7. JULIO (Invierno)

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HYUNGWON

Kihyun llegó el lunes pedaleando desde el instituto. Hoseok se había ido un día más tarde; esa misma mañana había pasado por casa para dejar la maleta de su hermano. Nos despedimos con un abrazo. No quise pensar en nada cuando le palmeé la espalda. No quise pensar en él ni en todo lo que había ocurrido el último mes.

-¿Te ayudo con eso? -me ofrecí a coger su mochila en el porche, pero Kihyun negó con la cabeza y entró en casa. Lo seguí hasta la cocina-. No me saludes con tanto entusiasmo, que podría empezar a caer confeti del techo.

-Perdona. Hola.

Cogió una de las sopas instantáneas de mi madre y se dedicó a leer las instrucciones apoyado en la encimera. Llevaba una de esas camisetas ancho de cuello y son tan cortas casi dejan el ombligo a la vista. Aparté la mirada y carraspeé.

-Ya he preparado la comida.

-Gracias, pero prefiero esto.

-Ni siquiera te he dicho qué es.

-Prefiero esto a cualquier otra cosa.

Nos taladramos mutuamente con la mirada.

-Como quieras. -Abrí la nevera, cogí mi comida y me fui al salón.

Ya no hablamos más.
Ni ese día, ni el martes ni el miércoles.

Al principio intenté sacar algún tema de conversación mientras nos perdíamos entre las olas al amanecer. De vuelta en casa, cogía una manzana de la nevera, se la guardaba en la mochila y se iba al instituto en su bicicleta.
Yo me debatía entre exigir una explicación o dejarlo correr, porque por primera vez en mucho tiempo Kihyun parecía muy entero, muy despierto. No estaba seguro de qué significaba, pero el resto del tiempo estaba centrado en sus cosas.

Hacía los deberes a media tarde, a veces a mi lado en el escritorio, o bien sentado en el suelo del salón o tumbado en su cama. Después mataba las horas con los auriculares puestos o pintando un rato. Sobre todo, pintaba para él mismo, en un cuaderno que llevaba debajo del brazo a menudo, a buen recaudo, como si no quisiese dejarlo por ahí y que yo lo viese.

Y eso me jodía la vida.

Me jodía que me negase su magia, las emociones que plasmaba, los secretos enredados en su cabeza. Sabía que no tenía derecho a estar molesto, pero no podía mantener bajo control ese resentimiento. Egoístamente, quería que las cosas fuesen como antes, pero ya nunca podrían serlo porque él mudaba de piel cada mes ante mis ojos, creciendo y eligiendo sus propios caminos.


Cuando llegó el viernes, estaba tan frustrado que no podía ni concentrarme en el libro que leía mientras los grillos cantaban en mitad de la noche.

Kihyun apareció en la terraza. Llevaba una camisa azul claro muy sencilloy unos pantalones cortos blancos, pero que marcaban todas y cada una de las curvas de su torso, y unas sandalias de colores a juego con unos aros en la oreja. Los labios con un poco de brillo y sombra de ojos negro. Creo que nunca lo había visto así, tan... diferente, tan... él. O no me había fijado antes. Y maldita la hora en la que empecé a hacerlo, porque tenía algo adictivo. Ese misterio. Esa parte emocional. Lo imprevisible. Él, a secas.

-He quedado con Blair, no llegaré tarde.

-Eh, quieto ahí. -Me puse en pie antes de que él se diese la vuelta -. ¿Por qué no me lo has dicho antes?, ¿no has pensado que a mí también me apetecería salir un rato?

-¿Y qué te lo impedía? -replicó.

-Que creí que estarías aquí, por ejemplo.

-Si no recuerdo mal, eso no pareció ser un problema para ti la semana pasada.

-Kihyun. -Lo cogí del codo y él me sostuvo la mirada-. No me desafíes. Vives bajo mi techo, así que antes de hacer algo, me lo consultas.
¿Viene alguien a recogerte?

-No, voy andando.

-De eso nada.

-Me apetece dar un paseo.

-Ni de broma. Te acercaré.

Vi cómo se mordía la lengua mientras yo iba a por las llaves del coche.

Me daba igual que le doliese que lo tratase como a un niño, porque, a fin de cuentas, es lo que era. Que tenía diecinueve años, joder. Me lo repetí todas las veces que pude, no sé si como reproche hacia él o solo para recordármelo.

Ninguno de los dos dijimos nada durante el trayecto hasta Byron Bay. Conduje hacia una casa cerca de la playa que era grande y tenía dos alturas. Paré delante. Se escuchaba música que provenía de dentro y, no sé por qué, sentí el impulso de apretar el acelerador y llevármelo lejos, solo nosotros dos.
Pasar aquella noche en cualquier lugar, paseando por la arena o en nuestra terraza; leyendo, escuchando música, hablando, bailando, pintando o tan solo estando en silencio, compartiendo el momento.
Aferré el volante con fuerza.

-¿A qué hora paso a recogerte?

-No será necesario, gracias.

Cerré el seguro antes de que Kihyun pudiese abrir su puerta. Se volvió hacia mí con el ceño fruncido y la boca tensa, contraída en una sola línea. Esa boca desafiante... -No me importa si te quedas hasta las tantas. Está bien, diviértete, disfruta. Pero dime una maldita hora. Y a esa hora estaré aquí, delante de la puerta. Y espero que tú también. ¿Me he explicado?

-¿No puede acercarme algún amigo...?

-No, a menos que quieras que entre, los conozca a todos y tenga una charla con ellos para que entiendan que me enfadaré mucho si a alguno se le ocurre beber y dejar que montes en su coche. Y créeme, no les gustará verme enfadado. Además, sospecho que a ti no te va la idea de que me comporte como tu niñera oficial, así que hagamos las cosas fáciles, Kihyun.

-A las tres -dijo secamente.

-Hecho. Aquí estaré. Diviértete.

No sé si llegó a oírme antes de cerrar con un portazo.

Paré delante del mar tras conducir un rato. Podría haber vuelto a casa, pero dejé las sandalias dentro del coche y caminé por un sendero hasta la playa. Oí el rugir de las olas cerca. Me tumbé en la arena, con las manos en la nuca, y contemplé las estrellas que salpicaban el cielo.

Y pensé en él. Pensé en mí. Pensé en todo.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora