Necesito amarte

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Necesito amarte






Harry vio como Arthur y Molly conducían a su hijo fuera del cementerio, muchos irían a casa de los Weasley a tomar un poco de té que ayudaría a combatir el frío. Se dispuso a caminar tras de ellos por el sendero que se había abierto entre la nieve, una corriente de aire anunciaba ya la proximidad de otra tormenta. Se envolvió en su capa intentando cobijarse, pero fue un brazo el que pasando por sobre sus hombros lo que consiguió darle un fuerte golpe de calor a todo su cuerpo.


— ¿Quieres volver ya al castillo? —preguntó Severus terminando de envolver al chico bajo su capa. Harry le rodeó la cintura con sus brazos, y negó reposando su cabeza en el cálido pecho. Respiró hondo relajándose al volver a disfrutar de la compañía de su profesor.

— Quiero ir con ellos ¿Me acompañaría?


Severus no respondió de inmediato, la sola idea de prolongar el regreso a sus queridas mazmorras no le agradaba en lo absoluto, y por lo mismo, se sorprendió al asentir. Dejó de abrazar a Harry para tomarlo de la mano y continuar juntos el trayecto hacia la Madriguera.


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Al llegar a su casa, sin decir nada, Ron subió las escaleras rumbo a su habitación. Harry quiso seguirlo pero Severus le detuvo con suavidad.


— Creo que ahora necesita estar solo. —opinó sin soltar la mano de Harry llevándolo hacia un sofá apartado.


El ojiverde no estaba muy convencido de querer abandonar a su amigo, pero quizá su profesor tenía razón, así que le complació y fue hacia donde él quiso. Le agradó ver que el sofá era muy pequeño, apenas era suficiente para los dos y aprovechó para mantenerse muy junto a él. Cerró los ojos como disponiéndose a dormir recargando su cabeza en su pecho.


Snape se sonrojó ligeramente, no le agradaba exhibirse en una demostración de afecto tan evidente. Al final de cuentas respiró hondo y decidió que en esa ocasión no era el momento para que empezara a importarle la opinión que surgiera sobre él. Llevó sus manos hacia la cabeza de Harry jugando con los revueltos cabellos, que ahora lucían un poco más largos de lo acostumbrado, eso le gustaba, había más modo de enrollarlos en sus dedos y disfrutar de su tersura.


En pocos segundos ya no se acordaba de que no estaban solos.


Viéndolos así, Molly pensó que era una buena idea darles la privacidad que necesitaban e hizo una seña a sus invitados para seguirla hacia la cocina.


— Es... extraño verlos tan... bueno, tan juntos. —susurró mientras servía un poco de té a Dumbledore.

— Yo creo que es sorprendente que Snape muestre consideración por Harry. —intervino Arthur sentado a la derecha del mago—. ¿Está seguro que es sincero?

— Lo es. —afirmó Dumbledore, ninguno de los tres mayores hizo caso del gesto de incredulidad que hicieron los gemelos al otro lado de la mesa, solo ellos y Ginny estaban presentes, el resto decidió regresar a sus hogares terminado el sepelio.

— Parece que Harry siente algo por él. —opinó Molly atreviéndose a mirarlos por la puerta abierta.

— Lo que aparenta es la verdad, les pido a todos que comprendan que esto ha sido lo mejor que pudo pasarles a ambos.


Molly asintió, volvió a mirar hacia el fondo de la sala y fue testigo de que en ese momento Severus se inclinó a susurrar algo en el oído de Harry que hizo que éste se sonriera un poco, parecía encontrarse muy complacido.


Y en esos momentos en que el corazón del chico que casi consideraba como su hijo debía estar sufriendo profundamente, verlo confiando en alguien le provocó un enorme sentimiento de gratitud tan inmenso que jamás imaginó sentir hacia el hosco profesor.


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Al llegar la noche, Dumbledore se acercó hasta donde estaba Severus. Sonrió con tristeza al notar que Harry se había quedado dormido en sus brazos, sus mejillas aún tenían huellas de llanto reciente.


— ¿Podrías llevarlo de regreso al castillo?... creo que me quedaré un poco más, hay asuntos que tengo que terminar de resolver con los Weasley.


Severus asintió, hizo un movimiento para ponerse en pie y eso despertó a Harry quien de inmediato se aferró a él como si hubiese tenido una pesadilla y ahora solo le quedara el miedo de perder algo.


— Despierta, Harry, tenemos que volver a Hogwarts.


Las palabras de Severus lograron quitarle todo el sueño, le angustiaba regresar nuevamente a ese lugar. Buscó a su alrededor y vio que los Weasley continuaban en la cocina, ninguno parecía tener intención de abandonarla.


— ¿Y Ron?

— Él se quedará con su familia un tiempo. —anunció Dumbledore—. Volverá al castillo cuando esté listo.


Harry sintió entonces que la angustia se incrementaba, se puso de pie negando vigorosamente.


— No... no quiero ir de nuevo ahí. —pidió angustiado—. ¿No podría quedarme aquí con Ron? Quisiera poder acompañarlo.

— Prefiero que regreses enseguida. —respondió el Director con firmeza.

— ¿Y Ginny? ¿Porqué ella sí puede quedarse?

— Ella regresará mañana... tú debes volver ahora. Por favor, Severus, Harry necesita irse a descansar.


Harry palideció, no quería volver al castillo, pero comprendió que Dumbledore se mantendría inflexible. Casi quiso ponerse a llorar suplicándole, pero eso no serviría de nada. Se despidió de los Weasley y antes de marcharse miró hacia las escaleras, le dolía tener que separarse de su mejor amigo justo cuando creía que más le necesitaba. Otra vez volvía a sentirse una marioneta manejada por Dumbledore... de nada había servido poder derrotar a Voldemort, seguía siendo un prisionero de las órdenes de los demás.


Severus le sujetó de la mano y ya sin fuerzas de debatir, se dejó llevar hacia la salida. Un escalofrío le recorrió la espalda al sentir el golpe de frío luego de haber abandonado la calidez de la Madriguera. Snape le notó y dejó de llevarlo solo de la mano para abrazarlo cubriéndolo con su gruesa capa invernal. Harry lo agradeció en silencio, cada vez se sentía más convencido de que era con él con quien ansiaba poder compartir el resto de su vida, sin importar cuanto durara.


Caminaron en silencio hasta llegar a los límites terrenales de la madriguera, ahí, Severus se detuvo y sin soltar a Harry, se inclinó para hablarle al oído.


— Me desapareceré contigo, ¿estás preparado?


Harry no respondió, tan solo se aferró más a su pecho en una muda señal para que hiciera lo que tenía que hacer. Sintió el brusco jalón de ombligo y en menos de un segundo sus pies se hundían en una capa de nieve más gruesa. No quería abrir sus ojos, se resistía a abrirlos y ver nuevamente ese lugar. Si sus sospechas eran ciertas, seguramente habrían aparecido en los límites del colegio... y tendrían que caminar demasiado cerca de donde Hermione había perecido.


Escuchó que las rejas se abrían, sentía el viento gélido en sus pies, pero dentro de su guarida bajo la capa de Severus, podía sentirse un poco más seguro. Por fortuna el Profesor no le soltó, la tela de la capa volaba mucho, Harry intuyó que esa tormenta que tanto había amenazado finalmente llegó con fuertes vientos.


Los primeros pasos fueron difíciles, escuchó a Snape maldecir por lo fuerte de las ráfagas que les impedían avanzar. A pesar de eso, Harry logró esbozar una sonrisa, no recordaba cuándo le había tomado el gusto a sentirse protegido, a ser cuidado con cariño, a que alguien le sostuviera para que no tropezara en la nieve.


Suspiró relajado cuando sintió un piso firme a sus pies, finalmente habían llegado a la escalinata del castillo. Pero a pesar de la tranquilidad de haber podido llegar sin desmoronarse al pasar por el sitio donde asesinaran a su mejor amiga, ahora volvía a sentir frío. Snape se había apartado.


— Puedes ir directo a tu dormitorio. —le dijo mirándole a los ojos—. Pediré a un elfo que te suba la cena.

— N-no. —logró farfullar, el temblor se hacía más evidente.

— ¿Sigues con frío? —cuestionó Snape frotándole los brazos, era extraño que a estando en el lobby, Harry continuara estremeciéndose—. Te sugiero que después de cenar te des un baño caliente, así podrás dormir mejor.


Harry jadeó angustiado, no se atrevía a pedir lo que deseaba, y no había forma en que Snape entendiera lo que estaba sintiendo. Abrió los labios para intentar confesarlo, pero no pudo. Severus le observaba expectante, intrigado por la peculiar conducta del joven ojiverde.


Al ver que Harry bajaba los hombros en señal de derrota, decidió que lo mejor era no forzarlo a hablar. Además, seguramente el Gryffindor quería desahogarse por la muerte de Hermione Granger y él no se sentía capacitado para poder brindar palabras de consuelo. Así que le sujetó suavemente del hombro acortando la distancia hacia las escaleras.


Harry las miraba con aprehensión, no quería subir a la Torre. Su corazón palpitaba cada vez más rápido, empezó a hiperventilar sintiendo que el aire le faltaba... pero no podía, no podía ir esa noche a ese lugar, ahí ya no sería lo mismo, no estarían sus dos mejores amigos, aquellos que le daban la sensación de hogar.


— ¡Déjeme quedarme esta noche con usted, por favor! —pidió deteniéndose abruptamente.


Severus tuvo que detenerse también, frunció el ceño notando la angustia de Harry.


— Eso no sería correcto, Señor Potter. —dijo con severidad, Harry hizo una mueca de dolor al volver a escucharse con su apellido, pero ni así el Profesor bajó la guardia—. No debe postergar el momento, tiene que regresar a su vida habitual lo antes posible. Suba de inmediato a su sala común o me veré obligado a restar puntos a su casa.

— Por favor...

— No, y es mi última palabra. ¡Suba ahora mismo si no quiere que sus compañeros vean que yo lo llevo por la fuerza!


Severus quiso sujetarlo del brazo para obligarle a subir, pero Harry se rebeló, luchó hasta lograr zafarse y entonces enfrentar al Profesor.


— ¡No subiré! —le retó retrocediendo hasta topar su espalda contra la pared.

— ¡No sea impertinente, Potter, está consiguiendo que pierda la paciencia!

— ¡No me importa, si quiere dejar a Gryffindor sin puntos, hágalo!... ¡Eso no me importa nada!

— ¿Y supone que a sus amigos tampoco les importará? —increpó rechinando los dientes.


Harry se dejó caer sentado en el primer escalón, volvió a envolverse con su capa, apoyando la cabeza contra la pared. Sentía muchas ganas de llorar nuevamente pero en ese momento también estaba tan enojado que no quiso hacerlo.


— Mis amigos no están allá arriba. —susurró entristecido—. Dudo mucho que a Ron le importe un comino los puntos de la casa... y a Hermione, a ella mucho menos.

— ¿Porqué no deja de compadecerse? —refutó molesto—. ¡Vamos, Potter, es irritante que se comporte tan infantilmente!

— ¡Pues ya no me soporte, lárguese y déjeme aquí! ¡El hecho de que me esté haciendo el favor de casarse conmigo no le da derecho a ordenarme qué hacer en cada momento!

— ¡Bien, como usted quiera! —siseó perdiendo la poca paciencia que tenía—. Si prefiere dormir en la escalera en lugar de la comodidad de su cama, no me interpondré... Disfrute su noche, Potter.


Harry no levantó la mirada, continuó sin moverse ahí, decidido a que no daría un solo paso hacia la torre, ni siquiera quería mirar allá. Pensó en ir a pedir asilo en las habitaciones de Sirius, pero seguramente sería demasiado inoportuno, tanto él como Remus debían estar ocupados con Draco.


Los pasos de Snape alejándose le entristecieron enormemente, cada uno parecía una puñalada directo al corazón, ni siquiera le importó escucharle susurrar "cien puntos menos para Gryffindor" y enseguida, las cuentas del reloj descontándose para su casa.


Él, sencillamente no sentía interés por nada. Cerró los ojos para no ponerse a llorar.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora