KIHYUN

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Me quedé allí, de pie y en medio de la acera, mientras Hyungwon desaparecía calle abajo. Tragué saliva al notar las pulsaciones más rápidas y bajé la vista al suelo. Había una hoja justo al lado del zapato de Blair. Era rojiza, con las pequeñas membranas dibujándose en su interior como un esqueleto que crecía bajo la piel llena de color. Aparté la mirada al pensar en la tonalidad, en la mezcla que daría ese resultado.

—¿Me acompañas a por el champú y vamos a comer?

Asentí, ¿cómo negarme? No solo porque Hyungwon me hubiese obligado a hacerlo, sino porque era imposible ignorar el anhelo que escondían los ojos de Blair, siempre tan transparente incluso cuando se esforzaba por no serlo.

Así que volví a internarme de nuevo con ella en la zona de droguería, y después nos dirigimos hacia un local que estaba cerca, en el que hacían ensaladas variadas y siempre servían pescado fresco.

—Por lo que veo, la convivencia con Hyungwon va bien.

Rodeé la mesa para sentarme enfrente de Blair.

—Algo así, hoy no ha sido su mejor día.

Ella me miró con interés cuando el camarero se marchó después de que hiciéramos el pedido. Me fijé en el movimiento rítmico de sus piernas por debajo de la mesa y supe que estaba nerviosa, sin saber cómo romper el hielo, algo que solo me hizo sentir peor.

—¿Sigues sintiendo algo… todavía?

No hizo falta más para que la entendiese.

—No. —«Porque ahora ya no siento nada», quise añadir, pero dejé que las palabras bajasen por mi garganta, impidiéndoles salir. Qué lejos parecía aquella época en la que me pasaba todo el día junto a Blair, jugando a hacernos mayores cuando aún éramos unas crías, hablándole constantemente de él, de Hyungwon, de lo mucho que lo quería, de lo especial que era, de lo que pedí al soplar las velas en mi cumpleaños número diecisiete fue poder besarlo alguna vez y saber qué sentiría al hacerlo. Respiré hondo, incómodo y con la boca seca. Y después me propuse ser normal durante esos tres cuartos de hora que quedaban; o lo más cerca que pudiese llegar a estar de ese concepto—. ¿Qué tal te va en el trabajo?

Ella sonrió animada y feliz por tener algo de qué hablar.

—Bien, bien, aunque es mucho más sacrificado de lo que esperaba. Los niños no paran quietos ni un momento, te juro que la primera semana tuve agujetas. Y los padres…, en fin, algunos deberían hacer un cursillo educativo antes de ponerse a procrear.

Esbocé una sonrisa trémula que casi me dolió.

—Es lo que siempre has querido hacer.

—Sí que lo es. ¿Y tú? ¿Vas a ir a la universidad?

—Eso parece —me encogí de hombros.

Había sido mi sueño tiempo atrás, pero en esos momentos me resultaba difuso, una carga. No quería irme. No quería estar solo en Brisbane. No quería tener que conocer a gente nueva cuando ni siquiera era capaz de relacionarme con las personas que me habían visto crecer. No quería pintar ni estudiar nada que tuviese que ver con eso. No quería, pero Hoseok… Mi hermano había pasado de vivir pegado a una tabla de surf y caminar descalzo a todas horas a ponerse un traje que odiaba para trabajar como director administrativo de una importante agencia de viajes, porque él siempre había sido el mejor con los números y uno de los socios del negocio conocía a mi padre y le había ofrecido el puesto dos semanas después del accidente. Recuerdo que Hoseok le dijo que «no se arrepentirá», y mi hermano era un hombre de palabra, de los que siempre cumplen lo que se proponen;
como ahorrar hasta el último dólar para que yo fuese a la universidad.

Y por mucho que odiase la idea, no quería decepcionarlo, no quería causarle más dolor y más problemas, pero no sabía cómo dejar de sentirme así, tan triste, tan vacío…

—Hyungwon parece muy directo —dijo Blair.

—Lo es. —Y estaba enfadado con él.

—También parece que se preocupa por ti.

Bajé la mirada al plato y me concentré en el color verde intenso de la lechuga, tan vibrante, el rojo del tomate y el ámbar de las pepitas, el amarillo de los granos de maíz y el morado oscuro, casi negro, de las pasas. Tomé aire. Era bonito. Todo era bonito; el mundo, el color, la vida, así lo veía antes. Si miraba a mi alrededor, solo encontraba cosas que quería transformar; plasmar mi propia versión de una ensalada, de un amanecer frente al mar o de ese bosquecillo que había delante de mi antigua casa y que, al ver la expresión de Hyungwon contemplándolo, me hizo desear pasar el resto de mi vida con un pincel en la mano.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora