KIHYUN

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—¿Te apetece que este sábado vayamos a Brisbane?

—¿Para qué? —Miré a Hyungwon, que estaba en la hamaca.

—Ya lo hablamos; podríamos ver la universidad, el campus, dar una vuelta…

—No lo sé…, y me voy el domingo.

—No volveremos tarde. Venga, di que sí.

Sonrió y yo no pude negarme, así que, tres días después, los dos estábamos dentro del coche de camino hacia la ciudad. Eran casi dos horas de viaje, de modo que me relajé quitándome las sandalias y puse la radio, dejando un programa sobre noticias locales. Hyungwon conducía tranquilo, con un brazo apoyado en la ventanilla y el otro en el volante. Llevaba puestas unas gafas de sol oscuras y una camiseta de algodón con el dibujo de una palmera en el centro del pecho. Recordé la sensación de dormir justo ahí, apoyado sobre él, abrazando la calidez que desprendía. Ojalá pudiese ser… Aparté la mirada y me detuve en los colores que dejábamos atrás: en el verde de las hojas de los árboles, en el gris borroso del asfalto y el trozo de cielo azul que se veía a través del espejo retrovisor. El mundo era demasiado bonito para no desear pintarlo.

—¿En qué estás pensando? —Hyungwon bajó el volumen de la radio.

—En nada. En los colores. En todo.

—Una respuesta un poco ambigua.

Él se rio. A mí me encantaba el sonido de su risa.

No hablamos demasiado antes de llegar a Brisbane. La ciudad nos recibió con sus calles amplias y llenas de vegetación. Hyungwon condujo hacia la universidad y yo empecé a notar una sensación rara en la tripa, porque me ponía nervioso mirar todo aquello y pensar que, quizá, en medio año estaría allí, solo y lejos de todo lo que conocía y quería.

—¿Estás preparado? —Ya había aparcado.

—No lo sé.

—Vamos, yo sé que sí. —Hyungwon salió del coche, lo rodeó y abrió la puerta del copiloto. Me tendió la mano. Yo la acepté y tiró con suavidad—. Mente abierta, Kihyun. Y piensa en todo lo que querías hacer antes, ¿vale? Te debes eso a ti mismo.

Lo seguí en silencio. Recorrimos el campus. A Hyungwon le brillaron los ojos en cuanto empezó a recordar sus años de estudiante en aquel lugar. Me enseñó el sitio en el que solía sentarse con sus compañeros a almorzar dentro de la cafetería, el trozo de césped bajo un árbol al que se escapaba a leer un rato con un cigarrillo entre los labios cuando se saltaba alguna que otra clase; me contó anécdotas curiosas de los profesores que le tocaron y cosas que le ocurrieron en aquel recinto lleno de historias.

La gente con la que nos cruzábamos parecía tranquila y había muchos alumnos con material de dibujo entrando y saliendo de las aulas o recorriendo los pasillos. Tragué saliva recordando las veces que me había imaginado así mismo, aprendiendo allí, con ganas de comerme el mundo y plasmar y sentir y mostrar…

—¿Estás bien, Kihyun?

Asentí.

—Vamos a comer algo.

Nos sentamos en una de las cafeterías y pedimos dos sándwiches vegetales y un par de refrescos. Comimos en silencio. Y no podía dejar de mirar a mi alrededor, empaparme de todo aquello, de las risas de la mesa de al lado, del chico que dibujaba ajeno a todo sentado en un rincón y con los auriculares puestos, de la independencia que parecía envolverlos.

—Me habría encantado estar aquí hace diez años —susurré—, y vivir esto contigo, compartirlo todo… ¿Por qué la vida es tan injusta?

Hyungwon sonrió ladeando la cabeza.

—Ni te imaginas lo niño que pareces ahora mismo.

—No hace falta que te burles, solo era un pensamiento.

Hyungwon atrapó mi muñeca por encima de la mesa y su pulgar trazó un par de círculos sobre mi piel. Sentí un escalofrío.

—No lo decía en ese sentido. ¿Nunca has escuchado que en esta vida tenemos que mantener siempre despierto al niño que llevamos dentro? Pues no lo pierdas nunca, porque el día que lo hagas se habrá ido una parte de ti. —Su mirada descendió hasta fijarse en nuestras manos unidas—. A mí también me habría gustado… compartir esto contigo. Aunque habría tenido sus partes malas, claro.

—¿Cuáles?

—Serías el mejor del curso. Yo habría intentado copiarte en algún examen después de faltar a clase durante un mes y probablemente tú me habrías mandado a la mierda.

Me reí. Moví los dedos y rocé los suyos. Él solo respiró con más fuerza, pero no se apartó. Tenía la piel suave, las uñas cortas y masculinas.

—No es verdad. Te habría dejado copiar.

—Qué considerado. ¿Y nada más? ¿Habrías aceptado una cita?

Tenía un nudo en la garganta y no podía dejar de mirarlo.

—Depende de cuáles hubiesen sido tus intenciones.

—Sabes que todas malas, cariño.

—Hay cosas malas que valen la pena.

Un músculo se tensó en su mandíbula y me soltó de golpe. Deslizó la mano por la mesa hasta volver a posarla sobre el respaldo de su silla.

Nos levantamos poco después y recogimos las bandejas de la comida. Recorrimos un poco más el campus antes de ir a dar un paseo por South Bank. Caminamos por la orilla del río dejando atrás el Victoria Bridge y llegamos a GoMa, la galería de arte moderno y contemporáneo más grande de Australia. El pabellón estaba diseñado para armonizar la naturaleza y la arquitectura aprovechando el enclave cerca del río, y el ambiente era espléndido.

No sé cuántas horas estuvimos allí dentro, pero se me pasaron volando. Observé y admiré cada obra, fijándome en los colores, las texturas y los volúmenes, en cada nimio detalle. A ratos Hyungwon desaparecía o lo encontraba sentado unas salas más allá, pensativo y paciente. No me metió prisa. Hasta que le dije que ya estaba bien por aquel día y que había llegado la hora de irnos.
Regresamos caminando hacia el coche. Una vez dentro, él apoyó las manos en el volante.

—¿Te apetece dar una vuelta o quieres volver ya a casa?

—¿Qué me propones?

—Dejarte llevar a ciegas.

—No puede salir nada malo de ahí, ¿no?

—Espero que no —susurró muy bajito.

Su mirada resbaló por mi rostro hasta quedarse anclada en mis labios. Se me dispararon las pulsaciones. Él sacudió la cabeza y arrancó el coche. Yo pensé en algo que había leído tiempo atrás en un artículo que recopilaba palabras que definían conceptos que no existían en nuestro idioma.
Mamihlapinatapai, en yámana, significaba «una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean, pero que ninguno se anima a iniciar».

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora