Moras y sorpresas

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Moras y Sorpresas




Harry transfiguró un leño de la chimenea convirtiéndole en portarretratos y ahí colocó el trozo de pergamino. Severus le observó en silencio, le divertían sus ocurrencias, eran tan inocentes como él.


Estaban de regreso sobre la cama, y el ojiverde reposaba cómodamente sobre el pecho de Severus sin dejar de mirar el corazón dibujado. El Profesor también lo observaba por encima de su hombro.


— Te quedó algo chueco, creo que no tienes habilidades como dibujante.

— Oh, no seas pesado, para mí es el corazón más perfecto del mundo.

— Harry, espero que no estés dejando volar tu imaginación, me preocuparía tener que volver a desilusionarte.

— A ver, ¿ahora cómo vas a justificar uno de los detalles más dulces que has tenido, Severus?


Severus suspiró antes de responder.


— Ya te dije, fue pura ociosidad.

— También lo hice por ocioso, pero motivado porque te amo. ¿Me lo dirás ahora, Sev, me dirás que también me amas?

— ¿Porqué estropear este momento? No me gusta etiquetar nada, Harry.

— De acuerdo, pero tienes que admitir que la añoranza solo puede venir del amor, Severus, y tú recién dijiste que me extrañabas cuando no estoy contigo... dijiste incluso que sentías que faltaba un trozo de tu alma.

— ¿Y eso qué?

— Bueno, yo extraño mucho a Ron cuando no está conmigo, pero no siento que me falte nada de mi alma, porque a él no le amo, le quiero como mi hermano y nada más.

— ¿No recuerdas que hubo un momento que me dijiste que tenías una urgencia desmedida por estar cerca de mí? Piensa un poco, Harry, y sabrás a qué se debe.


Harry suspiró, entendía a lo que Severus se refería. Después de haber tenido relaciones por primera vez, manifestó una urgencia intrigante por estar siempre a su lado, procuraba buscarlo a cada momento, y ahora sabía que era debido al embarazo. Sin embargo, aunque su gestación lo incentivó, el deseo de estar con Severus no era una sensación nueva en su vida.


— Sev, puedes responsabilizar al embarazo, pero según recuerdo, cuando escribiste mi nombre en este corazón, ninguno de los dos estaba embarazado.


Severus abrió los labios dispuesto a replicar, pero de pronto se dio cuenta que carecía de argumento para justificarse. Estaba sumamente sorprendido, sus ojos se centraron en el dibujo por unos segundos antes de cerrarlos mientras estrechaba más cariñosamente a Harry contra su cuerpo.


El ojiverde sonrió, a pesar de que no podía verle la expresión, no tenía ninguna duda de que su pareja sufría un conflicto consigo mismo.


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Al día siguiente, Dumbledore sonrió a medias cuando vio que Severus entraba en su oficina, pero no iba solo. Harry estaba con él, tan feliz como si no se diera cuenta que un alumno no podía presentarse en la reunión de profesores.


— Soy el primero en alegrarse de que ustedes dos estén juntos... —dijo luego de sentarse tras de su escritorio—... pero, Harry, me temo que necesito hablar a solas con Severus.


Harry tuvo a bien mostrarse afectado por la sutil forma de Dumbledore de pedirle que se marchara. Se apegó al cuerpo de Severus manifestando su tristeza y deseo de que le defendiera.


— No hay nada que Harry no pueda escuchar. —afirmó Severus abrazando a su pareja, Harry se alegró de tener su rostro escondido en el pecho del profesor, así pudo sonreír satisfecho—. Le pedí que me acompañara porque solo debo comunicarte que contraté a Sebastian Antonescu como mi ayudante, si no lo autorizas, yo cubriré su pago con el mío.

— Severus, no hay necesidad de eso. En realidad, me parece buena idea que hayas sido tú quien lo eligiera. —manifestó el Director—. Pero aún tenemos que charlar sobre tus nuevos horarios y...

— Me pondré de acuerdo con Antonescu, todo seguirá como antes, Dumbledore, no tienes nada de qué preocuparte. Ahora, si me permites, Harry y yo tenemos una cita con el medimago para que nos revise... ¿tienes alguna otra pregunta sobre mi itinerario escolar?


Dumbledore suspiró negando, Severus tomó a Harry de la mano para dirigirse hacia la salida. Antes de marcharse, el ojiverde giró a despedirse del Director, usó su sonrisa más amable y dulce que tenía consiguiendo de esa forma que el anciano le correspondiera afectuoso.


— Esto ha sido lo más extraño que he visto en mucho tiempo. —rió Kingsley en un extremo de la habitación, prefirió permanecer callado durante el escaso tiempo que estuvieron presentes Severus y Harry—. Creo que a tu Profesor de Pociones le ha pegado duro el amor.

— No creo que sea cosa de Severus. —manifestó preocupado—. Más bien me parece que ha sido Harry quien ha manipulado la situación.

— ¿Harry? Pero si ni dijo palabra alguna.

— Y eso me intriga más, da la impresión de que ha llegado a controlar a Severus hasta....

— ¿Hasta donde ni tú has podido? —cuestionó divertido—. Vamos, Albus, yo no vi nada de raro, si han llegado a compenetrarse hasta ese punto, y así son felices, deja que entre ellos se manipulen, tú mantente al margen.


Albus sonrió diligentemente, quizá era cierto, por lo pronto tenía que admitir que Severus tenía una mirada que, antes de la llegada de Harry a su vida, jamás le había visto. Decidió relajarse un poco mientras aceptaba un dulce de chocolate que Kingsley le ofreció en una muestra de comprensión.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora