KIHYUN

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El caos se desató en cuanto entré en casa de los Chae; los gemelos se lanzaron hacia mí, aferrándose a mis piernas como hacían con todo el mundo mientras su padre intentaba apartarlos y Emily me daba un beso en la mejilla.

Conseguí llegar a la cocina siguiendo a Hoseok, y Georgia nos abrazó a los dos como si llevara años sin vernos; a Hoseok le revolvió el pelo y le pellizcó la mejilla diciéndole que «estaba tan guapo que era un delito que saliese a la calle», y a mí me meció con delicadeza, como si creyese que fuese a romperme si lo hacía más fuerte. No sé por qué, pero me emocioné como no lo había hecho las semanas anteriores. Quizá fue porque olía a harina y me recordó las tardes que ella y mamá pasaban en nuestra cocina hablando y riendo, con una copa de vino blanco en la mano y la encimera llena de ingredientes. O porque estaba bajando las defensas. La idea me aterró. Volver a sentir tanto…

Fui al salón y me senté en un extremo del sofá deseando fundirme con la pared. Estuve un rato con la mirada fija en los pequeños hilitos que sobresalían de un lado de la alfombra, oyendo la voz fuerte y serena de Hoseok mientras hablaba con Daniël de un partido de fútbol australiano. Me gustaba verlo con el padre de Hyungwon porque volvía a ser el de siempre, animado y relajado como si nada hubiese cambiado.

Hyungwon llegó media hora más tarde; el último, claro.

Me dio un codazo cuando nos sentamos a comer.

—¿Preparado para volver mañana a la diversión?

—¿Qué tonterías dices, hijo? —replicó su madre—. Espero que no estés haciendo de las tuyas; Kihyun necesita tranquilidad, ¿verdad, cariño?

Asentí y removí la comida.

—Estaba bromeando, mamá. Pásame las patatas.

Georgia le tendió el bol desde el otro extremo de la mesa y el resto de la comida fue como de costumbre: conversaciones de lo más variopintas; los gemelos lanzando algunos guisantes y Hyungwon riendo la gracia mientras su hermano y Emily se lo reprochaban con muecas; Hoseok hablando con Daniël de su trabajo en Sídney, y yo contando los minutos que faltaban para regresar a casa y no tener que morirme un poco por dentro viendo a mi alrededor todo lo que no sabía cómo volver a disfrutar. Era como si no recordase cómo ser feliz.

«¿Se podía aprender a serlo?»

Como andar en bicicleta. Mantener el equilibrio, colocar bien las manos en el manillar, la espalda recta, la mirada al frente, los pies en los pedales… Y aún más importante, ¿era lo que quería?

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora