como si fuese un crío, ese que no tenía nada que ver con el tono que seguramente usaba en la intimidad. Tan tierno, tan de hermano mayor, tan... de todo lo que no quería que fuese.

Un rato más tarde llegaron los demás. Jake, Tom, Gavin y dos chicas morenas.

Apenas abrí la boca durante la cena. Tampoco tuve la oportunidad, porque Hyungwon, Hoseok y sus amigos hablaban de sus cosas, de anécdotas del pasado, de lo que habían hecho el fin de semana anterior, de lo que pensaban hacer los siguientes, de asuntos que les concernían solo a ellos y de los que yo no formaba parte. Nadie parecía reparar demasiado en mi presencia.
Estaba removiendo la comida cuando él me habló.

-¿Empiezas las clases este mes?

-Sí, en unas semanas.

La chica que tenía al lado le dijo algo que no llegué a entender y él se echó a reír y apartó la mirada de mí. Volví a concentrarme en mi plato, intentando ignorar la sonrisa que Hyungwon acababa de dedicarle a Zoe; al lado de ella, me sentí pequeño e irrelevante, totalmente transparente para él. Y lo fui durante el resto de la noche, mientras ellos bebían y hablaban y despedían el año chocando sus copas, yo con mi vaso de agua.
El nudo que tenía en el estómago se fue apretando cuando Hyungwon se terminó la tercera copa y empezó a tontear con Zoe; bailó con ella la canción que sonaba en la cadena de música, deslizando las manos por su cuerpo curvilíneo, apretándola contra él mientras reía con los ojos brillantes y le susurraba palabras al oído.

-Kihyun, ¿estás bien? -Hoseok me miró.

-Un poco cansado -mentí.

-Vete a dormir, si quieres. Bajaremos la música.

-No hace falta. Buenas noches.

Le di un beso en la mejilla a mi hermano y me despedí de los demás casi sin mirarlos antes de subir las escaleras y meterme en mi habitación. Encendí la luz de la lámpara de noche y me saqué la camisa por la cabeza, dejándolo arrugado a los pies de la cama. Sentado delante del escritorio, me quité el poco maquillaje con una toallita húmeda; miré los trazos negros que la cubrían cuando terminé y pensé que esos surcos oscuros plasmaban bien lo que había sido la noche. Todo por mi culpa, por pensar que él se fijaría en mí. Me habría conformado solo con una mirada. Una. Algo más que ese «cariño» fraternal. Cualquier pequeño gesto de Hyungwon me bastaba para guardarlo en mi memoria, aferrarme a ello...

Me puse un pijama corto y me acosté.

No podía dormir. Estuve horas escuchando la música, dando vueltas en la cama, pensando en él y en lo crío que me había sentido, arrepintiéndome por no haberme ido con mis padres a esa fiesta en Brisbane; al menos así habría evitado ser una carga para mi hermano.
No sé qué hora era cuando oí el primer golpe en la pared seguido de risas. Tragué saliva al distinguir la voz de Hyungwon desde la habitación de al lado, antes que la de ella la silenciase y no se oyera nada durante unos minutos.

Después sus gemidos y el pequeño golpeteo del cabezal de la cama contra la pared lo inundaron todo. Se me revolvió el estómago y cerré los ojos. Él embistiéndola. Y más gemidos. Dolor. Y un trozo. Un pedazo roto. Otro más.

Escondí la cabeza debajo de la almohada para llorar. Así fue como supe que hay corazones que se rompen poco a poco, en noches eternas que olvidar, en años siendo invisible, en días imaginando un imposible.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora