De corazones rotos
Harry comprobó con agrado que Amos Diggory seguía siendo el mismo hombre amable que recordaba. En sus ojos adivinaba que aún dolía la pérdida de su hijo, y quizá eso ayudó para que pudiera comprender que no necesitaba más que esa sonrisa afable para mostrarle sus condolencias.
Tuvo que declinar su invitación a un té, no quería perder demasiado tiempo. Amos no insistió, pero no hubo poder sobrehumano que le hiciera desistir de acompañar a Harry hasta un sitio seguro. A pesar de que no era época de guerra, no le pareció correcto dejar que un jovencito volara solo a medianoche. Usó un traslador para aparecerse en una colina cerca de La Madriguera.
— Me aparecería contigo hasta allá... —se disculpó el hombre—... pero los Weasley siguen con protecciones que evitan la intromisión de extraños, y es de entenderse luego de su papel en la guerra, pero puedo acompañarte caminando.
— No es necesario, Señor Diggory. Yo le agradezco mucho lo que ha hecho por mí, ahora regrese a descansar, yo puedo volar hasta allá, no está demasiado lejos.
Y era cierto, desde su lugar ya podía ver la peculiar forma del hogar de los Weasley. Amos dudó unos segundos pero enseguida asintió. Se despidieron brevemente y Harry montó en su escoba dirigiéndose hacia el sitio que consideró siempre como un hogar. Su acompañante decidió que se quedaría ahí unos minutos más, hasta ver que Harry alcanzaba su objetivo. Y cuando lo vio en buen resguardo dentro de los terrenos de la Madriguera, suspiró relajado. Sus labios se curvaron en una sonrisa, y se marchó deseando que su joven amigo tuviera suerte en su empresa.———000———000———000———
Ron dormía ya, pero su sueño no era el mismo de antes. Los suaves quejidos de dolor habían suplantado los ronquidos, la tristeza de una amarga pesadilla siempre le impedía dormir con la misma relajación que acostumbraba. Ocasionalmente un suspiro escapaba por entre sus labios y se removía en su cama en un inconsciente intento por despertar y escapar de ese sufrimiento.
Y esa noche, unos ruidos le ayudaron a cumplir su propósito, abrió los ojos súbitamente, permaneció inmóvil en su cama escuchando los latidos acelerados de su corazón. Ese retumbe quizá había sido lo que le ayudó a despertar. Ya no quería volver a cerrar los ojos, era aterrador volver a tener la misma pesadilla, aquella donde Hermione se despedía de él para siempre.
Otra vez los ruidos le hicieron voltear hacia la ventana y una sombra a contraluz le provocó un sobresalto. La luna le impedía identificar a quien estaba del otro lado del cristal, pero flotaba... y lentamente se puso de pie, sin dejar de mirar la sombra, esperando que no se tratara de otra pesadilla.
Sin prisa, abrió la ventana, su corazón ya latía sin control. Y entonces, un rayo de luna cayó en el rostro de su visitante.
— ¿Harry? —preguntó confundido, parecía que aún soñaba, de otra manera no podía explicarse cómo es que su amigo estaba ahí, volando en su escoba a mitad de la noche—. ¿Qué... qué estás haciendo?
— Necesito que hablemos ¿puedo pasar?
Ron asintió torpemente apartándose para hacerle paso a su amigo. En cuando estuvo dentro, dejó la escoba junto a una mesa en cuya superficie vio la pila de cartas que había enviado a su amigo, todas sin abrir.
— Lo lamento. —se disculpó Ron al notar dónde estaba la vista de Harry—. Te prometo que las leeré, pero...
— Eso no tiene importancia, yo solo quería saber cómo estás. —dijo girándose a mirarlo.
Ron no respondió de inmediato, encendió las luces y fue a sentarse sobre su cama con la mirada fija en el piso. Harry ya tampoco necesitó una respuesta, su amigo había adelgazado bastante, sus mejillas lucían más pronunciadas. Oscuras ojeras rodeaban sus ojos azules, ahora tan apagados.
— No debiste venir. —musitó con suavidad—. Vas a tener problemas en el colegio.
— ¿Cuándo vas a volver? —quiso saber yendo a sentarse a su lado.
— N-no... yo no regresaré, Harry.
— Fue muy difícil también para mí el tener que volver a Hogwarts, pero Ron, tienes que hacerlo... debes terminar el colegio.
— Eso no me interesa ya. Para mí no tiene sentido regresar... te juro que no podré soportar estar otra vez en ese sitio, no sin ella.
Harry se estremeció al notar que su amigo no hablaba por hablar, realmente no tenía la más mínima intención de volver, y esa sola perspectiva le arrancó un trozo de su corazón. Aunque se sintiera egoísta por tal pensamiento, él necesitaba a su amigo cerca, no quería experimentar cada noche el mismo sentimiento de vacío que tenía cuando regresaba a su dormitorio.
No sabía cómo decirle eso, desvió sus ojos en busca de un modo de hacerlo y descubrió el álbum de Hermione en el buró de noche. Alargó su mano para tomarlo, y cariñosamente le rozó con sus dedos, recordando que su amiga había muerto con él en sus brazos.
— ¿Lo has abierto? —preguntó tímidamente, Ron asintió en silencio—. ¿Puedo verlo?
Ante la afirmación del pelirrojo, Harry abrió el broche dorado y sonrió al imaginar la dedicación que su amiga debió haber puesto para armar ese regalo. Tenía todas las estampas de los mejores equipos de Quidditch del mundo, las mejores jugadas y jugadores, había una gran calidad en las imágenes. Pasó sus dedos sobre una de ellas y se escuchó la voz de Hermione dando una explicación histórica de lo que sucedía en la estampa.
Al escuchar la voz, Ron jadeó involuntariamente. Desde que descubrió esa función evitó al máximo usarla, era aún más doloroso escucharla otra vez.
— Lo lamento. —se disculpó Harry al ser consciente de lo que provocó.
Ron sonrió sin ganas, tan solo para restar importancia al asunto. Pero cuando Harry estaba a punto de cerrar el álbum notó que había un sobre pegado en la contraportada.
— Si quieres verlo no hay problema. —suspiró Ron—. No es nada demasiado íntimo.
Harry asintió y desató el cordel rojo que sujetaba el sobre. Adentro había una tarjeta con algo escrito en la pulcra letra de su amiga.
"Los conseguí para ti... así sabrás que quiero compartirlo todo contigo, hasta el Quidditch. Te amo"
Harry se mordió los labios recordando cuánto se amaban sus dos amigos, y las palabras de Hermione, aunque breves, confesaban el más profundo deseo de su corazón: estar siempre con Ron, compartir su vida con él.
Y ahora ya no había una vida para compartir.
Comprendió el dolor de su amigo, volteó a mirarlo pero éste había agachado la mirada, su tristeza era casi palpable, y Harry ansiaba con todas sus fuerzas poder sacarlo de ahí.
Siguió revisando el sobre, en su interior estaban dos boletos de entrada para el partido inaugural de la liga inglesa de Quidditch. Al ver la fecha, pensó que había sido el destino quien le incitara a buscar a Ron aquella noche.
— Son para este sábado ¿vamos?
— Harry, yo no estoy de humor para el Quidditch.
— Ya lo sé, pero yo quiero ir, y creo que a Hermione no le gustaría que su esfuerzo se perdiera.
— Bien, pero te olvidas que tú estás en Hogwarts, no creo que te den permiso para salir.
— Tampoco me dieron permiso para venir aquí. —respondió comprendiendo que su amigo tan solo buscaba pretextos.
— No, escucha, si los quieres son tuyos, y si puedes escabullirte del colegio espero sinceramente que los disfrutes, invita a alguien más... yo no quiero.
— ¿Invitar a quién? —preguntó poniendo en blanco los ojos.
— No sé... A Malfoy, por ejemplo, supongo que ahora pasas todo el tiempo con él.
Harry sonrió, su amigo siempre había sido muy celoso en todo sentido. Volvió a dejar el álbum en su lugar pero quedándose con los boletos, entonces se acomodó mejor sobre la cama para quedar de frente al pelirrojo.
— Me vas a hacer decirlo ¿Verdad? —cuestionó enfatizando su sonrisa.
— ¿Decir qué?
— Que Draco es un gran amigo, un tipo genial y que me agrada muchísimo... pero no es mi mejor amigo.
— Oh, yo no quería obligarte a decir nada. —susurró avergonzado, pero por primera vez consiguiendo una sonrisa, apenas un esbozo pero cargada de sinceridad.
— Bien, pues ya lo dije y no es más que la verdad. Cielos, Ron, nos conocemos desde los once años y piensas que voy a cambiar de mejor amigo tan fácilmente.
— Yo tampoco cambiaría jamás, pase lo que pase.
— Entonces haz algo por tu mejor amigo y acompáñalo a la inauguración de la Liga de Quidditch... ¿sí?
Ron se lo pensó unos segundos, si era sincero consigo mismo, no quería abandonar su habitación, pero miró a Harry y era imposible negarse, le debía demasiado. Ahora incluso se había atrevido a escaparse del colegio para ir a verlo, así que terminó asintiendo y con eso consiguió que su amigo sonriera animado.
— Te aburrirás conmigo, te lo advierto. —agregó bromeando.
— Pues nos aburriremos juntos y eso será divertido. Ahora ya debo irme ¿Puedo usar tu chimenea?
— Obviamente, ¿pero en donde aparecerás? ¿crees que puedas usar la chimenea de Dumbledore?
— No, prefiero ir con Rosmerta, ella me ayudó a ir con Amos Diggory, él me ayudó con un traslador hasta la colina que está de camino y de ahí vine volando para acá.
— Oh, vaya. —exclamó sorprendido por las molestias que se tomó su amigo para llegar hasta su casa—. Si tienes problemas me dices, te aseguro que papá y mamá intervendrán a tu favor.
— De acuerdo. Acompáñame a la chimenea.
Ron aceptó, y poco después ofrecía a su amigo la cantidad suficiente de polvos para poder viajar por la red flu. Harry la tomó, pero antes de introducirse en el fuego que su amigo encendió para él, lo miró sonriente.
— Dijiste antes que invitara a Draco ¿verdad?
— Si cambias de opinión por mí no hay problema, quizá con él te diviertas más.
— No, iré contigo... pero recuerda que dijiste que podía invitar a Draco. ¡Hasta el sábado!
Harry arrojó el polvo a la chimenea pronunciando el sitio a donde quería llegar desapareciendo rápidamente. Ron permaneció unos segundos viendo las llamas que volvían a la normalidad, y cuando por fin entendió lo que su amigo quiso decir, frunció el ceño.
— ¡Joder, Harry!... ¡Y te dices mi mejor amigo! —le reclamó a la chimenea como si el fuego pudiera trasmitir su mensaje.
ESTÁS LEYENDO
Me he enamorado
FanfictionUna maldición llega a la vida de dos jóvenes forzándolos a unirse a alguien más para poder salvar sus almas. ¿Qué suerte correrán con las personas que les han elegido? Snarry