El corazón también escribe
Harry bufó desesperado, Dumbledore había tenido que interponerse entre el animago y su profesor de pociones para evitar que terminaran lastimándose seriamente. A su lado, Sebastian colocó su mano en su hombro infundiéndole valor.
— ¡Aleja tus sucias manos de él! —bramó Sirius olvidándose de Severus para apuntar hacia Sebastian.
El chico obedeció, no estaba acostumbrado a ser amenazado con tanta frecuencia. Harry supo que era hora de intervenir.
— Ya, Sirius, olvida el berrinche. —pidió cansinamente mientras se colocaba frente a Sebastian—. Me casaré con él y no con Snape, creí que te pondrías feliz por eso.
— ¡Y lo estuviera si no fuera porque este bastardo grasiento te ha entregado a un perfecto desconocido sin importarle para nada tu seguridad!
— Lo hecho, hecho está. Y creo, sin ninguna duda, que Sebastian es la mejor opción. Por favor, no hagas esto más difícil, tan sólo cálmate y confía en que yo sé lo que hago.
Sirius guardó su varita sin sentirse del todo convencido de estar haciendo lo correcto, sin embargo, sus ojos continuaban furiosos al mirar hacia Severus.
— Confié en ti, y te juro que lamentarás profundamente haberle hecho esto a Harry.
— No me importa tu opinión, Black. —escupió Severus desdeñosamente.
— En esta ocasión me temo que me siento igualmente desilusionado, Severus. —se lamentó Dumbledore—. A pesar de todo, no creí que fueras capaz de poner en riesgo la vida y el alma de Harry.
Harry notó el dolor que provocó en Severus las palabras de su mentor, así que fue a reunirse a su lado sujetándole del brazo.
— Severus no hizo nada malo, fui yo quien le pidió que renunciara a mí. —confesó serenamente—. Y le agradezco profundamente que lo haya hecho porque sé que para él significó una gran preocupación. También fui yo quien le suplicó que guardara silencio, y aunque me complació, se dedicó a encontrar a alguien que ocupara su lugar... No pudo haberlo hecho mejor, aunque conozco poco a Sebastian sé que es el adecuado.
Harry dirigió una sonrisa al joven rumano que le correspondió agradecido.
— Yo les prometo que cuidaré de él... —aseguró Sebastian—... aunque sé que Harry ni siquiera necesita eso, pero por lo menos lo mantendré a salvo de esa maldición.
— ¿Cómo podemos confiar en ti? —interrogó Sirius con recelo.
— No sé qué podría darte la seguridad que tu ahijado está en buenas manos, pero puedes ponerme las pruebas que necesites.
— Quiero que te quedes aquí, debo estar pendiente de cada uno de tus movimientos.
— Pero...
— Múdate ahora mismo a Hogwarts, no me importan tus pretextos.
— No son pretextos, pero tengo una hermana, deberé ir por ella.
— Alguien más irá, no abandonarás los terrenos del colegio hasta el día de la boda.
— Sirius... —intervino Harry—... te recuerdo que Sebastian no es ningún prisionero, si quiere ir pues que vaya, yo confío en él y te agradecería que respetaras eso.
Harry envió una mirada hacia Severus, éste comprendió de inmediato lo que le pedía y aunque frunció los labios a disgusto con la idea, sacó la varita de Sebastian de su túnica y la devolvió a su dueño.
— Puedes irte, Sebastian. —dijo Harry sonriéndole.
— Volveré en cuanto pueda. —aseguró el joven al pasar junto a Harry.
En cuanto el joven abandonó la habitación, Harry dio por terminada la reunión, no tenía ningún ánimo de hablar así que lo mejor fue pretextar sus clases para marcharse. Los demás hicieron lo mismo, aunque tanto Sirius como Severus evitaron mirarse, Dumbledore tan solo suspiró resignado... le habría gustado que la solución fuese otra.———000———000———000———
Pasaron un par de días, tanto Ron como Draco se mostraron sorprendidos por el rumbo que estaban tomando los acontecimientos, pero ninguno de los dos cuestionó a su amigo, tan solo esperaban que ese tal Sebastian fuese lo que Harry necesitaba para olvidarse de Severus Snape.
Esa mañana de sábado, Harry y Ron aprovechaban el sol para jugar un poco de ajedrez junto al lago, ambos recostados boca abajo movían sus piezas en silencio, habían invitado a Draco pero el rubio salió desde muy temprano en compañía de Remus y Sirius a celebrar formalmente su cumpleaños. El pelirrojo iba ganando, obviamente, pero sospechaba que en esa ocasión no se lo debía a su destreza sino a la distracción de su amigo.
— Hubieses ido con ellos. —comentó Ron luego de mover su caballo—. Creo que un paseo te habría caído bien.
— ¿Y hacer mal tercio?... o mejor dicho, mal cuarteto. —rió.
— Sigo sin acostumbrarme a ese modo de vivir. —confesó estremeciéndose—. Si tener una pareja es complicado, imagínate dos.
— Sí, pero ellos parecen haberse acoplado bien... y dime, hablando de parejas ¿te ha vuelto a escribir Krum?
— Krum no es mi pareja, y no, gracias al cielo creo que comprendió que no me interesaba.
Harry asintió, sus ojos se desviaron hacia el castillo, en ese par de días apenas había visto a Severus y le extrañaba.
— ¿Porqué no vas a verlo? —sugirió Ron dando por terminado el partido con un fácil jaque mate—. Se nota a leguas que te mueres por hacerlo.
— ¿Porqué no me acompañas?
— ¿Yo? No, gracias, la última vez que estuve en ese despacho con Snape me bastó para no querer volver a poner un pie ahí nunca más en mi vida. Yo prefiero quedarme a dormir la siesta.
Harry rió, aún no podía imaginarse a su amigo gritándole a Snape. Pero como de verdad quería hablar con él, decidió dejar que su amigo descansara unos minutos y mientras aprovecharía el tiempo para ir con Severus.
Al quedarse solo, Ron se extendió sobre el césped cuan largo era, miró las nubes blancas cruzar el cielo y nuevamente volvió a sentirse muy triste recordando a Hermione, las lágrimas volvieron a agolparse haciendo que los rayos del sol se tornaran casi dolorosos.
— Que lindo... ¿es tuyo?
Ron se sobresaltó al escuchar esa voz femenina a su lado, giró hacia ella encontrándose con una niña de aproximadamente diez años sentada sobre sus rodillas mientras observaba el juego de ajedrez hecho completamente de coral negro.
— ¿Quién eres? —preguntó olvidándose de sus deseos de llorar ante la sorpresa de encontrarse con esa pequeña niña de largo cabello castaño.
— Me llamo Jean. —respondió dejando de prestar atención al ajedrez para observar al chico frente a ella—. ¡Que lindos ojos tienes!
Ron se sonrojó por el comentario, su corazón ya latía desbocado al escuchar el nombre de la niña. "Como mi Hermione" pensó.
— ¿Qué haces aquí?... ¿Has venido a visitar a alguien?
— Ah no, he venido a vivir en el colegio. —afirmó emocionada—. ¡Y en septiembre empezaré a estudiar aquí!
— ¿Ah sí?... entonces seremos compañeros de estudios, en septiembre cursaré mi último año, voy en Gryffindor.
Los ojos de Jean también eran azules pero con un tono más celeste que se iluminó visiblemente entusiasmada al escuchar la información de Ron. Apenas iba a decir algo cuando alguien les interrumpió.
— ¡Jean!... te dije que no te separaras.
Ron se puso de pie ante la llegada del desconocido. Ambos pares de ojos se mantuvieron fijos el uno en el otro como si el tiempo se hubiese detenido para ellos.
— ¿Él es, Sebastian? —preguntó Jean poniéndose de pie también.
— N-no, Jean... no es él.
La respuesta de Sebastian se escuchó bastante desilusionada y Jean pareció reaccionar de la misma manera, sus labios se curvaron hacia abajo mientras susurraba "Me gustaba él"
— ¿Quién eres? —preguntó Ron saliendo de su ensimismamiento.
— Mi nombre es Sebastian Antonescu.
Ron palideció al escuchar el nombre, era justo el que Harry había mencionado como su futuro prometido. Esquivó la mirada dirigiéndola al lago, de repente se sentía muy mal.
— Harry dijo que vendrías, creo que le dará gusto verte.
— ¿Tú sabes que...?
— Sí... sé que eres el prometido de mi mejor amigo.
— ¿Tú eres Ronald Weasley? —Ron asintió animándose a volver a mirar hacia el recién llegado—. No apareciste en fotografías pero supe de tu participación en la guerra... fuiste muy valiente.
— Harry fue el valiente, yo casi no hice nada.
— Opino diferente, y aún me siento extraño de encontrarme entre tan prestigiadas personalidades... y que además, son realmente interesantes.
Sebastian alargó su mano hacia el cabello de Ron quitando de él una hoja seca. El pelirrojo permaneció inmóvil, pero el simple contacto le provocó una especie de descarga eléctrica que le recorrió hasta la última célula de su cuerpo.
— Sebastian va a casarse con algún compañero tuyo. —informó Jean—. Pero me habría gustado que fuera contigo.
— ¡Jean! —le reprendió el rumano consiguiendo sonrojarse—. Discúlpala, Ronald, es algo atrevida.
— No te preocupes, yo entiendo. —afirmó, sin embargo, él también estaba colorado—. Si quieres puedo llevarte a la oficina del Director, él se encargará de disponer tus habitaciones.
— Será un honor que me... que nos acompañes. Gracias.
Ron asintió dirigiéndose hacia el castillo, pero entonces escuchó que alguien le llamaba. Los tres se detuvieron mirando hacia atrás. El pelirrojo se quedó impávido al identificar la alta figura que se aproximaba corriendo.
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Me he enamorado
FanfictionUna maldición llega a la vida de dos jóvenes forzándolos a unirse a alguien más para poder salvar sus almas. ¿Qué suerte correrán con las personas que les han elegido? Snarry