Los reflejos del sol me cegaban y tuve que llevarme una mano a la frente para ver cómo Hyungwon se movía entre las olas, deslizándose por ellas antes de dejarlas atrás y caer al agua. Salió unos segundos después y se quedó flotando boca arriba con los ojos cerrados. Lo observé. Y hacerlo me calentó el corazón. Él, en medio del mar, bajo la luz tibia del amanecer. Encajaba tan bien allí. Era como si todo hubiese sido creado para él; aquel lugar, la casa, la vegetación salvaje que rodeaba la playa… Me acerqué nadando, aún sobre la tabla de surf.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Nada. Solo… no pensar.
—¿Cómo se hace eso?
—Deja la tabla y ven aquí.
Me acerqué a Hyungwon. Mucho. Más cerca de lo que habíamos estado aquella semana en la que él se había limitado a evitarme y yo a permitir que lo hiciese dejándole espacio. Gotitas de agua brillaban en sus pestañas y en sus labios mojados y entreabiertos.
—Ahora túmbate, haz el muerto.
Obedecí y me quedé flotando delante de él. El cielo era de un azul intenso, sin nubes.
—Y piensa solo en lo que te rodea, en el mar, en mi voz, en el movimiento del agua… Cierra los ojos, Kihyun.
Lo hice. Y me sentí liviano, etéreo. Sentí la calma, la ausencia de miedo… Al menos hasta que Hyungwon me tocó. Entonces me estremecí, perdí la concentración y me moví en el agua. Solo había sido un roce en mi mejilla, pero un roce sin razón, inesperado.
Hyungwon respiró hondo.—¿Volvemos a casa?
Asentí con la cabeza.
No hicimos mucho durante el resto del día. Tal como había planeado, dormí un poco la siesta después de comer, tumbado en la hamaca. Me desperté cuando oí el maullido insistente de la gata, que estaba sentada en el suelo de madera sin dejar de mirarme. Me levanté bostezando y fui a buscarle algo de comida. Le hice compañía mientras se terminaba el aperitivo; luego se lamió un poco y se marchó tras los matorrales que crecían alrededor de la casa de Hyungwon.
Saqué las cosas a la terraza y cogí las pinturas. El bote negro, el gris, el blanco. Y el rojo.
Hyungwon se despertó poco después, cuando yo ya estaba concentrado. Me observó un rato, sentado cerca mientras se fumaba un cigarro y bostezaba, aún con el pelo alborotado y las marcas de la sábana en la mejilla. Deseé besarlo justo ahí. Borrar esas líneas con los labios y después…, después aparté la mirada porque él decía que no podía ser y yo lo entendía, pero cada vez tenía más miedo de terminar cometiendo alguna locura, porque quería…, lo quería.—¿Qué estás dibujando? —Dio una calada.
—Aún no lo sé.
—¿Cómo puedes no saberlo?
—Porque solo…, solo me dejo llevar.
—No lo entiendo —dijo en un susurro mientras contemplaba las líneas sin sentido que yo trazaba despacio, tan solo pensando en lo agradable que era remover la pintura, mezclarla, sentirla. Él se cruzó de brazos frustrado—. ¿Cómo lo haces, Kihyun?
—Es abstracto. No hay secretos.
Hyungwon se frotó el mentón y, por primera vez, no pareció gustarle lo que vio. Pero creo que no fue por el cuadro, sino por su propio bloqueo, por no poder entenderse a sí mismo. Yo me quedé pintando un poco más, sin límites ni pretensiones, tan solo haciéndolo y disfrutando del atardecer que empezaba a oscurecer el cielo. Cuando algunos grillos empezaron a cantar, limpié los pinceles y entré en casa para ayudarlo a hacer la cena.
La preparamos codo con codo. Un pastel hecho al horno de patatas, soja y queso, una de las comidas preferidas de Hyungwon. Lo degustamos en silencio, sentados en la mesa del salón con forma de tabla de surf, hablando de vez en cuando de cosas sin importancia, como que la gata se había pasado por allí aquella tarde o que deberíamos ir a comprar esa semana.Quité los platos mientras él se preparaba el té.
Esa noche, en vez de salir a la terraza como casi siempre solíamos hacer, Hyungwon se sentó en el suelo delante del tocadiscos y sacó el montón de vinilos apilados. Me acomodé a su lado con las piernas cruzadas, también descalzo.Descartó un par de discos y sonrió.
—Esta es la mejor portada del mundo.La levantó frente a mis ojos y yo tragué saliva al ver la ilustración colorida, los cuatro componentes del grupo dibujados justo encima del título amarillo, «The Beatles. Yellow Submarine». Hyungwon lo puso y empezó a sonar el ritmo infantil, la voz entre el sonido de las olas mientras él movía los dedos siguiendo el compás. Sonrió divertido y cantó cuando llegó la parte del estribillo, sin ser consciente de lo que para mí significaba esa canción, de que cada «todos vivimos en un submarino amarillo» era un «te quiero» que se me había quedado atascado en la garganta.
Aunque parecía que el corazón se me iba a salir del pecho, no pude evitar reírme cuando se tumbó en el suelo sin dejar de cantar el estribillo.—Cantas fatal, Hyungwon.
Aún sonreía cuando me dejé caer a su lado. Giró la cabeza hacia mí. Estábamos tan tan cerca que me llegó el cosquilleo de su aliento. Su mirada descendió hasta mis labios y se quedó ahí durante unos segundos llenos de tensión. Se incorporó con brusquedad y volvió a buscar entre los discos de vinilo hasta que me mostró uno.
—¿Abbey Road? —decidió.
—¡No! Ese no. Es que…
—Vamos, es mi preferido.
Analicé con otros ojos la mítica portada en la que los Beatles aparecían cruzando el paso de cebra. A mí también me encantaba, pero la canción número siete… no había vuelto a escucharla y no quería hacerlo, ni entonces ni nunca. Siempre me la saltaba, siempre. Al final asentí con la cabeza, decidiendo que haría eso mismo, y Come together inundó el salón antes de que Something la siguiese.
Estuvimos charlando un rato, tumbados muy cerca. Yo lo escuché fascinado mientras hablaba de Paul Gauguin, que era uno de sus pintores preferidos, todo color con su estilo sintetista. Su obra maestra fue ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?, y la pintó justo antes de intentar suicidarse. También le gustaba Vincent van Gogh y, mientras sonaba Oh! darling y él hacía el tonto cantando, caí en la cuenta de que ninguno de esos dos artistas había triunfado en sus respectivas vidas y que estas habían estado un poco unidas a la locura.—¿Y a ti? ¿Quién te gusta? —preguntó Hyungwon.
—Muchos. Muchísimos.
—Venga, dime uno en concreto.
—Monet me trasmite algo especial y hay una frase suya que me encanta.
—¿Cuál es?
—«El motivo es para mí del todo secundario; lo que quiero representar es lo que existe entre el motivo y yo». —recité de memoria.
—Una buena frase.
—¡Pero si tú siempre quieres saber el motivo! Te pasas todo el tiempo preguntando: «¿Qué significa eso, Kihyun?» —imité su voz grave y ronca—. «¿Qué es ese punto rojo de ahí?, ¿qué intentas decir con esta línea?»
—No puedo evitarlo. Soy curioso.
Me quedé callado, relajado, sin apartar la mirada de las vigas del techo de madera, pensando que aquello era perfecto; estar a su lado, pasar el sábado en el mar, entre pintura y música, cocinando juntos, haciendo lo que se nos ocurriese… Deseé que fuese eterno.
Y justo entonces empezaron a sonar los primeros acordes. Eran débiles, suaves, pero podría haberlos reconocido en cualquier lugar del mundo. Here comes the sun. Me tensé al instante. Me apoyé en el suelo para incorporarme lo más rápido posible y levantar la aguja de ese surco, pero Hyungwon se interpuso en mi camino. Me asustó cuando colocó cada una de sus manos a un lado de mi cuerpo. Intenté escapar, pero me retuvo abrazándome, muy pegado a él.—Lo siento, Kihyun.
—No me hagas esto, Hyungwon. No te lo perdonaré.
Las notas se alzaron rizándose a nuestro alrededor.
El abrazo de él se hizo más envolvente.
Me moví intentando salir, intentando huir…
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Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)
FanfictionBienvenidos queridos lectores. Segunda adaptación, espero que les guste. Más detalles dentro de la historia (≧▽≦). * Hyungwon x Kihyun * Primera parte de mi segunda adaptación * Contenido BL, si no es de su agrado siga su camino.