HYUNGWON

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Golpes. Golpes en la puerta. Abrí los ojos.
Joder, joder, joder. Kihyun estaba abrazado a mí. Lo zarandeé para despertarlo y lo conseguí a la tercera sacudida. Me miró confundido, aún soñoliento.

—Levántate. Ya. ¡Rápido! —Obedeció en cuanto me entendió—. Métete en el baño.

Me preparé mentalmente antes de abrir la puerta, pero fue en vano, porque al ver a Hoseok sonriéndome se me revolvió el estómago. Me aparté para dejarlo entrar. Parecía contento. Fue a la cocina y se sirvió él mismo un poco de café.

—¿Es de ayer? —preguntó.

—Sí, nos hemos dormido.

—¿Y eso? —Buscó el azúcar.

—Volvimos tarde. Fuimos a Brisbane, ¿no te lo había dicho? —Me froté el mentón, pero dejé de hacerlo al recordar que eso era lo habitual entre la gente que mentía: tocarse la cara, gesticular con las manos. Estaba paranoico —. Pasamos por la universidad y por la galería de arte. —«Y luego lo masturbé en los baños de un local, para finalizar el día, como guinda del pastel.» —Es verdad. ¿Cómo fue la escapada?

—Bien. —Kihyun apareció en la cocina—. ¿Qué te pareció la universidad?

—Interesante. —Se puso de puntillas para darle un beso a su hermano en la mejilla y él lo abrazó antes de que pudiese escapar—. Tengo que ir a preparar la maleta.

—¿Aún estás con esas? No jodas. Vengo directo del aeropuerto y necesito darme una ducha o mutaré en algo raro.

—Ayer no me dio tiempo. No tardaré.

Kihyun desapareció en su habitación y me esforcé por mantenerme sereno, aunque por dentro estaba a punto de sufrir un puto infarto. Hoseok se apoyó en la encimera y yo conecté dos neuronas que me quedaban por ahí y fui capaz de empezar a prepararme un café, porque lo necesitaba en vena en ese momento.

—¿Qué tal siguen las cosas por Brisbane?

—Igual, como siempre. Pocos cambios.

—¿Por dónde fuisteis?

—Cenamos en Guetta Burguer.

—¿Sigue abierto? —sonrió animado—. Qué recuerdos. Nunca olvidaré esa vez que nos emborrachamos e intentamos meternos en la cocina. El dueño era majo.

—No sé si aún será el mismo…

—Ya. ¿Y el campus? ¿Todo igual?

—Más o menos. ¿Qué tal tú?

—Bien. Un mes tranquilo.

—Alguna ventaja ha de tener tirarte a tu jefa.

Hoseok intentó darme un puñetazo en el hombro, que esquivé y, durante un segundo, sentí que todo volvía a ser como siempre entre nosotros. La sensación se evaporó en cuanto Kihyun salió de la habitación arrastrando la maleta. Su hermano se adelantó para cargarla. Sostuve el marco de la puerta tras abrirla. Hoseok ya estaba yendo al coche cuando me incliné hacia él y le di un beso en la mejilla. Un beso que duró unos segundos más de lo habitual. Él me miró dubitativo antes de darse la vuelta e irse.

Cerré, me apoyé en la pared y me froté la cara.
Intenté aferrarme a la rutina para no pensar demasiado. El surf, un rato en el mar hasta terminar agotado. Luego, trabajo. Y cuando llegó la última hora de la tarde y pensé que acabaría subiéndome por las paredes de tanto darle vueltas a lo mismo, salí a dar un paseo. Llegué a Cavvanbah y me tomé un par de cervezas con Tom, Gavin y Jake. Me concentré en escucharlos para no oírme a mí mismo. Casi era de madrugada cuando Madison se me acercó y me preguntó si la esperaba hasta que cerrase, pero negué con la cabeza, cogí las llaves que había dejado encima de la mesa y regresé a casa caminando.

No sé por qué lo hice, como tampoco lo supe la vez anterior, pero entré en la habitación de Kihyun. Y en esa ocasión me quedé paralizado en la puerta. Encima de la cama, colocado con cuidado, me había dejado el bloc de dibujo que tanto me había intrigado el mes pasado. Y al lado, una lámina; supuse que era lo que hacía el día que se negó a dejarme verlo diciéndome que aquello era suyo.

Eran dos siluetas, dos bocas, dos labios.
Un beso. El nuestro. Plasmado para siempre.
Contuve el aliento mientras me sentaba en la cama apoyando la espalda en el cabezal de madera. Cogí el cuaderno y empecé a pasar las páginas. Kihyun estaba en todas y cada una de ellas. El enfado. El dolor. La esperanza. La ilusión. Repasé los contornos de algunos dibujos, todos hechos a carboncillo, todos con cierto aire melancólico, incluso los que representaban labios cerca, respirándose, manos unidas, rozándose tímidamente.
Y cuando acabé de verlo a él, desnudo de aquella forma tan visceral, solo pude pensar que el amor sabía a fresa, tenía diecinueve años y la mirada del color del mar.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora