Camino a la sanación
Ron y Harry caminaron hasta el lago, ninguno de los dos tenía ánimo de regresar a su torre, pues en cuanto terminara la cena aquello se volvería un jolgorio demasiado ruidoso. De reojo, Harry observaba como el pelirrojo se masajeaba el ojo herido.
— No crees que deberías decirle la verdad a Draco, tu otro ojo te lo agradecerá si sigue sano.
— No me parece buena idea, Draco está en posición de defender siempre a Snape, después de todo es su padrino, y si Remus o Sirius nos ven en buenos términos sospecharán que no estoy con ellos y no podré ayudarte. Así que mejor que el hurón siga pensando que soy un traidor... ah, pero cuando ya no esté embarazado le romperé el alma.
— Ustedes nunca cambiarán.
— A quien me duele mentirle es a Sebastian, pero no quiero involucrarlo ahora que es Profesor.
— Y a propósito, yo, creo que fui algo duro con él. —manifestó apenado.
— Sí bueno, no lo hagas más.
Harry sonrió al notar las mejillas sonrosadas de Ron por defender a su pareja, se prometió pensarlo dos veces antes de desquitarse con quien menos la debía.
— ¿Y bien, averiguaste algo? —preguntó queriendo cambiar de tema.
— Sí, que enviaron a Dobby a Grimauld place, creo que pensaron que así no podrías comunicarte con él.
— Y es probable que no se equivoquen, no se me ocurre qué más hacer.
— Pues a mí sí. —aseguró Ron sonriéndole—. Creo que sé quién podría ayudar.———000———000———000———
Después de salir de la tienda donde se surtió de la más diversa cantidad de ingredientes para sus pociones, Severus caminó rumbo a Diagon, aunque no podría encontrar lo que Knockturn ofrecía, también tenía ventajas, y era ese especial caldero de plata garantizado en su pureza y brillo.
La poca gente que aún caminaba entre las calles apenas le ponía atención, ya era demasiado tarde y ansiaban llegar a sus casas luego de un exhaustivo día de compras.
Severus apresuró el paso para poder llegar antes de que le cerraran la tienda, pero al girar en una esquina algo llamó poderosamente su atención. Tras del cristal de un aparador se encontraba una hermosa cuna de herrería antigua en bronce, ataviada con un elegante velo de color aperlado.
Sin dejar de mirarla, encogió sus paquetes guardándolos en el bolsillo de su túnica. Fue hacia la puerta llegando justo a tiempo para evitar que fuera cerrada. El dependiente le miró con el ceño fruncido mientras sus intenciones de colocar el letrero de "Cerrado" se frustraban.
— Disculpe, caballero, pero la tienda ha cerrado, puede volver mañana temprano para sus compras.
Snape le ignoró completamente y no se detuvo hasta estar frente a la hermosa cuna. Al ver el objeto de interés del ojinegro, el empleado decidió cambiar de actitud, aquella era una preciada venta que no podía perder.
— Tiene un excelente gusto, caballero, es una auténtica joya, labrada completamente a mano por los orfebres de la corte de la Reina Maeve... vale realmente su peso en oro.
— ¿Tiene otra igual? —le interrumpió mientras acomodaba el velo de tul y seda verificando la suave tersura de la tela.
El vendedor se sorprendió por la pregunta, nunca pensó que alguien quisiera dos cunas.
— Lo lamento, pero solo es una, como le mencioné, es una obra artesanal, no hay otra igual en el mundo.
Severus se desilusionó por la información, él quería tener las dos cunas. Pensó en desistir de comprarla pero no pudo, una nueva idea surgió en su mente, y girándose hacia el empleado, aceptó liquidarla en ese mismo momento.
El hombre tomó los datos del Profesor, al día siguiente enviaría la cuna a su casa. Y mientras se encargaba de los preparativos, Severus regresó su atención a la cuna. Instintivamente llevó su mano a su vientre y sonrió hacia adentro... su bebé ya tenía un lugar esperándole.———000———000———000———
Mientras tanto, Harry y Ron volvieron juntos a la Torre, todos sus compañeros se encontraban ya dormidos, pero llegaron justo a tiempo de alcanzar a un par de chicas que habían prolongado demasiado su charla sobre sus vacaciones. Ron les pidió que llamaran a Jean, y mientras ellas obedecían, los dos amigos fueron a sentarse sobre mullidos almohadones junto a la chimenea.
Harry cerró los ojos disfrutando del silencio, colocó sus dos manos sobre su vientre, le gustaba mucho hacerlo, ese suave contacto le daba la sensación de compañía, y resurgía la esperanza de que pronto estaría de regreso con Severus.
Ron le observó sonriendo, no olvidaba que hasta hacía muy poco tiempo Harry se mostró incrédulo por los embarazos masculinos y ahora lucía feliz de saber que estaba gestando un bebé en su cuerpo. Claro, todo lo feliz que podía ser con la angustia de la separación de la mitad de su familia.
Al escuchar los pasos de Jean bajando la escalera, ambos jóvenes voltearon a mirarla. Ella les sonrió con suavidad mientras ocupaba un sitio junto al pelirrojo.
— ¿Me llamaste, Ron?
— Sí ¿Cómo te sientes en tu nuevo hogar?
— Ah, es genial, mis compañeras son muy amables, creo que vamos a ser grandes amigas.
— Me alegra mucho por ti, y ya sabes que cualquier cosa que necesites puedes pedírmela sin dudar.
— Lo sé... ¿Y qué quieres pedirme tú a mí? —preguntó sonriendo divertida por el rodeo de Ron.
Harry sonrió también, Jean le agradaba, y esperó sinceramente no estarla metiendo en problemas. Luego de recuperar el color de sus mejillas, Ron decidió continuar.
— Escucha, es un secreto muy importante, no puedes decirle a nadie, ni siquiera a Sebastian... ¿estás dispuesta a hacerlo?
— ¿No se enfadará conmigo si se entera?
— Algún día le diremos y te aseguro que estará feliz de que me ayudaras.
— De acuerdo, confío en ti ¿Qué es lo que tengo que hacer?
— Primero dime si tenías elfos en Rumania.
— Solo uno, se llama Kirla, pero cuando viajamos a Inglaterra, Sebastian le envió a Sudáfrica con mis tíos, ellos tienen más elfos en su casa y algunos trabajan incluso en las minas.
El rostro de Ron se ensombreció ligeramente al recordar la lucha de Hermione por liberar a los elfos de su esclavitud, no sabía cómo sentirse al saber que la familia de Sebastian los recluía en minas para su beneficio.
— ¿Estás bien? —quiso saber Harry al notar el cambio en su amigo.
— Sí, es solo que nunca me imaginé que Sebastian tuviera elfos en las minas.
— ¿Tiene algo de malo? —intervino Jean—. Sebastian piensa que ellos son más felices si se sienten útiles a la familia, generalmente en casa no hacían demasiado, y se rehusaba a permitir que mis tíos los vendieran sin saber a dónde irían a parar. Ron, te aseguro que mis tíos son buenas personas, los tratan como a cualquier otro empleado humano, no son esclavos.
— Prefiero cambiar de tema, dime, ¿Puedes comunicarte con Kirla?
— Claro, pero no sé para qué.
— Necesito que la hagas venir, pero que nadie más se entere.
— Puedo enviar una carta a mis tíos por la mañana, pero ellos seguramente me preguntarán para que necesito a Kirla si aquí hay elfos.
— Pídeles que la envíen a Rumania por algo que hayas olvidado, supongo que eso no les hará sospechar nada.
Jean asintió, y luego de dar un beso en la mejilla a Ron, se puso de pie. Harry se sintió incómodo al verse ignorado cuando la niña no se despidió de él, pero antes de irse, Jean respiró hondo y se giró para mirarle.
— Me agradas, Harry, y no sé bien lo que pasa entre tú y el Profesor Snape, pero lo de esta noche en la cena no fue muy amable. Sé que el favor que me pide Ron es para ayudarte y lo haré porque aún me siento culpable de haber intervenido en tu rompimiento con mi hermano sin saber que eso ponía en riesgo tu vida... pero por favor, no hieras a Sebastian. Si él no se siente bienvenido, se irá, y eso me pondría muy triste.
Harry asintió de acuerdo consiguiendo que la niña le sonriera antes de desaparecer escaleras arriba.
— Primero tú y ahora Jean, creo que Sebastian tiene mucha gente que le defienda. —suspiró Harry un poco tenso.
— Es fácil hacerlo, tiene linda sonrisa... y besa delicioso.
— Dudo mucho que su hermana sepa de eso. —rió Harry.
— Pero yo sí, y creo que me dieron ganas de verlo. Tú sube a descansar, ahora no queda más que esperar a que aparezca la elfina de Jean.
Harry suspiró con resignación, era cierto, y lo más probable es que pasaran algunos días antes de tener noticias. Vio como Ron salía de la sala común, supuso que no regresaría en toda la noche y no puso evitar sentirse algo celoso. Decidió quedarse más tiempo ahí, y se acomodó sobre los almohadones mirando al fuego de la chimenea, ansiando poder dormir esa noche junto a Severus.
Cerró los ojos al sentir ya un nudo en su garganta, se quedó dormido extrañando el calor de unos brazos a su alrededor.
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Me he enamorado
FanfictionUna maldición llega a la vida de dos jóvenes forzándolos a unirse a alguien más para poder salvar sus almas. ¿Qué suerte correrán con las personas que les han elegido? Snarry