Es una promesa

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Es una promesa





Harry entró a la Sala Común procurando mostrarse lo más sereno posible. Sonrió a medias al ver a sus amigos sentados en el mismo sitio de siempre, Hermione estudiando, Ron fingiendo hacerlo. El pelirrojo fue el primero que levantó la mirada y al verlo, dejó a un lado sus pergaminos para llamarlo.


Harry se acercó sentándose en un butacón acojinado, y suspiró hondo y cansado.


— ¿Qué quería Dumbledore? —le interrogó Ron.

— Nada importante, sólo que debo casarme con Severus Snape para salvar mi alma.


Harry echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos fuertemente para no pensar demasiado en la mirada llena de odio de Snape sobre él. Aunque no podía mirar a sus amigos, sabía que aún no procesaban la noticia, pero ya se imaginaba a Hermione abandonando finalmente su tarea, y a Ron con la quijada hasta el suelo.


De pronto, la carcajada histérica de Ron rompió el silencio. Harry abrió los ojos para fijarlos en su amigo, quien de pronto dejó de reír al notar su seriedad.


— Dime por favor que estás bromeando. —suplicó casi llorando—. Es una pésima broma, pero tiene que serlo.

— No, no estoy bromeando, debo unirme a Severus Snape antes de cumplir mi mayoría de edad, o una maldición de muerte se consumirá. —respondió como si no entendiera la gravedad del asunto.

— ¿Qué clase de maldición? —intervino Hermione.


Harry sonrió suavemente, no podía esperar menos, su amiga siempre se preocuparía por investigar todo lo investigable.


— No lo sé, Hermione... la decretó Bellatrix, así que ya podrás imaginarte lo maligna y poderosa que debe ser. Con decirte que no solamente moriría, sino que mi alma sería succionada por la de ella y tendría que compartir la eternidad a su lado.

— Bien, estamos en febrero, tenemos cinco meses para encontrar una solución. —agregó la chica con una mirada desquiciada, Harry ya podía imaginarla sumergida en miles de libros en busca de un modo de vencer la maldición.

— Agradezco que quieras ayudarme, Hermione, pero en esta ocasión prefiero que te quedes quieta... No aceptaré que intervengan.

— ¡Pero Harry! —protestó Ron—. No queremos dejarte solo, somos tus amigos y no permitiremos que te sacrifiquen casándote con quien te trata tan mal.

— Escuchen bien los dos, es la primera y última vez que se los diré... No voy a luchar contra esto, no quiero una solución, no quiero volver a dedicar mi vida a batallas extracurriculares... no quiero pensar en nada que no sean mis exámenes, mis amigos, mi futuro, y si todo eso debo de hacerlo casado, pues lo haré, pero ya me cansé de ir siempre contra corriente.

— Pero...

— Sólo quiero una vida tranquila, Hermione. —le interrumpió—. Y si me entero que alguno de ustedes hace algo que me meta en otro lío, les juro que no le volveré a hablar nunca más.


Poniéndose de pie, Harry abandonó la Sala Común sin dar tiempo a sus amigos de continuar protestando. Ellos lo vieron marchar en silencio, y al quedarse solos, Ron se giró hacia su amiga.


— Hablaremos con Dumbledore ¿cierto?... Aunque Harry diga lo contrario, creo que necesita ayuda.

— Está... demasiado resignado. —suspiró Hermione con tristeza.

— Lo sé, por eso mismo debemos hacer algo.

— Te propongo que esperemos un poco.

— ¿Esperar? —repitió, asombrado de la tranquilidad de su novia.

— Sí, no puedo explicarlo, pero tengo un presentimiento. Démosle a Harry la oportunidad que pide, y si vemos que la está pasando mal, entonces sí nos olvidaremos de su petición, aunque se moleste y deje de hablarnos.

— ¿Y cuánto tiempo esperaremos?

— Un par de semanas.


Ron no parecía muy conforme, pero tampoco creía poder hacer gran cosa él solo. Asintió aceptando la decisión de su amiga, aunque continuaba molestándole que Harry se hubiese resignado tan fácilmente a ser atado a quien le detestaba a muerte.


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Harry se aseguró de cerrar bien la puerta de su cuarto, afortunadamente estaba solo. Colocó un par de hechizos silenciadores antes de dejarse caer en su cama. Tomó aire y gritó fuerte... lo más fuerte que pudo.


Cuando dejó de hacerlo, sentía su garganta adolorida, pero no le importó. Se dio la media vuelta quedando boca abajo, ocultando su rostro en la almohada. Sus hombros se movían cadenciosamente. Así permaneció por unos minutos, hasta que finalmente tomó aire y volvió a recostarse boca arriba, en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa.


— No puedo creer que esto esté pasándome. —musitó limpiándose una cálida lágrima—. Nunca soñé con tener la posibilidad de conseguirlo... pero si el destino nos está poniendo en este camino, Snape, te aseguro que conseguiré que nunca en tu vida te arrepientas de haberme aceptado.


Harry suspiró relajado, tenía muchas esperanzas. Desde hacía mucho tiempo su corazón había sido entregado y vivía solo de sueños, convencido de que jamás tendría la oportunidad de hacerlos realidad.


Y ahora, una maldición que podía haberle arruinado la existencia, en realidad llegaba a él dándole una ilusión que no iba a desaprovechar.


— Tengo que pensar bien mi jugada. —se dijo con seriedad—. Severus Snape no es un chico cualquiera, no ganaré su corazón de una forma habitual. Tengo que conquistarlo con sus armas... tengo que manejarlo bien y que ni cuenta se dé de estar cayendo o podría huir. Debo ser cuidadoso.


"Pero lo conseguiré" Terminó pensando, y nada ni nadie podría quitarle esa sensación de esperanza... estaba más ilusionado de lo que había estado en toda su vida.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora