KIHYUN

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Contemplé los colores borrosos que dejábamos atrás mientras avanzábamos por la carretera. Hacía sol y no había nubes. Giré la cabeza para mirar el perfil de Hyungwon y quise memorizar aquella imagen: él conduciendo relajado con un brazo apoyado en la ventanilla, la diminuta cicatriz que le cruzaba la ceja izquierda y que se había hecho a los dieciséis años al darse un golpe con el borde de la tabla de surf, su mandíbula recién afeitada esa misma mañana, cuando yo había insistido en pasarle la cuchilla por las partes que se había dejado mal y un poco a medias, porque era así de dejado para todo… Él alargó una mano y la posó sobre mi rodilla. Yo estaba muy nervioso.

—Recuerda que no tienes por qué hacer esto, Ki, solo si tú quieres. Si en algún momento te echas atrás, solo dímelo y daré media vuelta de inmediato y haremos cualquier otra cosa, como pasar el día por ahí o comer en la playa. Yo solo quería darte todas las opciones.

—Ya lo sé. Pero quiero seguir adelante.

No calculé cuánto tiempo estuvimos dentro del coche, porque mis pensamientos estaban en otro lugar lleno de recuerdos a los que les estaba quitando el polvo lentamente. Quizá fue una hora. Quizá fueron dos. Cuando paramos en medio de una urbanización llena de casitas pintadas de blanco, el nudo que tenía en la garganta apenas me dejaba respirar.

Él me tendió la mano. Yo la cogí.

—¿Estás listo? —preguntó inquieto.

—Creo que nunca lo estaré —admití—, así que será mejor hacerlo cuanto antes.

Abrí la puerta del coche y salí. La humedad impregnaba el ambiente y tan solo se oía el cantar de los pájaros y el susurro de las ramas de los árboles que el viento sacudía. En aquel lugar se respiraba tranquilidad. Fijé la mirada en el buzón con el número 13 y luego contemplé la vivienda de dos plantas, la valla blanca que la rodeaba y el pequeño jardín alfombrado de césped en el que descansaban algunos juguetes.

Avancé por el camino de la entrada. Hyungwon me siguió.

Llamé al timbre. Se me encogió el estómago cuando ella abrió la puerta.

Era una mujer joven de unos cuarenta años, tenía la mirada dulce y la tez pálida con las mejillas un poco hundidas. La tensión se arremolinó a nuestro alrededor.

—Os estaba esperando. Pasad.

Vi que le temblaba la mano cuando la apoyó en el marco de la puerta.

Me costó pronunciar las palabras, pero sabía que necesitaba hacer aquello solo, por mí mismo, porque él había estado a mi lado desde el principio ayudándome a levantarme, a seguir, a hacerme más fuerte. Intenté controlar la angustia.

—No hace falta…, no entres… —susurré. Hyungwon pareció sorprenderse, pero dio un paso atrás y se metió las manos en los bolsillos del pantalón.

—Tranquilo, estaré esperándote. No tengas prisa.

Seguí a la mujer dentro de la casa y el corazón me latió más fuerte cuando cerró la puerta. Contemplé el salón, las fotografías enmarcadas en las que sonreían dos niños que tenían los dientes un poco separados, los dibujos colgados en las paredes y el sofá de aspecto cómodo y familiar en el que terminé sentándome.
Ella me preguntó si quería tomar algo y, cuando negué con la cabeza, se acomodó en una silla delante de mí. Se frotó las manos.

—Estoy un poco nerviosa… —comenzó a decir.

—Yo también —admití en un susurro ronco.

La miré. Miré a la mujer que había cambiado mi vida; la que un día, después de un turno de trabajo de doce horas en el hospital, cerró los ojos unos instantes mientras estaba al volante y se salió de su carril invadiendo el contrario, ese por el que nosotros circulábamos mientras sonaban las primeras notas de Here comes the sun. Pensé que debería sentir odio y rabia y más dolor, pero cuando escarbé en mi interior y busqué todo eso tan solo encontré compasión y un poco de miedo por lo imprevisible que a veces podía ser la vida. Porque ese día había estado en el lado contrario, pero cualquier otro podría encontrarme bajo su piel, porque es imposible prever algo así ni tampoco olvidarlo. Y cuando me dijo entre lágrimas lo mucho que lo sentía, supe que ya no tenía nada que hacer dentro de aquella casa.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora