Juntos en una nube

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Juntos en una nube




Harry ya no podía acordarse de dónde estaba ni de lo que hacían ahí. Tan solo lograba sentir el fuerte abrazo de Severus y sus casi imperceptibles suspiros silenciándose en su cuello. Aquellas palabras que había soñado escuchar desde hacía tanto tiempo finalmente aparecieron y le hacían sentirse flotando entre corazones.


Casi se había convencido que no necesitaba que Severus se las dijera, después de todo le demostró su amor de mil maneras, pero estaba equivocado, podría vivir el resto de su vida escuchando esa frase una y otra vez.


— Te amo, Harry. —ahí estaba de nuevo, la voz de Severus ya se escuchaba más serena pero continuaba afectándole de la misma manera.

— Yo también te amo, Severus ¡más que nunca!


Severus finalmente se apartó, sujetó a Harry del rostro con ambas manos, observándole como si fuera la primera vez en su vida, y quizá era así, nunca le había visto tan hermoso como ese día, el verde de sus ojos le parecía una sublime maravilla, el color más perfecto y reluciente del mundo... y sus labios tan tentadores.


— Moría por verte de nuevo, tocarte... y besarte.

— Pues para de hablar y bésame.


Severus sonrió con dulzura antes de unir sus labios a los de Harry. Era tan delicioso succionarlos y mordisquearlos con la plena conciencia de que el gran cariño que sentía por él era más que pasión o un deseo de cuidarlo hasta la muerte, era más que eso... era la ansiedad de entregarse a sí mismo, de regalarle lo que jamás le dio a nadie: su corazón.


El roce de sus lenguas, su ansiedad por seguir probando de sus besos les impidió notar el peligro en el que seguían. Fue un ruido el que les obligó a reaccionar, y aun contra todo su pesar, tuvieron que suspender la amorosa caricia.


— Tenemos que salir de aquí. —apremió Severus notando que tras de las paredes traslúcidas de la habitación en la que estaban, se veían sombras deslizándose apuradas por los pasillos.

— ¿Y cómo vamos a hacerlo, Sev?... hay demasiada gente buscándonos. —le interrogó Harry mientras con sus manos limpiaba suavemente la humedad de las mejillas de Severus.


El Profesor hizo una pausa permitiéndose disfrutar de ese momento, miraba a Harry tan cerca de él, sonriéndole con cariño, y a cada momento se sentía más enamorado. Hubiese pasado una eternidad hundido en la mirada verde de quien amaba, pero no tenían demasiado tiempo. Colocó sus propias manos sobre las de Harry deslizándolas hasta sus labios y besar sus palmas con el sabor salado de sus lágrimas.


— Pequeño, no pensarías que no tendría todo bien planeado ¿verdad?... no estaba dispuesto a salir de aquí sin ti.

— Ah, pues creo que es un buen momento para que me digas el resto del plan, señor inteligencia. —se rió Harry.


Severus le condujo hasta el otro extremo de la habitación, parecía una especie de bodega con aparatos médicos por todos lados. Hizo a un lado uno de ellos y apareció una ventila cuadrada.


— ¿Traes tu varita contigo?

— Sí. —respondió Harry sin dejar de mirar la ventila en la pared—. ¿Vamos a escapar por el ducto de basura?

— No es de basura, es de lavandería. —respondió mientras sacaba su varita y ante el asombro de Harry le apuntó hechizándole con un embrujo de protección—. Aún tienes el hechizo del medimago al que fuimos, pero nunca está demás tomar todas las precauciones.

— ¿Es peligroso? —quiso saber por miedo a que su bebé se contagiara de algo.

— No, ningún riesgo te lo aseguro, pero es imposible desaparecernos aquí, San Mungo tiene suficientes hechizos protectores, así que debemos bajar. Usa tu varita para que la caída no sea tan brusca, coloqué una pila de ropa al final del ducto... Descuida, está esterilizada, pero ellos no lo saben. Así que vamos, tenemos que salir ya de aquí.


Harry asintió, y luego de que Severus le ayudara a entrar por la pequeña abertura, empezó el descenso. Al principio fue algo vertiginoso pero gracias al uso de su varita logró controlarlo lo suficiente para que la salida lograra hacerla de pie sobre el montón de ropa que amortiguó aún más su caída.


Rápidamente se hizo a un lado para darle a Severus la oportunidad de salir. Y cuando por fin estuvieron los dos en ese lugar, Harry miró a su alrededor, no había mas que calderas haciendo ruidos extraños y vapor emergiendo de ellas. Logró visualizar a un elfo revisando los controles pero éste ni siquiera les prestaba atención.


— A él no le importamos. —le dijo Severus—. Me vieron poner la ropa en su lugar y ni preguntaron... obviamente jamás la tocarían si no quieren quedar liberados.

— ¿Y entonces cómo la llevan a las calderas?

— ¿Harry, crees que es un buen momento para una lección?


Harry no tuvo tiempo de responder, Severus le apartó con suavidad para esconderse tras de una de las enormes calderas. Uno de los empleados humanos acababa de llegar, y al ver la montaña de ropa en el suelo, bufó desesperado, y mientras las hechizaba llevándolas hacia las calderas no dejó de refunfuñar sobre la estupidez de los elfos de no querer tocar las prendas.


Cuando el peligro hubo pasado, Severus volvió a tomar a Harry de la mano, éste notó que algo más había en la palma de su pareja, pero cuando quiso preguntar, sintió el tirón de ombligo que le reveló la presencia de un traslador.


En cuanto sintió sus pies en otro terreno, aspiró hondo, era un aire intensamente fresco, más puro del que había respirado en su vida... pensó que quizá era por la sensación de libertad, o tal vez por estar libre del vapor de las calderas, de todos modos no importaba, lo único que hizo fue abrazarse a Severus y ahora eran de sus ojos por donde brotaban suaves lágrimas de felicidad.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora