Sorpresa, sorpresa

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Sorpresa, Sorpresa






Al despertar, Harry se desperezó bostezando largamente en su cama. Había tenido una noche muy relajada y ahora se sentía como si todo en su vida fuera perfecto.


— Amaneciste de buen humor, ¿eh? —comentó Ron a su izquierda. Harry se giró a mirarle notando que su amigo también sonreía mientras terminaba de abotonarse su camisa.

— Sí, bastante. Ron, parece que tú también, ¿te divertiste con Sebastian?

— Es agradable, pero ni me recuerdes que me dejaste esperando a que volvieras.

— Lo siento, tenía que hablar con Severus.

— Me imagino, y cuando estás con él se te pasa el tiempo sin sentirlo.


Harry asintió sonriendo, pensó en irse a bañar cuando escucharon los pasos apresurados de alguien acercándose por el pasillo y enseguida abrirse la puerta para dar paso a Sebastian. Se le veía muy agitado, su rostro siempre gentil mostraba preocupación.


— ¿Qué pasa? —preguntó Harry.

— Me encontré a Snape en uno de los corredores, iba a la enfermería, parece que Draco se puso mal.


Harry no necesitó escuchar más, abandonó la cama y salió corriendo de su habitación sin importarle encontrarse aún en pijama y calcetines. Sentía mucho cariño por el rubio y ahora que estaba embarazado, tuvo pánico ante la posibilidad de que algo grave sucediera.


Sebastian y Ron fueron tras de él, aunque ninguno de los dos era amigo íntimo de Draco, eso no era motivo para no preocuparse por su salud y el de su bebé.


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Cuando entró a la enfermería, Harry vio que Draco estaba sobre una de las camas. Su aspecto le preocupó mucho, lucía más pálido de lo normal, tenía los párpados apretados como si tuviera dolor.


Sirius se mantenía a su lado, apretándole la mano mientras le secaba el sudor de la frente. Muy cerca, Remus y Severus intercambiaban opiniones sobre el estado en que se encontraba el rubio.


Harry se acercó a la cama del otro lado de donde estaba Sirius. Draco abrió los ojos al sentirlo y después de mirarlo y notar el pijama rojo de escobas voladoras del ojiverde, sonrió divertido.


— Eres un desastre, Potter.


En ese momento Harry recordó que ni siquiera se había bañado y no pudo evitar enrojecer, Severus estaba ahí, le vería en con esa apariencia fachosa y casi estuvo a punto de regresar corriendo a peinarse, pero un nuevo gesto de dolor de Draco le recordó el motivo de su presencia.


— ¿Qué le pasa, Sirius? —preguntó preocupado.

— No te preocupes, Harry, él va a estar bien. —dijo tan serio que Harry pensó que solo estaba intentando convencerse a sí mismo.


Justo entonces los demás se acercaron a ellos. Harry volvió a enrojecer y bajó su mirada notando sus pies semidesnudos.


— Poppy sugiere llevarte a San Mungo, Draco. —le informó Remus.

— ¿Es necesario? —se quejó el rubio, los hospitales no le gustaban nada.

— Es más que nada una precaución, preferimos que te revise un medimago especialista en embarazos masculinos.


Draco asintió, aunque no era de su agrado ir a San Mungo, no quería arriesgarse a que su bebé estuviera sufriendo por su necedad, ya se había propuesto obedecer en todo y así sería.


Harry estaba a punto de ofrecerse a acompañarlo cuando sintió el brazo de Severus conduciéndolo hasta otro extremo de la enfermería.


— No te preocupes, Poppy asegura que hay una alta probabilidad de que sea algo normal. —dijo Severus peinando a Harry, tan casualmente que parecía que solo era un pretexto para acariciarle.

— ¿Puedo ir con él?

— Preferiría que te quedaras. Podrías esperarme en mis habitaciones, yo te prometo que cuando regrese iré a informarte.


Notando la determinación de Severus de no permitirle salir del colegio, Harry aceptó la oferta de esperar en sus habitaciones. Confío en que el profesor no le mentía y Draco estaba bien. Cerró sus ojos abrazándose de Severus, disfrutando al sentir que era bien recibido.


Ron y Sebastian llegaron en ese momento, lo primero que vieron fue a Harry y Severus abrazados. El Rumano se sonrojó, a pesar de conocer los sentimientos de Harry, no le había tocado presenciar una demostración tan sincera de afecto entre ellos. Se sintió completamente fuera de lugar.


A su lado, Ron notó su perturbación. Sintió pena por él y no podía simplemente ignorarlo. Hizo a un lado sus temores y con suavidad le tomó de la mano para sacarlo de la enfermería.


Me he enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora