La puerta de su habitación seguía cerrada.
Llevaba en mi casa casi tres semanas y cada día, cuando llegaba del instituto, comía en silencio lo que le hubiese preparado, sin protestar ni poner objeciones, y después se encerraba entre esas cuatro paredes. Las pocas veces que entré, estaba escuchando música con los auriculares o dibujando con un bolígrafo de punta fina; nada interesante, solo figuras geométricas, repeticiones, borrones sin sentido.
Probablemente, la frase más larga que me dirigió fue durante la primera noche, cuando me dijo que el té llevaba teína. Después, nada. De no haber sido porque había un cepillo de dientes más en mi cuarto de baño y estaba aficionándome a eso de ir a hacer la compra de vez en cuando, apenas habría notado su presencia. Kihyun solo salía para comer, cenar y acudir a clase.
Como era de esperar, mi madre había venido un par de veces a traer fiambreras, a pesar de que me había dejado caer varios días por la cafetería para dar parte de que todo iba bien, comer tarta sin pagar y pasar un rato con Hyunwoo, que, si en algún momento mis padres dejaban de ser adictos al trabajo, tomaría el relevo del negocio.
—¿Cómo van las cosas? —me preguntó.
—Supongo que van. O no, qué coño.
—Es una situación complicada. Ten paciencia. No hagas de las tuyas.
—¿De las mías?
—Sí, ya sabes, alguna mierda que se te cruce por la cabeza y que no tenga mucho sentido.
Me reí y me bebí el café de un trago. Nunca había sido amigo de Hyunwoo, no éramos ese tipo de hermanos que salen juntos por ahí y terminan emborrachándose o pasando el rato. No teníamos nada en común y, probablemente, si la sangre no nos hubiese unido de por vida, habríamos sido dos desconocidos que jamás se habrían dirigido más de un par de palabras.
Hyunwoo era serio y un poco estirado, responsable y sensato, supongo. De pequeño, solía tener la sensación de que él se había quedado un poco rezagado en la vida que teníamos en Melbourne, como si lo hubiesen arrancado de allí de cuajo para dejarlo en un lugar que no comprendía bien.
Conmigo había sucedido al revés. Ese trozo de costa era mi sitio, casi creado para mí al milímetro; la libertad, el poder caminar descalzo a todas horas, el surf y el mar, la vida relajada y el ambiente bohemio. Todo.
Caminé por las calles de Byron Bay tras despedirme de mi hermano y compré algunas frutas ecológicas. Después, mientras me dirigía hacia casa, llamé a Hoseok. Habíamos hablado el día anterior, pero él tuvo que colgar enseguida, después de un par de frases, cuando lo avisaron de que llegaba tarde a una reunión.
—¿Cómo va eso? —me preguntó.
—Tengo algunas dudas nuevas.
—Soy todo oídos —contestó.
—Kihyun se pasa el día encerrado en la habitación.
—Ya te lo dije. Necesita su espacio.
—¿Puedo quitarle ese espacio?
Hubo un silencio al otro lado de la línea.
—¿Qué intentas decirme, Hyungwon?
—¿Nunca le has pedido que deje de encerrarse y punto?
—No, no funciona así, el psicólogo dijo…
—¿Tengo que seguir esas normas? —insistí.
—Sí —pidió—. Es cuestión de tiempo. Lo ha pasado mal.
Reprimí el impulso de llevarle la contraria y me mordí la lengua.
Después me habló del trabajo que estaba haciendo allí, de la organización que había llevado a cabo durante esas tres semanas. Quizá, con un poco de suerte, podría reducir algunos meses su estancia en Sídney. No quise aferrarme antes de tiempo al alivio que sentí.
Ese día era sábado. Llevaba toda la mañana encerrado y estaba empezando a perder la paciencia, a pesar de que Hoseok llegaría el lunes y yo recuperaría la normalidad durante siete días. No es que no lo entendiese, claro que comprendía su dolor, pero eso no cambiaba las cosas, el presente. Según el psicólogo al que Hoseok le había llevado durante unas cuantas sesiones, no estaba avanzando correctamente a través de las fases de duelo. En teoría, seguía anclado en la primera, la negación, aunque yo no estaba del todo de acuerdo con eso. Quizá fue lo que me hizo llamar a su puerta.
Kihyun levantó la cabeza y se quitó los auriculares.
—Hay buenas olas, coge tu tabla.
Él parpadeó confundido. Ahí fue cuando me percaté de que las propuestas que le hacían estaban formuladas como una pregunta. Propuestas que Kihyun siempre se encargaba de rechazar. En mi caso no se trató de algo cuestionable.
—No me apetece, pero gracias.
—No me las des. Mueve el culo.
Me miró alarmado. Vi su pecho subiendo y bajando al ritmo de su respiración acelerada, como si no hubiese esperado un ataque así, repentino, después de tantos días de calma. Yo tampoco lo había planeado, y le había prometido a mi mejor amigo que no haría algo semejante, pero me fiaba de mi instinto. Y había sido instintiva la necesidad de sacarlo de esa habitación, las ganas de arrastrarlo y alejarlo de ese lugar. Kihyun se sentó recto, tenso.
—No quiero ir, Hyungwon.
—Te espero fuera.
Me tumbé en la hamaca que tenía colgada de dos vigas de la terraza, esa en la que leía por las noches o cerraba los ojos mientras escuchaba música.
Esperé. Diez minutos. Quince. Veinte. Veinticinco. Apareció al cabo de media hora, con la nariz arrugada de disgusto, el pelo recogido en una pequeña coleta y cara de no entender la situación.
—¿Por qué quieres que vaya?
—¿Por qué quieres quedarte?
—No lo sé —contestó en voz baja.
—Yo tampoco. En marcha.
Kihyun me siguió en silencio y atravesamos la corta distancia hasta la playa. La arena blanca nos recibió caliente bajo el sol del mediodía y él se quitó la playera quedándose solo en shorts. No supe por qué, pero aparté la mirada con brusquedad y la fijé en la tabla antes de tendérsela.
—Es muy corta —se quejó.
—Como tiene que ser. Más agilidad.
—Menos velocidad —replicó.
Le sonreí, no por la respuesta, sino porque por primera vez en aquellas tres interminables semanas estábamos manteniendo algún tipo de conversación. Me dirigí hacia el agua y él me acompañó sin rechistar.
A pesar de que la ciudad era la meca de muchos surfistas, las olas no solían ser grandes; sin embargo, aquel día se daba un fenómeno conocido como «la famosa ola de Byron Bay». Sucedía cuando se juntaban tres points al subir la marea, creando una larga ola que avanzaba hacia la derecha, comenzando en la punta del cabo y entrando en la bahía con tubos regulares y sincronizados.
Yo jamás perdía una ocasión como esa.
Nos dirigimos hacia una zona más profunda. Una vez allí, permanecimos en silencio, sentados sobre nuestras tablas de surf, esperando el momento perfecto, esperando… Kihyun reaccionó y me siguió cuando le hice una señal y me moví, oliendo el nacimiento de una ola buena, la energía creciente en el agua en calma.
—Ya viene —le susurré.
Luego nadé mar adentro, apurando el tiempo, y me puse de pie en la tabla antes de deslizarme sobre la ola y bordearla, imprimiendo velocidad para hacer una maniobra. Sabía que Kihyun me seguía. Podía sentirlo a mi espalda, abriéndose paso por la pared de la ola.
Feliz, lo miré por encima del hombro.
Y un segundo después, él ya no estaba.
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Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)
FanfictionBienvenidos queridos lectores. Segunda adaptación, espero que les guste. Más detalles dentro de la historia (≧▽≦). * Hyungwon x Kihyun * Primera parte de mi segunda adaptación * Contenido BL, si no es de su agrado siga su camino.