KIHYUN

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No salí de la habitación durante toda la tarde. Pero sí abrí la mochila, saqué los libros e hice los deberes. Cuando los terminé, me puse los auriculares y dejé que las canciones me llenasen. Era el único nexo con el pasado que me permitía mantener, porque no podía…, no podía prescindir de él. Imposible.

Sonó Hey Jude y luego Yesterday. Cuando llegó Here comes the sun, la pasé. Volví a Yesterday, a Let it be, a Come together. Por primera vez en mucho tiempo, las horas dentro de esas cuatro paredes en las que me había sentido tan seguro se me hicieron interminables.

Salí casi al anochecer para ir al servicio y Hyungwon no estaba en casa, así que me acerqué a la cocina para coger algo de comida, evitando mirar hacia la puerta de la terraza trasera, porque seguía siendo dolorosamente consciente de lo que había allí. Abrí un par de armarios antes de encontrar una caja de galletas Tim Tam y encogí los dedos cuando vi la bolsa que había al lado; estaba llena de piruletas de fresa con forma de corazón. Estaba a punto de sacar una cuando Hyungwon entró en casa; mojado aún, dejó la tabla en el umbral y me miró con cautela.

—Lamento lo de antes. Lo lamento mucho —dije.

—Olvídalo. ¿Qué te apetece cenar?

—No quiero olvidarlo, Hyungwon, es que no puedo. Siento que me ahogo cada vez que hago algo normal, algo de lo que hacía entonces, porque es como si eso significase que la vida sigue su curso y yo no entiendo cómo es posible que sea así, cuando una parte de mí sigue dentro de ese coche, con ellos, incapaz de salir de allí.

Hyungwon se pasó una mano por el pelo húmedo suspirando. Y entonces…, entonces dijo algo que me rompió. Crac.

—Te echo de menos, Kihyun.

—¿Qué? —susurré.

Apoyó un brazo en la barra de la cocina que nos separaba.

—Echo de menos al chico que eras antes. Ya sabes, verte pintar, bromear contigo, esa sonrisa que tenías… Y no sé cómo, pero voy a conseguir sacarte de ahí, de donde quiera que estés, y traerte de vuelta.

No dijo nada más antes de meterse en la ducha, pero esas palabras fueron suficientes para conseguir que sufriese una leve taquicardia. Me quedé quieto, con la mirada fija en la ventana y una mano sobre el pecho, temeroso de que cualquier movimiento pudiese generar un terremoto y el suelo empezase a temblar bajo mis pies. No ocurrió. La calma fue casi peor. La ausencia de ruido o caos. Solo eso, calma. De la que anuncia que la tormenta está cerca, o es una señal de que estás en el ojo del huracán.

Nunca Fuimos 1° Parte // HyungKi (Ad2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora