Triste realidad

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Triste Realidad





Harry, Ron y Draco entraron en una Hamburguesería muggle a donde fueron conducidos por el ojiverde. Los tres se dirigieron a la mesa del rincón, ninguno estaba acostumbrado a esos lugares pero era el más cercano a la salida de la caseta telefónica que usaron para regresar a Londres.


— Si querías cenar ¿Porqué no fuimos a Diagon o Hogsmeade? —cuestionó Draco observando con recelo a su alrededor, había pocos comensales para su fortuna, pero ninguno de ellos le parecía agradable.

— Ahí cualquiera podría reconocernos y se armaría demasiado alboroto... además, creo que te gustarán las hamburguesas.

— Lo dudo, pero la próxima vez me conseguiré amigos menos problemáticos y más normalitos.


Harry le sonrió amigablemente, no respondió porque en ese momento la mesera llegó a ofrecerles los menús.


Ron se dispuso a leerlos, pero nada de lo que encontraba le parecía conocido, sin embargo, decidió intentar algo.


— Quiero una de esas haroguesas con pimientos. —aseguró cerrando el menú dejándolo nuevamente sobre la mesa.

— Hamburguesas. —le corrigió Harry pacientemente para luego dirigirse hacia el rubio que fruncía los labios observando el menú desdeñosamente—. ¿Y tú, Draco?

— Todas se ven demasiado asquerosas ¿seguro que son sanas?

— Hay una baja en colesterol y con productos macrobióticos. –respondió riendo ante la cara de confusión del rubio que no entendía esas palabras jamás escuchadas por él.

— Si te estás burlando te aclaro que no eres bueno ni agradable.

— De acuerdo, disculpa. ¿Quieres que pida por ti?


Draco suspiró asintiendo y en pocos minutos ya tenían tres jugosas y enormes hamburguesas en sus platos. El rubio tuvo que morderse la lengua para no preguntar por los cubiertos, sobre todo al ver que Harry sujetaba su comida con las manos para enseguida darle una enorme mordida que hizo que el contenido de la hamburguesa se desparramara.


Decidió que ya no tenía hambre.


Draco miró hacia la calle por el enorme ventanal, esperaría a que sus amigos terminaran de comerse esos aberrantes alimentos y entonces regresaría con sus amantes, ya los echaba de menos.


— ¿No vas a comer? —preguntó Harry intentando limpiarse con una servilleta de papel.

— Esas cosas no se me antojan, además, son demasiado grandes.

— ¿Acaso no has adquirido práctica para abrir la boca al doble de lo normal?

— ¡Potter! —exclamó sonrojándose al captar la indirecta de Harry, y la risa de éste le confirmó que su comprensión era correcta.


Harry dejó de reír y olvidándose de la hamburguesa, se inclinó más hacia Draco, con la curiosidad a flote en su mirada.


— ¿Lo has hecho?

— ¿Y tú? —respondió también inclinándose hacia el ojiverde—. ¿Has mamado a mi padrino?


Ron casi escupió su hamburguesa al escuchar eso, definitivamente también dejó su hamburguesa a un lado mientras el rubio y el moreno le miraban sonriendo.


— ¿Quieren dejar de hablar de pollas mientras como? ¡Es asqueroso!

— La polla la has mencionado tú. —respondió Draco divertido.

— Como sea, cambien de conversación, por favor. —suplicó angustiado.

— De acuerdo. —suspiró Harry—. De todos modos quédate tranquilo, no se la mamé a Severus, aunque con gusto lo haría.

— ¡Ah ya, por Merlín! —insistió Ron.

— No seas tan escandaloso, Weasley... ¿Sabes? Creo que hay una polla que se pondría muy alegre por ti.

— ¿De qué demonios hablas?


Draco señaló hacia la ventana, en ese momento Viktor se asomaba a través del cristal y al descubrirlos su rostro se iluminó, no perdió tiempo en ir tras de ellos. Ron frunció el ceño al verlo acercarse, no le gustó el comentario de Draco pero no le dio importancia, era Krum quien le molestaba... aún no podía olvidarse que, en algún tiempo, ese odioso había pretendido a su Hermione.


— Me alegra encontrarlos. —le dijo jadeante—. Les busqué por todas partes después del partido para invitarlos a la fiesta de celebración ¿Quieren venir?

— Gracias, pero ya debemos regresar al colegio. —fue Harry quien respondió con toda la amabilidad que pudo.

— Entiendo.


Viktor, quien había estado mirando al pelirrojo de soslayo, se acuclilló a su lado sosteniéndose con el filo de la mesa.


— Supe lo de tu novia, y quería ofrecerte mis condolencias personalmente.

— Te lo agradezco. —respondió Ron olvidándose de su recelo, después de todo, Hermione ya no estaba ahí, y eso lo regresó a la tristeza. Al notarlo, Viktor se atrevió a acariciar suavemente la mano del chico.

— Cualquier cosa que necesites, cuenta conmigo... ¿te gustaron los guantes?

— ¿Eran tuyos? —preguntó asombrado.

— Sí, mi primer juego lo hice como Guardián, son casi nuevos pues enseguida cambié a Golpeador, quería darte algo significativo.

— ¿Porqué? —siguió cuestionando, tan intrigado que ni siquiera notaba que Viktor continuaba acariciando tímidamente sus dedos, quienes sí lo notaron eran Draco y Harry, que decidieron permanecer como mudos testigos.

— Porque Hermione me agradaba, igual que tú... y ella siempre dijo que ser Guardián era tu mayor ilusión.


Ron asintió, pensó que Hermione se equivocaba, su mayor ilusión siempre fue ella pero era un pensamiento tan íntimo que jamás se lo diría a nadie. Viktor se puso de pie nuevamente.


— Debo irme. —dijo, y parecía que lo apenaba enormemente—. Ronald... ¿puedo escribirte?


Ron se encogió de hombros y Viktor decidió tomar eso como una afirmación. Se despidió de Harry y Draco y salió por donde mismo. Al quedarse solos, Ron miró a Harry sin percatarse de la expresión asombrada de su amigo.


— Así que Viktor Krum es tu secretito... supongo que fue él quien te consiguió la otra entrada y el palco ¿verdad?

— Así es.

— Debí suponerlo, bueno, creo que deberías aclararle que estás comprometido con Snape o podría formarse una impresión equivocada, Harry.


Harry quiso sonreír, pero no pudo, bajó la mirada en un intento de ocultar el sonrojo de sus mejillas provocado por el intenso deseo de llorar.


— Mi padrino y Harry rompieron. —le informó Draco.

— ¿Qué? ¿Pero porqué no me lo habías dicho?

— No es demasiado importante. —mintió sin poder sonar convincente—. Pero creo que lo superaré.

— Quizá ni sea necesario, Harry. —opinó Draco—. Seguramente mi padrino recapacitará.

— ¿Acaso te has olvidado de las condiciones de la maldición?


Harry miró a Draco y éste palideció de repente, hasta ese momento comprendió cabalmente las dimensiones de lo sucedido.


— ¡Mierda!

— Así es... Snape ya no puede reclamarme. No sé si afortunada o desafortunadamente él ya no me odia. No pude conseguir que me amara, pero siente algo por mí y ya con eso es suficiente para dejar de ser un candidato.

— ¿Y qué vas a hacer?

— Ya te lo dije, esperaré un tiempo y luego me casaré con quien elijan para mí.

— Quizá tú podrías conseguir que alguien confiable de tu familia lo reclame. —sugirió Draco girándose hacia Ron—. Los Weasley son muy numerosos, alguien debe de haber por ahí.

— Probablemente. —respondió Ron sin apuro—. Si un día Harry me lo pide, buscaré a la mejor persona del mundo para él.


Harry volteó a mirar a su amigo sonriéndole con cariño. Draco bufó sin comprender porqué estaban tan tranquilos cuando el ojiverde se encontraba en un grave peligro. Pero Harry supo que Ron podía entenderlo... acababa de perder al ser amado, un corazón herido no tiene prisa por encontrar a nadie más.


— El lunes volveré al colegio. —eso fue lo último que dijo Ron antes de llevar su gaseosa a los labios con despreocupación.


Y Harry sonrió emocionado... ya no iba a sentirse tan solo.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora