Inframundo

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Inframundo






Luego de tocarle el cuello, Dumbledore palideció aún más, ya no había más pulsaciones en el chico que vivió y venció. Todos lloraban sufriendo por el final de Harry, a quien amaban entrañablemente.


Solo Severus continuaba tranquilo, lentamente se puso de pie acercándose a donde yacía el Gryffindor. Al verlo, Ron gruñó como león herido, pero ni eso detuvo a Severus, simplemente se arrodilló junto a Dumbledore.


— ¿Ya murió? —preguntó calmado.

— ¡Es un descarado! —gritó Ron—. ¡Váyase, a usted no le importa nada, es una bestia!


Sin hacer caso del pelirrojo, y ante el doloroso asentimiento del Director, Severus tomó a Harry recostándolo en su regazo. Suavemente le acarició el rostro sin luz de su amante.


— Te prometí que no te dejaría solo y no lo haré. Espérame, Harry.


Severus se quitó el broche de oro que llevaba en su túnica, y sin dudarlo, se pinchó con él en el cuello, justo donde el paso de sangre se hacía palpable.


Nadie pudo hacer nada por evitarlo, manó un chorro del líquido rojo empapando la túnica de Severus y la de Harry. Dumbledore le arrebató el broche sin saber qué más hacer.


— Ten cuidado. —sonrió Severus con mofa—. Es Veneno, el más poderoso... y tú no puedes venir.

— ¡¿Pero qué demonios has hecho, Severus?!

— Ir con él... si no puedo librarlo de su maldición, la compartiré a su lado por la eternidad.


Se hizo un pesado silencio mientras Severus abrazaba el cuerpo de Harry con tal cariño que dejó a todos asombrados. Incluso Ron ya no podía sentir el mismo odio, por el contrario, Severus le inspiró admiración por su valentía.


Los párpados del Profesor se fueron cerrando como si ya no tuviera fuerza ni para moverlos, y en pocos segundos, quedaba sin vida junto a Harry ante la mirada insólita de los presentes.


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Dumbledore estaba sentado en un extremo de la habitación. Su mirada permanecía fija en la cama donde colocó los dos cuerpos. Seguía sin poder creer que Harry y Severus estuvieran muertos, por eso no dejaba de pensar.


Frente a él, los dos amantes yacían juntos en la cama matrimonial, sus manos enlazadas, así lo quiso Dumbledore, y hasta ese momento no había permitido la entrada de nadie. Colocó un hechizo de silencio para evitar escuchar los llamados de los demás, sobre todo de Sirius y Molly quienes estuvieron casi al punto de derrumbar la puerta para poder estar con Harry.


Pero no, Dumbledore no quería ruido, necesitaba pensar, saber qué podía hacer... Sin embargo, por más que lo intentó, seguía sin encontrar una respuesta a todas sus dudas.


La puerta se abrió con suavidad. Dumbledore no se sorprendió, solamente había una persona a la que su magia permitiría traspasar las barreras, era en quien podía confiar, quien no llegaría con escenas dramáticas que le impidieran pensar con neutralidad.


— Black está furioso contigo. —le comunicó Kingsley a sabiendas que el mago mayor debía suponerlo—. Y ni qué decir de los Weasley, me han pedido que interceda, quieren estar con Harry y supongo que entenderás que tienen muchas razones para pedirlo.

— Lo sé, pero aún no puedo... tengo que entender qué es lo que está pasando.

— Albus, es obvio lo que pasa. El medimago ya lo certificó, están muertos.

— No, Severus no es de los que se suicidan, debe de haber planeado algo.

— ¿Pero qué podría ser? Nadie es capaz de regresar de la muerte.

— Aún no conoces todo lo que Severus puede lograr cuando se lo propone.

— Escucha, puedo seguir deteniéndolos afuera por unas horas más, pero no puede ser por siempre. Lo lamento, yo confío en ti, pero tengo que cumplir con las leyes y Black las tiene todas a su favor.


Dumbledore asintió pero no dejó de mirar hacia los dos cuerpos que continuaban inertes. No quería admitir que posiblemente Severus no haya encontrado otra solución más que morir.


Kingsley exhaló hondo, estrechó el hombro del Director en muestra de apoyo. Albus por fin apartó la mirada de la cama para observar al Primer Ministro y le sonrió agradeciéndole por contar siempre con él.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora