Lealtades
Apenas se había llevado el vaso de whisky a los labios y de inmediato lo arrojó furioso contra la pared. Por mucho que necesitara en esos momentos embriagarse y olvidar, no pensaba intoxicar la pequeña alma creciendo en su interior.
— ¡Dumbledore! —gritó arrodillándose junto a la chimenea, los polvos flu levantaron llamas verdes pero nadie respondía del otro lado—. ¡Albus Dumbledore, abre la maldita chimenea, carajo!
Pero lo único que seguía escuchándose era su propia respiración. Severus apretó entre sus dedos los raídos hilos de la alfombra, nunca en su vida se había sentido tan impotente. Los gritos de Harry siendo arrastrado hacia el castillo eran un severo golpe a su corazón, su llanto seguía siendo el peor de los infiernos y no quería más, se resistía a que Harry sufriera por su culpa.
Volvió a mirar los leños que ardían normalmente, no tenía ninguna duda de que ahora Dumbledore estaba actuando muy serio y solo se comunicaría con él hasta que se le diera la gana. Como siempre.
Pero como siempre, tampoco él acostumbraba quedarse de brazos cruzados, se puso de pie con firmeza. Era momento de luchar para recuperar a Harry y a su bebé, necesitaba a su familia consigo.———000———000———000———
Ron caminaba nervioso de un lado a otro de la estancia principal en las habitaciones de Sebastian. No estaba solo, el rumano permanecía sentado en uno de los sillones solamente mirándole en silencio. Draco estaba con ellos.
Los tres habían sido reunidos ahí después de que se hiciera el descubrimiento de la audacia de Severus Snape, estaban enterados de la mayor parte, con excepción de lo que procederían a hacer con tal hallazgo. A ninguno se le tenía permitido abandonar hasta después de la llegada de Harry.
Jean fue recluida en su dormitorio en completo aislamiento, para los mayores ella no debía enterarse de un horror impropio de su edad.
Desde la terraza, Ron había sido testigo de cómo Sirius obligó a Harry a separarse de Snape, y de cómo éste luchó con todas sus fuerzas por impedirlo. Miles de pensamientos confusos tenía en su mente, y justo en esos momentos resonaron en su mente las palabras que Sirius pronunció cuando descubrieron los pergaminos.
"Snape nos engañó a todos ¡Es un monstruo!... Harry debe saberlo y alejarse de él antes de que algo terrible le ocurra. No podemos permitir que corra el riesgo de que esa aberración de pocionista quiera experimentar más con él"
De reojo podía ver a Draco, aunque aparentaba tranquilidad podía notarse en sus ojos la preocupación que sentía, frunció el ceño ante eso mientras hundía sus dedos en su pelirrojo cabello, ya le dolía la cabeza de tanto pensar.
No tuvo oportunidad de comentarlo pues la puerta se abrió dando paso a Remus y Sirius. Ambos lucían cansados en extremo. El animago fue el primero que intentó acercarse a Draco, pero éste se puso de pie corriendo hacia Remus.
— ¿Qué fue lo que dijo Severus? —le preguntó directamente a él, aparentando no haber notado la desilusión de Sirius por haber sido esquivado.
— No lo negó.
— ¡¿Pero cuáles fueron sus explicaciones, Remus?! Necesito saberlas.
— Draco, no había explicaciones qué dar. —intervino Sirius volviendo a acercarse—. Era necesario tomarlo desprevenido, es una persona demasiado astuta y sabe manipular a Harry a su conveniencia.
— ¡¿No le dieron oportunidad de explicarse?! —jadeó indignado.
Sirius quiso abrazar a Draco para tranquilizarlo pero éste se apartó con violencia, e igual reaccionó cuando Remus intentó hacer lo mismo. No podía creer que las personas que amaba fueran capaces de semejante injusticia.
— Relájate, Draco, por favor. —pidió Remus preocupado por su embarazo—. Puedes hacerte daño si sigues tan alterado.
— ¡No, el daño me lo hacen ustedes actuando tan vilmente! ¡¿Cómo pudieron hacerle eso a Severus?!
— Se lo merecía. —intervino Ron, su voz era dura e inflexible.
Todos se giraron a mirarle. Draco y Sebastian sorprendidos por sus palabras, mientras que Remus y Sirius asentían dándole la razón. Al percibir su apoyo, Ron dio un paso enfrentándose cara a cara con el rubio.
— Snape se merece ser tratado como una basura. —le escupió con odio.
— ¡Eres un imbécil, comadreja! ¡Se supone que eres amigo de Harry y ahora le das la espalda!
— ¡Porque es mi amigo es que le defiendo! —gruñó mordazmente—. Y entiendo que defiendas a tu padrino porque es tan serpiente como tú.
Draco apretó los puños con fuerza, estaba tentado a romperle la cara por su ofensivo comentario, pero no lo haría... por lo pronto.
— Escúchame bien... —le advirtió el rubio—... Mi padrino es un ser excepcional, ¡tú morirás sin saber lo que se siente ser tan hombre como él!
— ¿Hombre? Es un engendro, un maldito mortífago que nunca dejó de serlo, en sus venas corre la inmundicia que lo convirtió en el preferido de quien-tú-sabes.
Hasta ahí llegó la paciencia de Draco, y con una sonora bofetada hizo que Ron cerrara los ojos de dolor. El pelirrojo parecía vacilar en devolverla, pero no fue así. Rápidamente Remus se apresuró a separarlos mientras que Sebastian tomaba a su novio del brazo con la misma intención.
— ¡Suéltame! —gruñó Draco apartándose de Remus—. ¡No quiero ni que me toquen, ni siquiera verlos, a ninguno de los dos! —agregó señalando a Sirius—. ¡Me han decepcionado completamente!
— Draco, volvamos a nuestras habitaciones, debes descansar.
— ¡Con ustedes nunca!
— No seas niño, Draco, por favor. —suplicó Remus, cada vez más preocupado por la alterada reacción de su esposo.
— Iré a descansar a mis habitaciones, pero de Slytherin. —advirtió Draco—. No pienso convivir con un par de insensatos como ustedes, y no pueden obligarme a volver. El hecho de que sea joven no me hace más estúpido.
Draco caminó hacia la puerta, pero antes de salir, se giró nuevamente hacia Ronald.
— No te mereces la amistad de Harry... eres un vil traidor.
Ron sonrió cínico, sin importarle la opinión de Draco, y cuando éste salió azotando la puerta, bufó desdeñoso.
— Creo que las hormonas lo deben traer muy acalorado.
Ni Remus ni Sirius respondieron al comentario, pero el animago se acercó al pelirrojo intentando por el momento olvidarse de Draco, ya habría tiempo de conseguir que recapacitara.
— Me alegra saber que te preocupas por Harry, solamente los que le queremos podemos entender la dimensión del peligro que le acecha, por eso debemos mantenerlo alejado de Snape.
— Entiendo, y creo que es lo mejor que podemos hacer por él.
— Ron... —intervino Sebastian tímidamente—... ¿No crees que la opinión de Harry también debe contar?
— Tú no conoces a Snape como nosotros. —espetó Ron haciéndole callar—. Si vas a decir algo, debes saber a quién unir tus lealtades, Sebastian.
Sebastian bajó la mirada y fue a sentarse en silencio de regreso en su sillón. No quería problemas con Ron, y en esos momentos prefería callar, por lo menos hasta que pudieran estar a solas.
— Este lunes comienzan las clases... —continuó Remus—... Dumbledore en estos momentos se encuentra terminando de preparar todo para la llegada de los alumnos, y mañana, Sebastian, serás el titular de Pociones.
Sebastian volvió a levantarse abruptamente de su asiento, no se esperaba una noticia así y todo ese cambio le confundía. Ron volteó a mirarlo sonriéndole.
— Felicidades, es lo mejor que podía pasarle a esa materia. Pociones por fin tendrá a un ser de mente sana presidiéndola.
— No decepciones a Dumbledore. —le aconsejó Sirius—. Te aseguro que él piensa que podrás conseguir que los alumnos mejoren sus notas.
— Yo... no sé qué decir.
— Nada, Sebastian, solo ten en cuenta lo mucho que Dumbledore está haciendo por ti.
Sebastian asintió sin convicción ante las palabras de Sirius. Se sentía acorralado, y con gusto habría renunciado si no fuera porque no quería separarse de Ron. Volvió a sentarse prefiriendo dar por terminada la conversación. Remus y Sirius intercambiaron una mirada satisfecha, ambos sabían que Sebastian no iba a poder atreverse a ser un traicionero hacia su superior.
— Ron, necesitamos tu ayuda con Harry. —continuó Sirius.
— Por Harry haré lo que sea, aunque en estos momentos seguramente estará defendiendo a ese bastardo de Snape.
— Así es. —afirmó Remus—. No dudamos que intenten comunicarse entre sí. Dumbledore ha tomado todas las medidas posibles, se han cerrado las chimeneas a la red flu, y Harry no podrá enviar lechuzas a nadie. Lamentablemente Dumbledore no puede prohibir que el resto de los alumnos goce de recibir correspondencia y se niega a intervenir en su privacidad revisando sus cartas, por ese motivo necesitamos que le mantengas en constante vigilancia.
— Entiendo, tengo que impedir que pida ayuda a alguien más.
— Así es.
— Me parece que sería buena idea que Harry piense que estoy de su lado, así podré enterarme de sus planes y ponerles a ustedes sobre aviso.
— Eso estaría genial. —manifestó Sirius complacido—. De ti depende que Harry pueda estar a salvo... aún no tenemos idea de lo que ese embarazo hará en él, por algo Severus no quiso que le revisara nadie conocido, probablemente la vida que está gestando tenga alguna clase de maldición.
Sebastian abrió los ojos alarmado ante esas palabras, pero continuo en silencio. La idea de que el bebé de Harry estuviera sufriendo las consecuencias le parecía lo más trágico que pudiera ocurrir, sin embargo, aún dudaba de que su gran ídolo en pociones no supiera lo que estaba haciendo.
— Cuidaré de Harry. —concluyó Ron—. Prometo que estará bien muy pronto.
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Me he enamorado
FanfictionUna maldición llega a la vida de dos jóvenes forzándolos a unirse a alguien más para poder salvar sus almas. ¿Qué suerte correrán con las personas que les han elegido? Snarry