Graduación y Encrucijada

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Graduación y Encrucijada





Las siguientes semanas fueron bastante complicadas para Severus y para Harry. Sus deberes en el colegio les tuvieron agobiados y se rehusaban a dejar a los bebés siempre al cuidado de terceras personas por lo que Harry tuvo que conseguirse un giratiempo que le ayudase a poder cumplir con sus clases sin necesidad de sacrificar horas con sus bebés.


Eso lo mantenía agotado, pero feliz de poderse hacer cargo personalmente de cuidar de sus hijos.


Afortunadamente el fin de cursos llegó y con eso su entusiasmo aumentó. Tanto él como Severus se prometieron que al fin se darían tiempo para planear su boda pospuesta.


El día de la Graduación, Harry esperaba en su recámara el regreso de Severus quien llevaba un par de horas reunido con Dumbledore verificando que todo estuviese listo para la entrega de diplomas.


Se sentó sobre la alfombra frente a la chimenea sin importarle ya estar vestido con su túnica de gala, frente a él tenía a sus dos bebés, ahora ya con casi tres meses de edad, ambos ataviados elegantemente para la ceremonia. Alistear lucía un conjunto rojo con bordado en mangas y en cuello de pequeños dragones.


El bebé jugaba con un hipogrifo verde de peluche cuyos ojos se movían en círculos arrancándole risa espontánea. Harry era feliz de escucharlo tan lleno de vida y sus ojitos verdes divertidos y cariñosos.


Más de pronto, colocó sus manos en jarra fingiendo molestarse.


— Alistear Severus Snape Potter ¿Que ese hipogrifo no era azul?


El bebé rió con más ímpetu, como si realmente le divirtiera haber sido descubierto. Harry correspondió a su sonrisa, amaba el sonido de la voz de sus hijos, y su risa era lo más hermoso del mundo.


Luego miró a su derecha, Amy jugaba con una hermosa muñeca de trapo, era su preferida y no la soltaba en ningún momento. Harry sonrió al verla mordisqueándole el vestido.


— Corazón, eso no se lleva a la boca. —le susurró cariñoso ayudándola para que dejara de hacerlo, Amy obedeció con una sonrisa conformándose con abrazar a su juguete.


Harry suspiró feliz, Amy tenía ojos grandes y negros, y su mirada era tan intensa como la de Severus pero con la ternura que solo puede regalar una niña. No pudo resistirse y la atrajo a su regazo abrazándola suavemente.


— Estás preciosa. —aseguró acomodándole su elegante vestido de encaje verde—. Por favor, ten paciencia porque seguramente esta noche todo mundo querrá besarte, y en realidad no puedo culparlos.


Justo cuando Harry daba un ruidoso beso en la mejilla de su bebé, Severus entró a la habitación. El ojiverde le recibió con una sonrisa.


— Llegas a tiempo, amor, nos quedan cinco minutos antes de que empiece la ceremonia... ¿A quién quieres cuidar esta noche, Amy o Alistear?


Severus no respondió, fue a sentarse calmadamente en la alfombra junto a Harry y luego de sostener a la pequeña Amy, miró a su pareja.


— Harry, será mejor que vayas a las habitaciones de Antonescu... yo cuidaré a los niños.

— ¿P-porqué? —cuestionó preocupado, aunque Sebastian había estado muy bien esos meses que ya no recibía sus siembras de magia, aún le angustiaba una probable recaída—. ¿Le pasó algo a Sebastian?

— No, él está bien... es referente a Weasley.


Harry sintió que la sangre se le iba a los pies, pero ya no quiso preguntar más. Salió corriendo con rumbo a las habitaciones de Sebastian rogando para que no le estuviese pasando nada malo a su amigo.


El camino se le hizo eterno, pero por fin llegó. Apenas se detuvo a tocar por educación, pero no esperó a que le permitieran la entrada, abrió la puerta asustado de lo que podría encontrar adentro.


Lo primero que hizo fue buscar a Ron, pero él no estaba en ese lugar, solo Sebastian, sentado en su sala mirándole con una extraña expresión, como si apenas entendiera la presencia de Harry frente a él.


— Se fue. —susurró entristecido.


El ojiverde no comprendía nada, cerró la puerta tras de sí y fue a sentarse junto a Sebastian. Notó que en la mesita de té estaba un periódico doblado.


— ¿Dónde está Ron, Sebastian?


Por toda respuesta, Sebastian tomó el diario y se lo mostró a Harry. El chico dudó en abrirlo pero parecía que su amigo no tenía demasiados deseos de hablar.


En una de las páginas principales estaba una nota informando que Viktor Krum había tenido un accidente durante uno de los juegos. Aparentemente una bludger le golpeó la cabeza haciéndole caer desde una altura de treinta metros, eso lo había mantenido inconsciente durante dos días.


No tenía que ser adivino para saber a dónde había ido Ron. Se sintió conmovido con respecto a cómo debía sentirse Sebastian, ahora entendía su mirada perdida en la nada.


— Sebastian...

— Lo vi leyéndolo al salir de mi habitación. Ron me miró y sus ojos lloraban... no sé si por mí o por él, tan solo dijo "Perdóname" y se fue.


Harry tomó aire, le entristecía ver a Sebastian tan desilusionado, pero no podía ser más grande que el dolor de volver a temer por la vida de quien te importa. Deseó saber si realmente Ron llevaba consigo alguna especie de maldición ¿porqué la vida no se cansaba de hacerle pasar por lo mismo una y otra vez?


— Él te ama. —aseguró sujetando la mano de su amigo, por el momento no podía hacer más—. Va a volver, puedo asegurártelo.

— Sí, quizá vuelva... Pero siempre va a estar pensando en él.

— Sebastian, quizá sea duro decirte esto, pero Krum es alguien especial para Ron, no podía leer esta noticia y quedarse sin saber cómo está, mi amigo aprende de sus errores.

— ¿Y ahora yo que hago? ¿Simplemente me quedo a esperarlo?


Harry prefirió no responder, nada de lo que dijera haría sentirse mejor a Sebastian. Le dolía saber que esa noche Ron iba a pedirle que se casaran... y ahora estaba con otro.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora