La tercera vez

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La tercera vez




Severus experimentó la más peculiar sensación de amor cuando vio a Harry salir de la ducha. El ojiverde estaba distraído secándose el cabello con una toalla, y solo llevaba el pantalón de pijama por lo que podía ver el cambio que había habido en su cuerpo con el embarazo.


A pesar de ya haberlo notado desde que le vio en San Mungo, verlo así, tan directamente, aceleró el corazón de Severus.


Fue hasta Harry quitándole la toalla. El chico le sonrió feliz, le gustaba cuando Severus le miraba de esa forma, en sus ojos negros brillaba una viva ilusión.


— ¿Ahora sí vamos a hacer el amor?

— Y toda la noche.


Severus besó a Harry conduciéndole hacia la mullida cama tapizada con edredones de seda turquesa. Tenía tanta sed de él que si esperaba un poco más, desfallecería.


Harry se dejó llevar, el corazón le palpitaba con fuerza, aunque habían estado separados por un par de meses, para él transcurrió toda una eternidad. Cerró los ojos con fuerza cuando sintió como Severus le retiraba las pocas prendas que llevaba e hizo lo mismo con las suyas hasta conseguir un tibio contacto de ambas pieles.


— Sev... ya no volveremos a separarnos ¿verdad?


Severus detuvo sus caricias y bajó de la cama ante la sorpresa de Harry. El chico lo miró caminar hacia un escritorio, y aunque la visión del trasero desnudo de su amante era un deleite a sus pupilas, el corazón estaba paralizado y confundido.


Cuando el ojinegro se giró, en su rostro se vislumbrara una seriedad que poco gustó a quien esperaba en la cama. Harry se sentó mientras que Severus llegaba de regreso a su lado y le mostraba lo que llevaba en su mano: un cofrecito dorado.


El corazón de Harry empezó a latir con fuerza, y podía sentir sus mejillas enrojecidas y calientes, no quería precipitarse así que decidió preguntar qué sucedía, pero sus labios solo se movieron sin conseguir emitir sonido alguno.


— La primera vez que te lo propuse fue cegado por el orgullo... —empezó Severus—... reclamé a Harry Potter para mí sin saber a ciencia cierta lo que realmente significaba. La segunda vez lo hice con el alma confundida, deseando complacerte y compensar por todo dolor que te provoqué... Ahora, esta tercera vez, Harry, te pido que te cases conmigo porque te amo.


Harry sentía que estaba a punto de llorar, nunca pensó que Severus le pediría matrimonio estando ambos desnudos, pero jamás le pareció nada más perfecto que aquello, porque también estaba presenciando la desnudez en los sentimientos de Severus, se mostraba ante sus ojos tal cual era, y supo que era el momento perfecto para decir...


— S-sí.


Severus sonrió cariñoso mientras abría el cofrecito y mostraba un anillo de oro blanco con un discreto diamante cuadrado incrustado.


— ¿Me dejas hacer formalmente la pregunta?

— Perdón. —jadeó Harry extasiado de alegría—. ¡Por favor, hazla!

— ¿Harry Potter... aceptas casarte conmigo?

— ¡Sí, sí, sí acepto! —exclamó eufórico—. ¡Lo quiero más que nada en este mundo!


Harry se abalanzó a abrazar a su ahora prometido, no sabía qué más hacer o decir para demostrarle la gran felicidad que sentía en esos momentos. Severus le sostuvo en sus brazos por unos segundos antes de apartarse y buscar la mano de Harry colocando en su dedo anular el precioso anillo, que aunque hubiese sido de latón, para el ojiverde era la joya más valiosa de todo el universo.


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Al día siguiente, Harry terminaba de lavar los platos del desayuno sin dejar de mirar su sortija de compromiso, la había colocado sobre una repisa para que no se estropeara. La sonrisa no se borraba de su rostro, había tenido una estupenda noche de amor con Severus, y ahora, hasta esas labores cotidianas le parecían parte de un sueño.


— Harry, deja eso ya, ¿acaso no sabes invocar un simple fregotego? —se burló Severus amistosamente, él continuaba sentado a la mesa disfrutando de su café.

— Sé hacer también un Imperius para que mi arrogante prometido venga y se ponga a fregar él. —rió Harry—. Pero confieso que esto de usar mis manos para cuidar mi casa me está gustando.

— ¿Y no te gustaría más venir y planear nuestra boda conmigo?


Instantáneamente Harry alcanzó una toalla para secarse las manos y girar a mirar a Severus. Sonrió al verlo haciendo apuntes en un largo pergamino. Decidió que las labores del hogar podían esperar, volvió a colocarse su anillo y dejó que los platos se lavaran solos.


— ¿Italia? —preguntó al mirar una cruz roja en el mapa que Severus tenía a su derecha.

— Quiero casarme contigo pronto, y es mejor no arriesgarnos a que el Ministerio de Londres intervenga.

— Tienes razón, Sirius dijo que había conseguido mi custodia hasta los veintiún años, no creo que podamos confiar en Kingsley para que nos ayude.

— Para nada, es incondicional de Dumbledore, así que tenemos que hacerlo fuera del país. En una provincia de Italia conozco a alguien que puede conseguirnos un Ministro que nos case, tiene una finca hermosa, Harry, sé que te va a gustar mucho, está en pleno campo con colinas a su alrededor cubiertas de grandes bosques de olivos y viñedos.

— Suena sensacional. —afirmó ilusionado.

— Lo es, Lucius y Narcissa planeaban hacer una boda ahí pero las circunstancias de aquella época se lo impidieron... Pero fue así como conocí a Marius Platoni.


La expresión de Harry se ensombreció momentáneamente, Severus no pudo dejar de notarlo y dejó de hablar esperando saber qué pasaba.


— Sev, ese Marius... ¿fue...?

— ¿Mortífago? —cuestionó consiguiendo un asentimiento en el ojiverde.

— No, se rehusó desde el primer momento. Lucius fue el encargado de intentar convencerle... o de asesinarlo si obtenía negativa, pero logré intervenir a tiempo. Créeme, Harry, Marius no solamente no se negaría a ayudarnos, él estará feliz de saber que puede hacer algo por mí.

— Comprendo bien ese sentimiento, yo también soy feliz de poder hacer cualquier cosa por mi héroe. —afirmó buscando el cuello de Severus para besarlo.

— ... y yo por el mío.


Severus cercó a Harry por su cintura para abrazarlo y profundizar más el beso, ambos sabían que el siguiente paso era regresar a su recámara... a menos que quisieran estrenar su cocina.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora