Capítulo 7

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Capítulo 7:

Los altibajos también son enseñanzas en este libro de la vida

Abracé a mi padre y este me miró preocupado. Sabía que le había dado un susto muy grande, y también sabía quién le contó todo a él. Tenía toda la pinta de ser Eli el traidor.

Yo no le había querido preocupar, pero siempre nada sale como lo planeo.

—¿Qué te he dicho de que debes comer? No puedes descuidar tu salud así.

Si tan solo pudiera entender. Que no era algo que busqué. Todo esto era más allá de complejo. Estudiaba una carrera demandante, así no tuviera Stone de jefe sabía que habría días complicados. Sólo que estos eran más comunes con él de superior.

—Se me pasó el tiempo. No tenía hambre y cuando me di cuenta fue tarde—. No quería seguir ahondando en mi estupidez—. Y no entiendo qué haces aquí e Toronto. No te avisé.

—Eli me dijo que te sentiste mal, si no me ibas a contar tú, al menos mi otro muchacho debía de hacerlo. —es que era un Judas ese Elijah—. No te enojes con él, estaba bastante preocupado.

—No quería que te asustaras. No será la última vez que me hospitalicen por eso. Yo soy fuerte. Solo es una muesca más en mi enfermedad.

Eso era verdad, lo que ocurría es que yo no contaba que fuera con el insoportable de mi jefe.

—Claro que eres fuerte, pero no puedo evitar pensar en que eres mi bebé. Me preocuparé siempre por ti. Y tu diabetes ha sido mi dolor de toda la vida. Si hubiera alguna forma de padecerla por ti, lo haría sin pensarlo.

Yo había salido afortunada con mi padre. Era el hombre más bueno del mundo. Y sabía cuánto me amaba. No dudaba que sería capaz de hacer un sacrificio así.

Mi madre era otro show que no quería pensar ahora.

Miré sus ojos azules idénticos a los míos. La mirada de papá era mi calma en la tormenta. Era tan sosegado, siempre me tranquilizaba. Cuando tenía esos tratamientos rudos, él hacía lo que fuera necesario para hacerme reír. Las veces que estuve hospitalizada siempre se entregó a mi cuidado.

—¿Cómo te sientes?

Le di un bocado a mi sándwich. Tenía hambre y podría comer aún más. —Ya me siento mejor. Pero solo quiero ir a casa. Puedo trabajar aquí, pero ser paciente no es para nada de mi agrado.

Me besó mi frente y luego comenzó a recoger mi pequeña mochila. Eli había traído algunas cosas para mí ayer que me vino a ver. Hoy él tenía guardia completa, así que le dije que fuera a casa pese a que quería quedarse conmigo a cuidarme

—Primero te vamos a ver en el médico y luego irás a casa.

Yo no quería.

Sabía lo que venía, explicarle lo que había pasado. El hecho de que descuidé mi alimentación. Yo tenía una diabetes controlada. Pero hubo años en los que no, todos los tratamientos habidos y por haber me los habían hecho y los resultados no eran buenos. Así que seguía con mi insulina para arriba y para abajo.

Era una condena larga y nada fácil.

Me encantaría que hubiese una forma de regenerar células del páncreas, pero estaba forzado. Luego de que eso empezaba, ya no había vuelta atrás.

Debería aceptarlo, pero no quitaba que a veces tenía esos pensamientos intrusivos que me querían llevar a autocompadecerme.

—Salgamos de aquí.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora