Te extraño

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Te extraño






Al llegar el sábado, Harry y Draco caminaron tranquilamente hacia las puertas del colegio. Sus compañeros ya se habían acostumbrado a verlos juntos por lo que no les prestaban demasiada atención, prefirieron concentrarse en sus propios juegos o simplemente disfrutar del día de descanso durmiendo en el césped cerca del lago.


— Y pensar que siempre dijeron que yo era la mala influencia para ti. —comentó Draco en voz baja mientras aprovechaban que nadie les veía y corrieron a esconderse tras de los árboles.


Harry rió bajito mientras procuraba que las hojas de los matorrales les cubriesen perfectamente.


— Tenemos que atravesar las barreras de Hogwarts, ahí podremos usar el traslador hacia La Madriguera.

— Y por cierto ¿cómo conseguiste hacerte de uno?

— Es un secretito. —respondió guiñándole el ojo.


Draco suspiró resignado, en ese momento le preocupaba más saber que en pocos minutos iba a estar frente a frente con Ronald Weasley, y si no fuera por la amistad que ahora lo unía a Harry, en ese mismo momento se daba la vuelta y regresaba al castillo. Le preocupaba haber tenido que mentirle a Remus y Sirius, ellos lo creían estudiando en la biblioteca... pero otra vez, por Harry había mentido, porque aunque el ojiverde pensaba estarlo ayudando, Draco también creía estar haciendo lo mismo por él.


Reemprendieron el camino yendo tras de la primera hilera de árboles del Bosque. Ninguno de los dos mencionó nada cuando pasaron cerca de donde debió esconderse Ojo Loco para poder perpetrar su crimen atroz, sin embargo, en un mudo entendimiento, caminaron más aprisa hasta que finalmente lograron llegar del otro lado de las rejas que custodiaban la entrada a los terrenos del castillo.


Harry sacó un guante de guardián de Quidditch del bolsillo de su pantalón, Draco decidió abstenerse de hacer un comentario mordaz sobre tal hecho. Tocó el guante cuando Harry le dio la señal y luego del característico tirón de ombligo aparecieron en una colina cercana a La Madriguera.


El rubio dejó salir el aire de sus pulmones e instintivamente colocó su mano sobre el bolsillo de su pantalón, palpar la silueta de su varita le hizo sentirse más seguro.


— ¿De verdad crees que la necesitarás? —cuestionó Harry sin darle demasiada importancia.

— Lo único que creo es que debo haber enloquecido para secundar tus locuras. Pero en fin, al mal paso darle prisa... Vamos ya.


Draco emprendió el camino hacia la que tenía que ser la casa de los Weasley, era típica de ellos, tan desordenada y sin clase. Harry sonrió, tenía muchas esperanzas de que sus dos amigos pudieran olvidarse de niñerías, la vida tenía que haberlos madurado para poder entender que los conflictos escolares no tenían ninguna importancia.


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Molly se encontraba preparando la cena mientras Arthur leía el periódico en la sala. No había nadie más en la casa, siendo sábado todos tenían muchas cosas por hacer, y aunque sus hermanos invitaron a Ron, éste se negó como siempre lo hacía.


Los golpes a la puerta hicieron que Arthur dejara El Profeta a un lado para acudir a abrir.


— ¿Harry? —preguntó creyendo estar viendo mal.

— Buenas tardes, Señor Weasley... ¿Conoce a Draco, verdad?


El hombre pelirrojo asintió torpemente, pero si la sorpresa de ver a Harry y Draco Malfoy en su puerta fue enorme, no se comparó en lo absoluto cuando escuchó pasos en la escalera a sus espaldas y al girarse vio a su hijo menor vestido para salir.


Incluso Molly abandonó la cocina al escuchar los característicos pasos de su hijo. Su boca se mantuvo abierta mientras el pelirrojo tomaba su capa del perchero.


— Vienen por mí. —les informó con toda tranquilidad.

— No se preocupen por Ron. —dijo Harry sonriente—. Lo traeré sano y salvo antes de medianoche... y por favor, si Dumbledore o alguien del colegio pregunta por nosotros, no nos ha visto.


Ron llegó hasta donde Harry sonriéndole ligeramente. Draco decidió esquivar la mirada fingiendo inspeccionar la casa para no tener que intercambiar ningún contacto con el pelirrojo.


— ¿P-pero a dónde van? —cuestionó Arthur cuando ya los tres chicos habían emprendido la partida.

— A un partido de Quidditch, le aseguro que no tiene nada de qué preocuparse.


Harry y los otros dos chicos siguieron caminando de regreso a la colina donde podrían desaparecerse. Molly había llegado a reunirse con su esposo mirando ambos las tres figuras alejarse. Ninguno de los dos pudo decir nada, pero la esperanza de que su hijo se recuperara era ahora más fuerte que nunca... Aquella era la primera vez que Ron salía de sus habitaciones, la primera vez que abandonó su pijama, la primera vez en muchas semanas que le veían con vida.


Y ellos, por primera vez en su vida, decidieron callar pensando que Dumbledore podía irse al carajo.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora