Bienvenidos

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Bienvenidos





Las semanas siguientes se notó un mejoramiento notable en Sebastian, su magia dejó de presentar altibajos y su aspecto lucía casi tan saludable como el día en que llegó al castillo.


Harry estaba feliz al verlo recuperarse y más feliz aun cuando Ron le confesó que sería en la graduación cuando le pediría que se casaran, así que ahora hacía pequeños trabajos de tutoría para ganar dinero extra, era consciente de que jamás reuniría lo suficiente para una sortija que lograra impresionar a Sebastian, sobre todo tomando en cuenta que era dueño de grandes minas, pero como él nunca las mencionaba, esperaba que no fuera tan importante.


Todo ese entusiasmo de su amigo hizo que Harry callara sobre cómo se sentía él, pero a veces notaba a su bebé algo cansado. Le entristecía que fueran las primeras percepciones que tenía de su existencia, generalmente era demasiado quieto, pero ahora le sentía sobresaltarse, sobre todo después de algunas sesiones de siembra.


Lo único que podía hacer era relajarse y tranquilizarlo hablándole por horas. Y aunque tampoco se lo confío a Severus, éste parecía saberlo pues le cuidaba más de lo rutinario, preparaba fortificantes y siempre estaba dispuesto a conseguir licencias para que Harry faltara a las clases donde más requerimientos mágicos tenía.


Fue a principios de marzo cuando se programó el nacimiento de los hijos de Draco por lo que Harry pidió a Severus ir a visitarlo al hospital. El profesor le complació sin protestar, después de todo él también quería conocer a los hijos de su ahijado, así que decidió ignorar que ahí estaría Sirius.


Al entrar a la habitación, Harry sintió que su corazón se estremecía de ternura. Su amigo se encontraba en cama con uno de los bebés en brazos mientras que Remus lo abrazaba recostado a su lado y Sirius paseaba con el otro bebé por toda la habitación.


Tanto Harry como Severus fingieron no notar al animago y caminaron hacia la cama. El ojiverde sonrió emocionado al ver a una hermosa bebé rubia que dormía en brazos de su joven padre.


— Es tan hermosa, Draco. —jadeó asombrado—. Debes estar muy feliz.

— Más de lo que he estado en mi vida, y sabrás muy pronto lo que se siente... ¿para cuándo te programaron a ti?

— Será mañana. —interrumpió Severus con seriedad.

— ¿Qué? —cuestionó Harry francamente sorprendido—. ¿Porqué no me habías dicho nada?

— Apenas llegó la lechuza confirmándolo unos minutos antes de venir para acá.


Harry se sentó pesadamente sobre uno de los sillones acariciando su vientre con nerviosismo, su corazón latía muy apresurado ante la proximidad de conocer a su bebé.


— Todo saldrá bien, Potter. —aseguró Draco sonriente.

— Es que... ni idea tengo de cómo será.

— Ya te lo expliqué, Harry. —dijo Severus sentándose en el reposabrazos del sillón para abrazarle—. Será bastante rápido, se han desarrollado infinidad de técnicas para que el proceso no conlleve riesgos.

— Severus tiene razón. —secundó Draco—. Yo apenas sí tuve tiempo de ponerme nervioso cuando ya mis bebés habían nacido.


Harry asintió, pero aun así no podía evitar sentirse nervioso. Draco lo notó e hizo una seña para que Remus le llevara la bebé, seguramente el hecho de sostenerlo le animaría un poco más. El ojiverde dudó un poco para tomarlo, pero le dio un poco más de seguridad el estar sentado y así no podría caérsele.


En cuanto tuvo a la nena en su regazo, volvió a sentirse emocionado.


— ¿Quieres escoger el nombre? —le invitó Remus sonriéndole sincero.

— ¿Yo?

— Serás el padrino, eso ya estaba confirmado, por eso no hicimos planes para su nombre, queremos que seas tú quien lo elija.


Harry no podía sentirse más halagado, estaba feliz de saber que no habían cambiado de opinión pues él nunca podría olvidar que cuando se lo propusieron pensó que su condena a muerte era inevitable y jamás podría ver crecer a esos pequeños.


Miró el rostro apacible de la bebé que dormía, sus pestañas eran claras y la forma almendrada de sus ojos se asemejaba mucho a la de Remus, seguramente ella era su hija, así que sonrió mirando a la pareja de esposos.


— Johanna.


Remus y Draco intercambiaron una mirada de feliz aceptación, era el nombre preciso para su hija. Un suave gemido procedente de un rincón los hizo girar su mirada hacia Sirius quien continuaba arrullando a su bebé actuando como si ellos no estuvieran presentes.


— Creo que tiene hambre, Sirius, tráelo, por favor. —pidió Draco.

— Yo lo alimento. —respondió sin voltear, tan solo tomó un pequeño vasito de leche que habían llevado para los bebés, lo colocó sobre los labios del bebé para que lo ingiera.


Desde su lugar, Harry le observó enternecido, era muy dulce ver a Sirius cuidando del pequeño bultito y alimentándolo con tanto cuidado que parecía increíble que pudiese realizar esos suaves movimientos.


— Sirius, por favor... —insistió Draco con paciencia—... quiero que Severus conozca a su futuro ahijado.


Severus se tensó casi igual que Sirius al escucharlo, aunque parecía que el animago ya estaba advertido pues lentamente se levantó de su asiento y fue a entregar el bebé a Remus antes de regresar a su sillón permaneciendo de espaldas a ellos.


— Esperamos que aceptes, Severus. —dijo Remus colocando el bebé en brazos del pocionista.

— Sería una gran alegría para mí, Padrino. Además, Sirius ya te ahorró el trabajo de buscar un nombre, se llamará Daryl.

— Daryl, el que es amado locamente. —susurró Severus observando al pequeño, sonrió pensando en la ironía de apadrinar precisamente al que, a todas luces, era el hijo de Sirius, sus facciones atractivas y hasta el modo tan presuntuoso en que fruncía su pequeña naricita eran la mejor prueba de ello—. Para mí será realmente un honor.


Draco enfatizó su sonrisa ante la aceptación de Severus, y esperaba que esa fuera una razón más para que, tarde o temprano, se resolviera toda enemistad.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora