KIHYUN

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Blair salió de su casa poco después de que llamase al timbre y caminamos juntos por la calle bajo el sol de la tarde. Soplaba un viento suave y decidimos sentarnos en la terraza de una cafetería que frecuentábamos tiempo atrás. Yo siempre solía pedirme un café y una magdalena de plátano con chocolate que estaba casi tan rica como la tarta de queso de Georgia. Blair, en cambio, era más de salado y a veces se comía una ración pequeña de patatas fritas mientras hablábamos sin parar. Pasábamos todo el día juntos, mano a mano.

—Ya pensaba que no vendrías —dijo.

—Fui a bucear con Hyungwon y se hizo tarde.

—¿A bucear? —sonrió—. Qué envidia.

—Ha estado bien —admití.

En realidad, había sido mucho más. Estimulante. Intenso. Estar flotando en medio del océano, sintiéndome liviano mientras los peces se arremolinaban a mi alrededor como puntos de colores que bailaban desordenados. Y Hyungwon cerca acompañándome.

—Yo tomaré patatas fritas al punto de sal y un refresco —pidió Blair cuando la camarera nos atendió—. ¿Qué quieres tú?

—Una magdalena de plátano y café con leche descafeinado.

—De acuerdo, chicos, vuelvo enseguida.

—¿Sabes? Me estaba acordando de ese día que le gastamos una broma a Matt llenando su taquilla de purpurina y terminamos aquí riéndonos, hasta que lo vimos a lo lejos y echamos a correr…

—Pero nos pilló porque yo volví para coger el trozo de magdalena que me había dejado. Lo recuerdo. También que sus libros brillaron durante un par de semanas.

Blair se echó a reír y terminé contagiándome un poco de su buen humor y de esa facilidad que ella tenía para conseguir que todos los momentos sumasen en vez de restar. Ella había sido la mejor amiga del mundo y yo me había esforzado durante meses por alejarla de mí porque, de algún modo, sabía que si la mantenía cerca acabaría por hacerle daño y decepcionarla.

—¿Cómo te va en el instituto?

—Bastante mejor que antes.

—¿Al final irás a la universidad?

Me encogí de hombros. No quería hablar de eso.

—¿Tú estás contenta con el trabajo?

—Mucho, a pesar de que sea agotador.

—Siempre te han gustado los niños.

Nos trajeron el pedido y empecé a comerme la magdalena a trocitos, desmenuzándola con los dedos, distraído. La saboreé despacio, recordando las palabras de Hyungwon, degustando el plátano que contrastaba con el amargor suave del chocolate.

Alcé la mirada hacia Blair, vacilante.

—Creo que sigo sintiendo algo por él.

—Te refieres a Hyungwon, ¿verdad?

—Sí. ¿Por qué…, por qué me pasa?

—Porque te gusta. Siempre ha sido así.

—Me gustaría poder enamorarme de otra persona.

—No podemos elegir eso, Ki —me miró con cariño—. ¿Cómo es la convivencia?

Lo pensé. Llevaba cuatro meses y medio viviendo en esa casa perdida en medio de la naturaleza. No guardaba muchos recuerdos de los primeros dos meses, esos que pasé encerrado en mi habitación. Marzo había sido caótico; enfadarme con él, perder el control en el Bluesfest, empezar a pintar de verdad. Así que, al llegar abril, Hyungwon había tensado más las cuerdas, obligándome a tomar una decisión. Y es que a veces, quedarte tal y como estás resulta más sencillo y cómodo que tener que esforzarte y afrontar cambios.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora