Volver a la vida

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Volver a la vida




Kingsley suspiró al ver a Dumbledore de pie junto a la cama del lado donde Severus yacía. Fue hacia él apostándose en el otro extremo, mirando el apacible rostro del joven héroe mágico.


— Lo lamento, Albus, pero es hora de permitir que Black entre, no puedo retenerlo fuera más tiempo.

— Encontré esto en la túnica de Severus. —respondió Albus ignorando su comentario, en su mano tenía un pequeño recipiente de cristal con una poción violeta.

— ¿Qué es eso?

— No tengo idea, pero estoy seguro de que debe tener algún funcionamiento especial... ¡Quisiera que Severus hubiera confiado en mí! —exclamó frustrado—. Ahora no sé si debo administrárselo o no.

— Albus, él está muerto.


El Director asintió con todo el pesar que sentía. Kingsley sacó el aire de sus pulmones lentamente, por él le hubiera dado más tiempo, pero era imposible pasar por sobre los derechos de la familia de Harry. Después de que Dumbledore usara su varita para romper los hechizos, fue hacia la puerta para permitir la entrada de los demás.


Sirius, quien esperaba en el pasillo, entró como un bólido. Sintió su corazón resquebrajarse dolorosamente ante la imagen de Harry inerte. Fue hasta su cama abrazándole contra su pecho con suavidad. El llanto no podía detenerse, y creía que jamás iba a poder superarlo, Harry era como un hijo y eso no debía estar pasando.


Los demás lo observaban conmovido. Ron y Sebastian se habían vuelto a reunir con ellos luego de dejar a Jean al cuidado de Dobby. Los Weasley, Remus y Draco no sabían qué decir en ese momento, incluso Dumbledore lucía envejecido observando con tristeza el cuerpo de Severus.


Draco se armó de valor para separarse de Remus e ir hacia al lado de la cama donde estaba su padrino. Se sentó junto a él secándose las lágrimas, no quería ni voltear a mirar a Harry, ya había visto la muerte de Hermione, no encontraría jamás la justicia en el fallecimiento de alguien tan joven, otra vez.


— Te voy a extrañar mucho, Severus. —susurró mientras acercaba su mano a la de su padrino.


Le dolía saber que no volvería a verlo preparar pociones con toda esa pasión que sólo Severus podía, pero justo cuando acariciaba sus dedos largos, sintió alto extraño. De inmediato se puso de pie respirando fatigosamente mientras miraba incrédulo el cuerpo de su padrino.


Al ver su agitación, Remus se acercó a él, le preocupaba que su estado emocional pudiera enfermarle.


— Vamos, Draco, es mejor que descanses.

— Rem... —musitó casi sin voz—... sentí que se movía.


Remus le abrazó intentando confortarle pero las palabras de Draco pusieron en alerta al anciano director, quien sin pérdida de tiempo se inclinó intentando vislumbrar algún rastro de vida. Usó su varita de una manera extraña, dibujando espirales de un haz plateado.


Todos los observaban atónitos, y cuando el Director jadeó dando un paso hacia atrás, pensaron que había terminado de enloquecer. Pero de pronto, intempestivamente Severus empezó a despertar.


Fue unánime el sobresalto que todos sufrieron, Sirius incluso estuvo a punto de caer de la cama al presenciar los movimientos del ojinegro.


Lentamente Severus llevó una mano al bolsillo de su túnica. Dumbledore comprendió que estaba buscando el recipiente, así que se apresuró a ayudarle a ingerir el contenido. Sentía su corazón palpitándole con fuerza ante el regreso de su pupilo.


Severus solo bebió un trago pequeño y se rehusó a seguir tomando. Con eso tuvo la suficiente fuerza para abrir los ojos y tomar una gran bocanada de aire que le devolvió el color.


Casi no prestó atención a las miradas aterradas de los presentes, se giró buscando a Harry y al localizarlo a su lado, le sostuvo por el cuello para que el chico bebiera todo lo que restaba de la poción, que era la mayoría.


— ¿Severus? —le llamó Dumbledore aún sorprendido ante lo que veía.

— Estoy bien. —respondió dejándose caer sin fuerza sobre la cama—. Harry también lo está... solo... debemos descansar.


Hasta ese momento volvieron a poner atención en Harry. Él parecía seguir igual, pero su pecho subía y bajaba muy suavemente, y poco a poco, sus mejillas se coloreaban de vida.


— ¡Oh Merlín bendito! —exclamó Sirius acercándose más, sus ojos seguían llenos de lágrimas, pero de inmensa alegría—. ¡Está vivo!

— Debemos hacer lo que Severus dijo, dejarlos descansar. —apremió Dumbledore.


En esa ocasión Sirius asintió obediente, haría cualquier cosa para que aquello no explotara como una burbuja de ilusión. Se puso de pie retrocediendo hasta unirse a Remus y Draco, quienes también deslumbraban de emoción.


— No puedo creerlo, Remus... —susurró el animago—... el maldito grasiento por fin ha hecho algo bueno.


Remus sonrió antes de sujetar a los dos hombres que amaba para sacarlos de la habitación. También era necesario que ellos descansaran mientras duraba la espera de poder hablar con Harry.


Ron y Sebastian también obedecieron en silencio. El pelirrojo hizo el intento para reunirse con su familia a la que veía eufórica de alegría, pero Sebastian le tomó de la mano con suavidad.


— ¿Cómo? —preguntó sin saber realmente de qué manera formular la pregunta.

— No lo sé. —afirmó Ron jadeando feliz—. Pero esto es lo más maravilloso que ha pasado en Hogwarts.

— Ron, pero... es imposible.

— Harry ha hecho muchas cosas imposibles en su vida, y hasta ahora veo porque Dumbledore respeta tanto a Snape.


Sebastian asintió de acuerdo, pero la sorpresa aún le tenía impactado, tuvo que recargarse de la pared al sentir que las rodillas le temblaban. Nunca pensó que sería testigo de una de las tantas aventuras del gran Harry Potter, hasta ese momento le había visto como un chico normal, ahora súbitamente le vio como era: el mago más grandioso en la faz de la tierra.


¡E iba a casarse con él!... que extraño era todo, tan intenso y confuso. Se estremeció al saber en lo que había estado a punto de hacer, quizá no hubiera sido capaz de salvaguardar el alma de Harry ¿cómo? Si su energía debía ser tan poderosa que seguramente absorbería la suya sin ningún esfuerzo.


— Sí hubieras podido. —aseguró Ron sonriéndole—. Snape y Harry te eligieron, así que no lo dudes.

— ¿Cómo sabes lo que pensaba?

— Eres muy transparente para mí. —le dijo mientras acariciaba tiernamente su mejilla—. No sé qué tienes, pasaron muchos años para darme cuenta lo que sentía Hermione por mí, y aún más para saber lo que yo sentía por ella... pero contigo, bastó solo una mirada.


Ron sonrió al ver la nariz de Sebastian sonrojarse, era una imagen tan dulce ante sus ojos que en su corazón resurgió el deseo de volver a vivir y disfrutar de enamorarse.


Sebastian contuvo la respiración cuando sintió los labios de Ron unidos a los suyos. Cerró los ojos apoyando sus manos en la cadera del pelirrojo mientras éste guiaba el beso sosteniéndole del rostro. Fue algo suave, que para Sebastian resultó deliciosamente sensual, sin ningún asomo de avaricia, dándose todo el tiempo para reconocer y perpetuar en sus memorias el sabor de su primer beso juntos.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora